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Voto de mpt:
8

Voto de mpt:
8
6,4
19.686
7 de febrero de 2024
7 de febrero de 2024
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas de la vida es muy complicado innovar o sorprender en el cine referente al Holocausto. La última innovación, o por lo menos, novedad técnica para contar los horrores del régimen nazi fue El hijo de Saúl (Nemes, 2015) que se alzó con el Oscar, Globo de Oro y BAFTA a mejor película de habla no inglesa. Además de muchos otros reconocimientos en Cannes y varias nominaciones en otros certamen.
Si miramos a los últimos 30 años, hemos podido disfrutar de la obra cumbre del Holocausto, La lista de Schindler (Spielberg, 1993) y de otras joyas como La vida es bella (Benigni, 1997), La zona gris (Nelson, 2001) o El pianista (Polanski, 2004).
Este año llega Jonathan Glazer (Reencarnación, Under the skin) que nos aporta una nueva película sobre los horrores de los campos de exterminio, La zona de interés. Una libre adaptación de la obra original de Martin Amis, de mismo nombre, y que gira a entorno la vida del comandande de Auschwitz y su família al lado del campo de concentración de Auschwitz.
Glazer lo aposta casi todo a un fuera de campo de más de hora y media dejando a la imaginación del espectador todo aquello que puede estar sucediendo en dicho campo, en este caso Auschwitz.
Para ello recurre a una edición de sonido brillante. Durante todo el film nos acompaña el sonido de los gritos, los disparos indicando la pérdida de una vida humana, ladrillos de perros, la electricidad de sus vallas o el sonido permanente de las chimeneas de los crematorios. El director logra que en sus primeros minutos todos estos sonidos nos resulten incómodos, para al cabo de unos minutos pasar a formar parte del ambiente sin despertar sorpresa o repulsión. Además, hay que añadir que prácticamente no se utiliza banda sonora, todo es sonido ambiente. Todo un logro técnico.
En el apartado de guion, sorprenden algunas conversaciones durísimas y que son una muestra de hasta qué punto puede llegar la banalidad del mal. Conversaciones entre nuestra protagonista y sus amigos a cerca de la ropa o utensilios de todas las víctimas del campo, o del frío que hace en la zona aun estando dentro de una casa con estufa, y alguna anécdota relacionada con los trenes. Conversaciones que duelen al espectador.
En las pocas escenas que podríamos decir que Galzer muestra, impacta. Podemos hablar de tres escenas concretas, las dos con los hijos del matrimoni Höss. Dientes, cenizas y primeros besos de un primer amor adolescente forman parte de ellas
En el campo de la interpretación, solo un nombre Sandra Hüller, vista este año en la notable Anatomía de una caída (Justin Triet). Hüller se come la pantalla y nos regala una actuación sublime, magnífica en todos su registro dramáticos. Una mujer convencida y entregada a la causa nazi y que no va a dejar a nada ni a nadie quitarle sus grandes comodidades aunque a su lado se esté cometiendo uno de los peores crímenes de la historia de la humanidad.
En conclusión, Jonathan Glazer nos regala un film duro e impactante. Una nueva obra de gran calibre de este gran 2023.
Si miramos a los últimos 30 años, hemos podido disfrutar de la obra cumbre del Holocausto, La lista de Schindler (Spielberg, 1993) y de otras joyas como La vida es bella (Benigni, 1997), La zona gris (Nelson, 2001) o El pianista (Polanski, 2004).
Este año llega Jonathan Glazer (Reencarnación, Under the skin) que nos aporta una nueva película sobre los horrores de los campos de exterminio, La zona de interés. Una libre adaptación de la obra original de Martin Amis, de mismo nombre, y que gira a entorno la vida del comandande de Auschwitz y su família al lado del campo de concentración de Auschwitz.
Glazer lo aposta casi todo a un fuera de campo de más de hora y media dejando a la imaginación del espectador todo aquello que puede estar sucediendo en dicho campo, en este caso Auschwitz.
Para ello recurre a una edición de sonido brillante. Durante todo el film nos acompaña el sonido de los gritos, los disparos indicando la pérdida de una vida humana, ladrillos de perros, la electricidad de sus vallas o el sonido permanente de las chimeneas de los crematorios. El director logra que en sus primeros minutos todos estos sonidos nos resulten incómodos, para al cabo de unos minutos pasar a formar parte del ambiente sin despertar sorpresa o repulsión. Además, hay que añadir que prácticamente no se utiliza banda sonora, todo es sonido ambiente. Todo un logro técnico.
En el apartado de guion, sorprenden algunas conversaciones durísimas y que son una muestra de hasta qué punto puede llegar la banalidad del mal. Conversaciones entre nuestra protagonista y sus amigos a cerca de la ropa o utensilios de todas las víctimas del campo, o del frío que hace en la zona aun estando dentro de una casa con estufa, y alguna anécdota relacionada con los trenes. Conversaciones que duelen al espectador.
En las pocas escenas que podríamos decir que Galzer muestra, impacta. Podemos hablar de tres escenas concretas, las dos con los hijos del matrimoni Höss. Dientes, cenizas y primeros besos de un primer amor adolescente forman parte de ellas
En el campo de la interpretación, solo un nombre Sandra Hüller, vista este año en la notable Anatomía de una caída (Justin Triet). Hüller se come la pantalla y nos regala una actuación sublime, magnífica en todos su registro dramáticos. Una mujer convencida y entregada a la causa nazi y que no va a dejar a nada ni a nadie quitarle sus grandes comodidades aunque a su lado se esté cometiendo uno de los peores crímenes de la historia de la humanidad.
En conclusión, Jonathan Glazer nos regala un film duro e impactante. Una nueva obra de gran calibre de este gran 2023.