Como atenuante a mi favor voy a decir que confundí esta película con la homónima protagonizada en 2011 por George Clooney, puesto que ésta huele a truño a una legua de distancia; vamos, que si lo llego a saber no pierdo el tiempo con semejante bazofia. También debo aclarar que nada tengo en contra de la factoría Disney, que antaño nos deleitó con fantásticas obras de dibujos animados (el término "animación" aún no estaba inventado) y hogaño todavía nos ofrece obras bastante dignas como la versión 2010 de "Alicia en el país de las maravillas. Pero es que esto es algo infumable, lo cojas por donde lo cojas. Los hijitos de los villanos son patéticos, sus papás son bocetos a mano alzada y temblorosa de lo que algún día fueron, y los buenos dan asco de lo dulces, acaramelados y previsibles que son. Por si fuera poco, los numeritos musicales no hacen más que lastrar aún más las casi dos horas de sopor; coreografías vistas mil veces mil, con la gracia en el culo y el culo de vacaciones muy lejos. ¡Ah! Pero pensaréis que, al menos, los efectos especiales valen la pena. Pues hasta en eso desilusiona. Me esperaba mucho más que decorados de cartón piedra y efectos más propios de mi sobrino de 10 años con un Pentium IV, sobretodo teniendo en cuenta que estamos en 2015 y si algo le sobra a Disney es pasta. En resumen, espero que a nadie se le ocurra pagar por ver tamaño bodrio, verlo gratis o descargarlo de la Red ya es una pérdida de tiempo.