Paolo Sorrentino regresa a su estimada Nápoles después de la maravillosa "Fue la mano de Dios" para elaborar una fábula que oscila entre el mito y el estudio de lo antropológico. Su protagonista, Parthenope, es una joven bella e inteligente, sensual y elocuente que levanta pasiones allá por donde pasa. A través de sus años de vida y su vagabundeo por la ciudad –que en sus mejores momentos recuerda a La dolce vita–, su existencia sirve para reflexionar sobre el sentido de la vida y le permiten al director escribir otra carta de amor a su ciudad natal.

La mirada masculina de Sorrentino remarca nuevamente lo sexual y lo sensual, a pesar de que su misma protagonista evidencia que “el deseo es un misterio y el sexo su funeral”. Todo ello lo conjuga con una realización sumamente estilizada, marca del autor, que tantea entre lo frívolo y lo poético, y una cámara inquieta que, como Parthenope, raramente se queda estática y prefiere el eterno movimiento.

Con todo ello, la película presenta un relato hipnótico –elevado por el trabajo interpretativo de Celeste Dalla Porta–, difuso, distante y sumamente preocupado por la exploración de la condición humana en relación al lugar de nacimiento y los acontecimientos que sacuden su vida. Si bien, como en el resto de su filmografía, la ejecución pueda no ser de la sensibilidad de cualquier espectador.

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