Irregular cinta de acecho, desamor y malentendidos varios, todo cogido por los pelos y con alfileres por un director que confunde la complejidad con la inconexión, la velocidad con el tocino y las churras con las merinas. Así, trata de ocultar lo trillado del argumento con un montaje que se quiere muy moderno y se queda en videoclip de Andy y Lucas. No contento con ello, corona la función con un desenlace tan convencional como una escena de aeropuerto. Josh Hartnett pone mucho de su parte exhibiendo con pertinaz porfía los tres únicos gestos de que es capaz su simétrico rostro, a saber: cordero degollado, ovejita Norit, y manso de Jarama.
Hasta aquí los palos. Seamos positivos, por más que domingo sea. Las tres chicas que, inexplicablemente, se rifan al castrado Hartnett, son muy monas, cada una en su estilo. Y Rose Byrne da muestras de un prometedor talento interpretativo a bastantes años luz del de su partenaire de portada de la "Súper Pop". Efectivamente, "Obsesión" cobra cierto brío con la aparición de ésta última e, indudablemente, es su inquietante presencia lo que mantiene la manida intriga a flote, una intriga que acaba por naufragar con bochornoso estrépito en ese final que bien hubiera podido mejorar cualquiera de mis alumnas de tercero de la ESO.