Ésta es la historia de una amistad de juventud y de un primer amor que se nos narrará como un cuento, duro y violento, pero a la vez, tierno y romántico, que, como tal, así da comienzo:

Érase una vez en América... a un grupo de chavales, de origen judío, creciendo y sobreviviendo, en las duras calles de Lower East Side, junto al puente de Manhattan, en la ciudad de Nueva York. Y esta pandilla de delincuentes juveniles, se irá transformando, según van creciendo, en un importante grupo mafioso, forjado en el duro mundo de los contrabandistas de licores, durante la ley seca. Y uno de los muchachos, el protagonista, quien no es, precisamente, el Príncipe Azul, sino un simple aprendiz de gánster, se enamorará de la princesa, de este cuento, donde siempre vence el lobo y no da, señales de vida, el Hada Madrina...

Obra cumbre de Sergio Leone, quien desarrolla, su realismo mágico, en una historia que nunca se interna, del todo, en el ámbito de Scorsese, pese a que el relato, la ciudad y algunos de sus personajes, continuamente lo buscan. Pero la personalidad del italiano, del maestro del espagueti western, impone su personalidad y su peculiar modo de narrativa cinematográfica...

Un cuento que resplandece bajo una impresionante banda sonora, una vez más, a cargo de Ennio Morricone, uno de los puntos fuertes de un film donde el guion no se queda atrás, los intérpretes están a la altura, en todo momento, bajo una realización que sabe cómo dirigirlos sobre el fondo de una fabulosa fotografía, algo oscura, muy de invierno neoyorquino. Y, todo, narrado a través de uno de esos montajes que son un relato por ellos mismos. Para esta película –una historia de la mafia judía bajo una mirada italiana– que, por derecho propio, puebla la constelación donde, como estrellas, relucen las grandes obras del cine negro…