He de reconocer que es la mejor versión cinematográfica de “La Ilíada” y superó a la por mí bien valorada, “Helena de Troya” (Robert Wise, 1956), que ya aprovecho para a la vez recomendarla, aunque como iba escribiendo “Troya” la dejó muy atrás. “Troya” es épica, es grandiosa, es visualmente preciosa, y en sus diálogos se hallan las esencias de las palabras de Homero; en la suplica del Rey Príamo, en la mirada perdida de Aquiles, en la rabia de Casandra, en la astucia de Ulises, en el odio de Menelao, en la sonrisa de Helena, en la arrogancia de Paris, en la hombría de Héctor. Pero para que seguir hablando de lo que ya saben. Mejor que a mí, lean a Homero.

Wolfgang Petersen nos retrotrae a las grandes producciones de los grandes espacios abiertos de los inmensos movimientos ingentes de gentes y de esos inmensos planos que se abren hasta casi el infinito, evidentemente se aprovecha de lo que la técnica actual aporta al cine, pero trata de disimularlo intentando darle un aspecto de rodaje cásico que a veces consigue.

El reparto lo conforma un grandísimo elenco de actores y aunque no pudo evitar destacar a Brad Pitt y Peter O'Toole, en realidad lo hago en representación de todos porque no soy capaz de hallar a ninguno que no esté excelso.

Y como a toda buena película no podía faltarle el elevado murmullo de una magnífica banda sonora.

Sinopsis:

Y cómo reseñar con la palabra,
la gloria de la épica de Homero,
el resonar de héroes y apero,
el esplendor del cielo cuando se abra.

Y cómo he de explicar que a quien no labra
su destino, los dioses dan primero
de carnada, al can de Cancerbero,
entre entrañas de ciervo y piel de cabra.

Si vas a oriente, hacia el mar de Troya,
hijo mío, jamás ya podré verte,
pero serás por siempre recordado.

Hablarás al rey, Príamo de Troya,
quizá Casandra quiera conocerte,
pese a que a Héctor te hayas enfrentado.