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Críticas 414
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
9 de diciembre de 2019
57 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
* Aviso: esta crítica está basada en los primeros cinco episodios de la primera temporada. Si tengo tiempo, ganas y veo necesidad, quizás la actualice en el futuro.

En 1980 George Lucas parió oficialmente (véase spoiler 1) el más fetichista de los personajes de "La guerra de las galaxias": El cazarrecompensas Boba Fett. Un tipo misterioso, sin rostro, parco en palabras, cuya desconocida naturaleza alimentaba la imaginación. No se sabía si era humano, extraterrestre o alguna clase de robot o cyborg. Detalles que siempre permanecieron en la sombra (véase spoiler 2). No en vano, durante años los frikis se hicieron pajas mentales imaginando su historia.

En el 2002, Lucas, deseoso de sacarle más cuartos a la franquicia, lo recuperó en la precuela "Episodio II: el ataque de los clones". Allí, y como parte de su obsesión por atar todos los cabos, se ofrecieron más detalles sobre su naturaleza, aunque más bien sirvió para dañar su mística (véase spoiler 3).

A partir del 2010, desde Lucasfilm empezaron a descolgarse con declaraciones sobre una serie de TV de "Star Wars" con actores reales. Una retahíla de generalidades que no cuajaba en nada concreto. Lucas parecía querer explorar algo, pero nadie sabía qué.

Ya en el 2012, George vendió su imperio a los dueños del ratón Mickey, quienes tuvieron claro que Boba Fett era un activo a rentabilizar. Sin embargo, había un problema: Lucas había impedido usarlo en ninguna continuación (véase spoiler 4). Ello obligaba, o bien a incrustarlo en historias anteriores a "El retorno del Jedi", o bien a buscar una solución creativa. Como, además, la compra incluyó el misterioso material que Lucas había rumiado durante años, en Disney decidieron que aquello no se podía desperdiciar y empezaron a trabajar en él.

En el 2018 Disney consideró que el momento ya había llegado (véase spoiler 5), aun cuando lo que tenía en mente distaba de lo que George barruntó, ya que optaron por invertir en una historia ubicada tres años después de "El retorno del Jedi". Nacía así "El mandaloriano", las aventuras del alter ego de Boba Fett (véase spoiler 6).

La historia es, en esencia, un western disfrazado de mala ciencia ficción. Lo primero es obvio. Lo segundo, quizás no tanto. Y es que la buena ciencia ficción no consiste en permutar revólveres por pistolas de rayos, ni caballos por naves espaciales, sino en insertar un cambio utópico con base científica y, a partir de él, deducir las implicaciones que se derivan para con la sociedad e individuos. Asimov lo sabía bien, y repartía estopa sin miramientos cuando este asunto asomaba la patita (véase spoiler 7).

Por todo ello, "El mandaloriano" no aporta nada nuevo a la ciencia ficción. Un mercenario de ética flexible (véase spoiler 8) que, sin embargo, a veces tiene repuntes de conciencia (véase spoiler 9). Un tipo gris que no se posiciona en los extremos, aunque los visite cuando le conviene. Si alguien ha susurrado por lo bajo "Firefly", efectivamente, no va mal encaminado, pues "El mandaloriano" no es más que un trasunto de Malcon Reynolds, aunque más solitario, más agresivo y menos hablador. Todo, por supuesto, macerado en "Star Wars".

Eso sí, esta serie no puede alejarse demasiado de sus raíces georgeluquianas, aun siendo escasas, por lo que hace continuos guiños a lo poco que se sabe de este tipo de personaje (véase spoiler 10), alguno incluso de manera harto molesta (véase spoiler 11). Asimismo, sorprende lo rápido que la serie opta por restarle misterio a un comienzo prometedor, pues el protagonista cada vez es más abierto. Un problema agravado porque cada episodio está dirigido por alguien distinto lo que, si bien beneficia la creatividad, también dificulta crear un estilo coherente. Al menos está Favreau tras las bambalinas.

Ciertamente, "El mandaloriano" no es un mal trabajo. Vale que su ciencia ficción es tan pobre como la de "Star Wars", pero no por ello sufría esta última ni lo sufre (demasiado) la serie... siempre que hagamos la vista gorda. El personaje promete y las historias, por ahora, parecen tener que ofrecer.

En resumen, nuevo intento de Disney por amortizar en la televisión la compra del universo de Lucasfilm. Despierta interés y extiende los detalles del universo de "Star Wars". Los dos primeros episodios le gustarán. Luego, dependerá de sus expectativas. Hay riesgo de que el protagonista abandone su oscuridad. En el extremo del recochineo mercantil, uno de los jefazos de Disney ha soltado que, como esto triunfe, harán una película basada en la serie. Es decir, de un dibujo animado salió un personaje para dos películas, que luego fue recuperado en una precuela, del que se ha derivado una serie de TV basada en un primo cercano, y de la que ahora querrían hacer una película.

PS: Actualización del 30-diciembre-2019. Tras ver la primera temporada, me reafirmo en mi crítica. La serie es interesante, pero no veo esa perfección que algunos defienden. De hecho, aunque el último episodio no está mal, no es lo que cabría esperar en un cierre de temporada. Lo vi aburrido y sentimentalista. Discrepo con la web IO9 cuando dicen que han dejado lo mejor para el final. "Star Wars" está degenerando tanto que, a poco que algo no es malo, los seguidores ya lo ponen en un pedestal. Creo que la serie necesita recuperar el tono parco de los dos primeros episodios. Este trabajo necesita más aspereza, pero también menos azúcar y lugares comunes.

PS 2: Actualización del 5-enero-2020. Tras volver a ver algunos episodios, le he bajado la nota. La serie no es mala, pero cada vez estoy más convencido de que está lejos de las alabanzas que está recibiendo. Creo que es víctima, por un lado, de la onda expansiva de las secuelas, que han bajado mucho el listón. Por otro, de unos espectadores cada vez menos exigentes. No solo a la serie le falta más enjundia y cinematografía, sino que su carencia de originalidad empieza a irritar (véase spoiler 12).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
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1. Oficiosamente se estrenó dos años antes, en 1978, mediante un pequeño cortometraje animado insertado en aquel delirio febril que fue "Star Wars Holidays Special".

2. Incluso tras su muerte en "El retorno del Jedi" (1983).

3. En realidad Lucas tuvo que recurrir al padre de Boba, Jango Fett, cuyo vulgar careto descubrimos. Boba resultó ser su hijo clonado. Todo muy terrenal y alejado del misterio que lo rodeaba. Lucas, donde metía la zarpa, rompía algo.

4. Pues por lo mismo que lo dicho en el spoiler 3. Porque estaba pajarito.

5. Y eso que ese mismo año la pifió con Han Solo y su descomunal fracaso en taquilla, porque se gastaron hasta lo que encontraron entre los cojines del sofá. Y eso, claro, luego hay que amortizarlo en proporción. Ironías, fue durante el estreno de esa película cuando Disney dio detalles sobre esta serie.

6. Dejémonos de chuminadas. Cuando miramos a el mandolariano, lo vemos como la historia no contada de Boba Fett... o la que podría haber sido una biografía apócrifa bastante verosímil.

7. ¿No se lo cree? Relate en voz alta la historia del episodio piloto cambiando robots por personas, naves por carruajes, armas futuristas para otras de fuego y cambie el niño verde por un mero bebe humano. ¿Qué le queda? La misma historia. No cambian las ideas, no cambia el hilo de la historia, no cambian las motivaciones de ningún personaje, no cambia el desenlace. Nada. Si al quitar toda la parafernalia científica le queda lo mismo, es que no aportaba nada y era innecesaria. Además, esto es una opera espacial, un subgénero dentro de la c/f que orilla tanto sus límites que hay quien ni la considera parte de ésta.

8. Si hay que matar por la espalda o a distancia, se mata. No hay honor entre asesinos.

9. Ya sea salvar a un criajo, revolverse contra sus jefes inescrupulosos (después de, ejem, quedarse con los dineros) o pagando sus deudas generosamente.

10. Por ejemplo, el robot cazarrecompensas es el mismo que aparece junto a Boba Fett cuando éste es presentado ante el espectador en "El imperio contraataca" (1980). Es como si la gente de Disney dijese: "Mira, mira. Este cazarrecompensas es compadre del que aparecía en aquella película. Que no se te olvide, espectador".

11. Ya en el episodio piloto uno de los personajes cita "el día de la vida". Una invención de Lucas en la que se basó la aberración del "Star Wars Holidays Special" (1978). O la visita, en otro episodio, a la misma cantina del puerto espacial de Mos Eisley, que ya es el colmo de las referencias.

12. El último episodio, no solo no tiene nada de maravilloso, sino que es simplón y plagia situaciones ya conocidas. El insufrible discurso dando el ultimátum es flojísimo; la matanza perpetrada por el robot es inverosímil y apesta a deus ex machina; y que un miembro del grupo se sacrifique en favor del resto, y que esto refuerce sus lazos justo antes de su muerte, es arquetípico hasta la náusea. Buscando referencias concretas para esto último, dada la incapacidad de muchos para entender ideas abstractas, baste citar películas de los 90 como "Volcano" o "Un pueblo llamado Dante's Peak", en donde se ofrece exactamente lo mismo, lava y planos incluidos. ¿Esta es la genialidad que tantos aplauden? Falta ser más exigente con este trabajo dados los recursos de Disney y lo que persigue. Los dos primeros episodios son potables. El resto están haciendo méritos para llevarse la etiqueta de forraje.
31 de agosto de 2023
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verano del 2008. Spielberg, en la cama, traga saliva otra vez. Le sabe agridulce, como lleva ocurriendo desde semanas atrás. La cuarta entrega del Dr. Jones, tan ansiada por el público, al fin ha visto la luz, y lo ha hecho nada menos que en el Festival de Cannes. La película parece funcionar, a tenor de las primeras críticas y aplausos, y la taquilla se ha estado portando bien. Terminará haciendo $790 millones con un presupuesto de $185 millones. Sin embargo, algo empezó a chirriar a los pocos días de su estreno en las salas (véase spoiler 1). Algo que acabó como ya sabemos.

Quince años han pasado y, con ellos, todos los involucrados han envejecido. Lucas "el rencoroso" se retiró del cine, vendiéndoselo todo a Disney para dedicarse a la maternidad subrogada. Ford estaba cada vez más torpe, y cualquier día lo mismo hasta se mataba en uno de sus accidentes de aviación. Y él, Spielberg, seguía haciendo cine y televisión a granel mientras gozaba de una posición respetable. Pero, aun así, cada mañana tenía que seguir enjuagándose a conciencia la boca para quitarse el mal sabor. Por ello, él, el rey Midas del cine contemporáneo, tenía que desquitarse como fuera. Tenía que haber una quinta película del Dr. Jones por sus santos cojones judíos, y el 2023 sería el año de su redención. Si Disney quería, claro.

Y mira por dónde, el año ya nos ha alcanzado. Son tiempos con Disney adueñándose de todo, de IA, de "deep fakes", de "deaging", y de toda clase de virguerías infográficas. Ahora la magia del cine es más mágica que nunca. Y es en este nuevo mundo cuando Spielberg, Disney mediante, estrena esa quinta aventura, aunque ahora pasando el relevo a alguien más joven, a James Mangold. Sí, el de "Logan" (2017), especializado en dar retiro a los personajes. Steven, mientras, sentadito en la producción, que no es poca cosa.

"Indiana Jones y el dial del destino" (2023) es, por tanto, la aventura última del Indy de Ford. Uno muy envejecido al que, en los primeros veinte minutos, tuvieron que rejuvenecer tirando de potentes técnicas informáticas para así ubicarlo al final de la II GM. Un truco que, en base a mi ignorancia sobre videojuegos actuales, tengo que describir como correcto en fondo y forma. El rejuvenecimiento, en general, da el pego, aunque también es cierto que hay planos en donde el rostro de Ford se asemeja a una cinemática de videojuego, porque algo sí que canta.

En cualquier caso, ese comienzo es lo mejor (o lo menos malo) que veremos. Porque luego volvemos a finales de los 60, con un Jones decrépito, aunque inverosilmente ágil para su avanzada edad (ya empezamos...), al que confrontan con una de las pifias del proyecto: Phoebe Waller-Bridge o, como toca ahora en Hollywood, la cuota de inclusividad neofeminista. La pava que se le sube a la chepa a Ford mientras éste, por exigencias del guion, tiene que tragarse su orgullo porque ella, al ser mujer, tiene respuesta para todo, sabe más que él y lo hace casi todo mejor. Y esto lo insertan sin un ápice de vergüenza y esperando que la gente no proteste. Las drogas.

No contentos, se sacan también de la manga un trasunto marroquí de Tapón. No sé si más odioso que aquél, pero desde luego haciendo méritos. Otra tontería que, si ya era cargante en la película del 84, aquí no va a ser menos. Y ya de forma ocasional, algún rostro conocido avejentado que mejor no haber visto. Porque pobre Gimli, to' pocho él, quién te ha visto y quién te ve. Que no le engañen: la tercera edad es un asco. Y... un momento. ¿Ese es Antonio Banderas?

Frente al equipo de chicos (y chica) heroicos, el rufián. Mads Mikkelsen. Quizás uno de los pocos aciertos, porque no hay héroe sin un buen malvado. Y, como dicta el canon de la franquicia, es nazi. Sí, repetitivo, pero siempre resultón. Casi con seguridad la mejor decisión de "casting". No es que sea perfecto, pero el hombre cumple razonablemente bien. Sin él, todo se derrumbaría. Lo malo es que a partir de aquí ya no hay nada bueno que resaltar.

La historia es, de primeras, demasiado larga. Más de dos horas que se hacen pesadas a poco que te quede algo de cerebro conectado. Y eso es un mal agüero, porque miras el reloj. Y cuando se mira el reloj... malo. Pero no es solo una cuestión de tamaño, que sí que importa, sino también de calidad, y aquí la película es regulera, con una acción desmedida eclipsando la historia y el desarrollo de los personajes. Porque las persecuciones, aunque interesantes al principio, terminan siendo cansinas. Y hay muchas. Demasiadas. No sé los demás, pero yo quiero saber más de los protagonistas, y no tanto "A todo gas".

Patina también el elemento alrededor del cual gira la historia, el dial, ya que rehuye cualquier origen religioso. Y eso a pocos se les escapa que queda raro. Un dispositivo que, además, da pie a un tercer acto tan flojo que, aunque no llega a los niveles de degeneración extraterrestre de la obra del 2008, sí que agrieta los cimientos en los que se sustentan las aventuras de Indy. Unas en donde lo místico tenía su protagonismo, pero nunca era revelador.

Por supuesto no podía faltar el humor cargado de referencias a anteriores entregas y a la vejez del protagonista, aunque es tan tristón y deprimente que casi se lo podían haber ahorrado (véase spoiler 2). La película, además, tiene un final horroroso, donde todo lo que sucede choca contra el canon como si fuera un muro. Entiendo que lo han forzado para dar una imagen terminal, de despedida, pero no me acaba de cuadrar. Por ello, y tras darle vueltas, concluyo que las mejores escenas son aquéllas en las que dejan solo a Jones. Como mucho, cuando lo acompañan sus enemigos (véase spoiler 3).

En resumen, nadie quiere ver a sus padres envejecer, aunque sí llegar a mayores. E Indy, para muchos, tuvo un poco de padre. No es tan horrible como la cuarta, pero sigue lejos del Indiana de la trilogía (véase spoiler 4). Nunca podrá serlo. Imagino que Spielberg piensa que ya puede morirse tranquilo (véase spoiler 5).
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spoiler:
1º) Comenzó como un rumor gateante que serpenteaba entre los comentarios de foros y blogs sobre cine. Gente con el gesto torcido a quienes no les acababa de convencer. Con las semanas, los rumores se tornaron en un ruido molesto, el de una masa que, en su mayor parte, empezaba a digerir lo que había visto en la gran pantalla, ahora ya lejos del furor inicial, y que creía que aquello no era Indiana Jones.

Con el tiempo, "Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal" (2008) se convirtió en objeto de críticas durísimas. Tantas, que hasta los irreverentes dibujos de "South Park" le dieron caña aquel mismo año, con George y Steven sodomizando al personaje del Dr. Jones. Se pueden tener premios, millones y hasta un lugar reservado en la historia del cine, pero nada de eso borra el amargor de verte retratado en unos dibujos animados violando al Dr. Jones entre gritos. Porque, sí, la cuarta entrega fue un bodrio que solo alabaron los menos aptos.

2º) Cada comentario o chiste que quiere recordarnos que está hecho una momia, no solo no hace reír, sino que deja un poso gris.

3º) Sin luchas, sin Phoebe, sin pseudoTapon y sin compañeros de geriátrico. Cuando a Ford se le permite ser Indy, lo es. Le afecta la edad, pero lo es. Pero tan pronto entra en escena savia nueva, se estropea el invento. Y no piense que exagero, porque en la película se dan unos giros asombrosos para justificar la entrada y salida de los personajes según los caprichos de Disney (o de Spielberg, que a saber cómo se reparten la cuota de poder en estos proyectos). Los "porque sí" empiezan a ser molestos... como poco.

4º) Hay momentos de una ridiculez extrema. Sin ánimo de ser exhaustivo, pero sí claro, podemos citar el momento en el que Indy sobrevive por arte de magia a una descomunal bomba que mata a todos a su alrededor; la bobaliconería de los soldados alemanes en el tren; la escena en la que Phoebe engatusa al facineroso y sus compinches en el barco; cuando empiezan a buscar la parte de la cueva con mejor eco; la inexplicable salida de la caverna de un Jones herido de bala, sin puente por donde cruzar y debiendo escalar; el niñato pilotando un avión; el delirio de los alemanes abriendo fuego desde el aire, con pistolas y ametralladoras, contra los romanos (ojo, que en Disney hay gente que cobra por dar el visto bueno a esto); las físicas y resistencias irreales por doquier, con predominio de las escenas absolutamente imposibles, ora a favor de Phoebe, ora de un Ford anciano; personajes que entran y salen del relato sin aportar nada; ...

En fin, nada que otros no hayan denunciado ya.

5º) Y de nuevo, la eterna pregunta de qué tenía de malo el final crepuscular de la tercera película. Qué necesidad había de prostituir al personaje de esta manera.
20 de noviembre de 2021
44 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando tres actores de moda y demasiado bien pagados se reúnen para rodar una película, uno solo puede preguntarse por dónde se estropeará el invento. Y no solo por los costes de producción, de los que ya hablaremos, sino porque tantos egos queriendo captar la atención del espectador puede degenerar en un batiburrillo; la clase de pastiche en donde todos reclaman una atención inmerecida. "Alerta Roja" (2021) entra en esta categoría.

Con un reparto de estrellas demasiado mediáticas y carísimas, "Alerta Roja" aspira a vender la clásica cinta de policías y ladrones pasada por el tamiz manido de las películas de compañeros. Dos tipos de personalidades opuestas, Dwayne y Ryan, obligados a formar tándem para combatir un mal superior y recuperar algo que les ha sido arrebatado. Un trabajo de originalidad nula que, además, se entremezcla con los trasiegos propios de las películas de robos, aunque aderezado con un tufillo a lo "Uncharted" o, si prefiere algo más clásico, a lo Indiana Jones. Pero todo en forma de revoltijo superficial.

El metraje resultante es una cinta que sufre de todos los males del cine de acción contemporáneo, con escenas inverosímiles, un ritmo por momentos trepidante heredero de Michael Bay, y una historia absurda, incluso ridícula, que hace aguas por doquier, pero que a nadie le importa, empezando por los propios guionistas. Porque, como se ponga a pensar en los hechos que se suceden, en lo plano de los personajes, y en los diálogos improductivos, reirá y llorará por la incompetencia y la vergüenza ajena, respectivamente.

En cuanto al trío calavera, sus integrantes se limitan a hacer de sí mismos una vez más. Dwayne hace de Dwayne en lo que podría ser su papel más estándar, genérico y multipropósito, con un personaje tantas veces ya visto en su filmografía. Reynolds repite como Reynolds, en lo que es otro ejemplo de actor encasillado para quien la interpretación consiste en enfundarse siempre la piel del mismo tipo (hola Woody Allen). Y Gal Gadot (véase spoiler 1), actriz pobre sin formación como tal, vuelve a lucir palmito y repartir leches gracias al reciclaje de su personaje de Diana Prince (Wonder Woman, si está usted algo perdido). Tenemos así un triángulo de tipos que se engañan y reparten soplamocos mutuamente en lo que parece ser una adaptación contemporánea de Carmen Sandiego, pues hoy roban en Italia, mañana en España (véase spoiler 2) y pasado en Argentina. No extraña, por tanto, que esta cinta haya sido acogida sin entusiasmo, siendo clasificada en algún periódico como un producto para ver y olvidar. Quizás se podrían rescatar algunas escenas entre Johnson y Reynolds en lo que podría describirse como un cierto juego cómico que, a veces, funciona. Pero son pocas y para nada justifican las caídas de interés masivas de una película cuya primera parte es más rescatable que la segunda.

En cuanto al dinero, la cosa se pone seria. Por un lado, varias productoras han apoquinado manteca hasta llenar el bote con $160 millones (véase spoiler 3), destacando la ya omnipresente Netflix, la del propio Johnson (Seven Bucks) y la china Legendary Entertainment (hola dictadura china controlando negocios occidentales). Una burrada de dinero que para nada se ve por ningún sitio, empezando porque $60 millones se fueron solo en pagar a partes iguales a sus tres protagonistas. Porque, efectivamente, todos ganaron $20 millones, tal y como la israelí se encargó de anunciar a bombo y platillo mientras se llenaba la boca con el adjetivo feminista, obviando, eso sí, cómo usó su entrepierna para garantizarse un matrimonio con un peligroso millonario. Dejo a criterio del lector si todos contribuyeron por igual al resultado, si están justificados semejantes salarios, y si esta pava con perfil de besugo es o no una hipócrita de manual.

En cuanto a la taquilla, y dado que Netflix censura los ingresos que logra en los cines, no hay manera certera de saber cuánto dinero está haciendo. Además, al ser un producto pensado para las plataformas en streaming, ahora hay que jugar con un nuevo concepto: número de espectadores mínimos en casa para alcanzar el equilibrio de costes. Más allá de unas declaraciones optimistas de Reynolds tras su estreno, desconozco estos datos, aunque su proyección en los cines ha sido bastante humilde. En cualquier caso, los ingresos tendrían que romper el umbral de los $500 millones para que los beneficios empezasen a enseñar la patita.

En resumen, como casi toda la basura que se rueda hoy día, no se acordará de ella pasado un tiempo. Los aficionados a los drones encontrarán en ella alguna referencia (véase spoiler 4). Un producto de calidad inferior para espectadores que defienden a martillazos la filosofía del "si entretiene, entonces es bueno". Lo malo es que tampoco entretiene mucho.
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spoiler:
1º) Como dato curioso, en España a Gadot no la ha doblado Sarah Dahan; actriz de doblaje algo polémica por su falta de vocalización y su voz gelatinosa. En su lugar han recurrido a Isabel Valls.

2º) Lo de España no merece más mención que una nota a pie de página, con una caracterización sudamericana de Valencia, un narcotraficante hortera que parece sacado de la historia reciente de Colombia, y unos guardias de seguridad españoles que hablan con un acento híbrido entre castellano y sudamericano (así, en general). Y lo de la plaza de toros y el miura digital ya es la mierda de siempre. Esta es la imagen que España tiene de fronteras para afuera. Solo les ha faltado el flamenco y la paella. La guitarra española, si no recuerdo mal, ya suena cuando el torito.

3º) Otras fuentes indican $200 millones, siendo así la película más cara de las producidas por Netflix.

4º) Al parecer, el uso de cámaras montadas en drones se usó con frecuencia, en la que es la primera película que apuesta por ellos a lo grande.
10 de febrero de 2022
46 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el pasado he contado que el personaje de Boba Fett es uno de los más icónicos del universo de "La guerra de las galaxias", con el permiso de Vader y Han Solo. Por tanto, su explotación comercial se ofrecía golosa.

Por ello, que tras el éxito de "El mandaloriano" (2019-presente), en esencia su primo-hermano, se optase por explotar directamente la vida de este cazarrecompensas, era lógico. No así tornarlo en un hazmerreír. Porque, oye, gracias a Disney hemos descubierto que Boba Fett es poco menos que un pasmarote aburrido con una lata en la cabeza.

Las barbaridades empiezan pronto. Así, en el primer episodio, con unos guionistas que los han tenido tan cuadrados como para darle un futuro a un tipo que debiera estar siendo digerido, a Boba ya se lo deja malparado (véase spoiler 1). Un momento álgido, y en principio último, para este personaje, que ha sido mancillado al ofrecerle lo peor que cabría esperar: una salvación. Y menuda salvación, porque menos épica no podía ser. Damas y caballeros, eso era el estómago de un Sarlacc y así se escapa uno. ¿De verdad? ¿En serio? Pues sí.

Pero, ojo, que nadie lo vea como un mero patinazo inicial. No, no, el despropósito solo ha empezado. Porque a continuación nos detallarán lo que podríamos describir como el renacer de Boba. Una especie de resurrección, tanto física como espiritual, en donde el cazarrecompensas más temible es sometido a una cura de humildad; una tan tediosa y ajena a su personalidad que es casi una venganza contra el mismo. Como si hubieran querido hacer borrón y cuenta nueva a base de apalearlo.

Tras aburrir al personal con multitud de sucesos que a pocos importan, lo siguiente es darle a Fett una nueva vida que no casa con lo poco que sabíamos de él, hundiendo su mito y reciclándolo en un facineroso que echa raíces. Un tipo que ha llegado al pueblo calzando sus botas de vaquero para extorsionarlo. De asesino que recorre la galaxia desintegrando peña a cacique local. Mira tú.

En este punto la historia ya desbarra, y nos ofrece una lucha de clanes mafiosos que lo mismo sirve para una película del Oeste que para otra de gánsteres de Chicago, con alianzas, traiciones y mucha, muchísima verborrea. Nunca Boba había sido tan parlanchín y tedioso mientras jugaba al reparto de barrios entre criminales.

Esto, a su vez, nos ayuda a descubrir que Boba es un pésimo líder y aún peor negociador, pues a lo largo de la serie va quedando claro que es un bobalicón que no se entera de nada, necesita asesoría permanente y está más perdido que una monja en la mansión Playboy. Al pollo de hojalata todo esto de los trapicheos le viene grande. Boba, espabila pisha, que estás acarajotao. Todo un fregado aderezado con un estilo que, si en la primera temporada de "El mandaloriano" apestaba a cine del Oeste, y en la segunda ya no se molestaban en ocultarlo, aquí ya directamente es una descarada historia de vaqueros con rayos láser.

En cuanto a los actores, estos están a la misma (poca) altura que la historia. No en vano, ninguno de los protagonistas tiene el carisma necesario para interesar, con Temura Morrison brillando por su incapacidad para dar la talla como Boba. Algo a lo que contribuye el molesto hábito de no llevar casco; símbolo casi místico del personaje que le otorgaba misterio, pero que aquí parece molestar a los guionistas.

Estamos, por tanto, ante una serie que ha tenido la valentía, herejía o estupidez, de deconstruir el personaje de Boba Fett para volver a ensamblarlo en forma de un memo aburrido, charlatán y asombrosamente contradictorio. Porque, y esta es otra, la serie acumula un buen número de incoherencias con las que acompañar a los "deus ex machina", a estas alturas ya marca de la casa Favreau.

En resumen, humillación al personaje de Fett. No se quiere entender que, con Boba, menos es más. Como con La Fuerza. Por ello, en cada episodio encontrará alguna tontería para coleccionar. Montará buen albúm. Y sí, aún duelen los ojos con esas motitos de colorines (véase spoiler 2). Gracias Favreau. Qué haríamos sin ti.
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spoiler:
1º) En los últimos episodios de "El mandaloriano" ya lo mostraron vivo, aunque nadie sabía por entonces cómo era posible.

2º) O los oídos con esos sonidos calcados de la película "Robocop" (1987) en el último episodio. No, no es el ED-209 moviendo sus pezuñas, ni Murphy enfundando su arma en el muslo, aunque suenen igual. Pero, vamos, que esto es anecdótico comparado con las mil chorradas que plagan la serie.

¿Tráfico de especia? Pues vale. ¿Cabinas telefónicas? Of course. ¿Estética cyberpunk? Aquí vale todo. ¿Un rancor domesticado? Por supuestísimo. ¿El Mandaloriano y Grogu metidos con calzador? Hay que salvar los muebles. ¿Una nave espacial de Naboo? Vivan las precuelas. ¿Una espada mágica con inteligencia propia? Y porque no han querido hacerla cantarina. ¿Mark Hamill (otra vez) con un "deaging" de cuatro décadas? L'Oreal, porque yo lo valgo. ¿Final feliz con los niños adorando al cacique local? La cocaína corría generosa ese día.
23 de agosto de 2021
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 2013, Van Damme había desperdiciado las dos únicas oportunidades reales que había tenido para levantar cabeza desde mediados de los noventa.

La primera fue "JCVD" (2008), película potable y pseudobiográfica, en donde el caballero hacía de sí mismo durante un atraco con rehenes. En ella destacó por un soliloquio usado para pasar revista a algunas miserias personales. No es que el belga se hubiera hecho un buen actor de la noche a la mañana, pero se agradecía que dejase en dique seco al paleto que repartía coces. No obstante, aquello se quedó en agua de borrajas, quizás por una taquilla que no acompañó, por lo que Van Damme retornó a su erial plagado de productos infames.

Años después, en el 2012, Stallone lo rescató para "Los mercenarios 2". En realidad era la segunda oferta que Sly le hacía, porque el belga había sido lo bastante subnormal como para rechazar un papel en la primera entrega que Sylvester había estrenado dos años atrás. Cuenta la prensa que porque no quería perder una pelea en la pantalla frente a Jet Li (véase spoiler 1). De todas formas, su papel era tan burdo que tampoco lo propulsó lejos. Con semejante incapacidad para aprovechar las ocasiones, Van Damme se volvió a ver donde siempre.

En el 2013, sin embargo, el azar le plantó en la puerta una oportunidad que, sorpresa, volvió a desaprovechar. En concreto, el fabricante de camiones Volvo quiso demostrar la estabilidad de su sistema de dirección, por lo que le ofreció hacer un anuncio de televisión. La idea era que Van Damme se marcase un "spagat" entre dos camiones desplazándose en paralelo y marcha atrás. Todo ello con la canción "Only time" de Enya de fondo. Si usted piensa que esto era una propuesta lisérgica, no está equivocado. Pero la frikada salió bien.

Rodada en España, en el aeropuerto de Ciudad Real, tuvo el honor de ser el último uso que se le dio a esa infraestructura (véase spoiler 2). Por su parte, Van Damme cumplió, y logró la escena a la primera. Lo más curioso es que el anuncio, no solo fue emitido en las televisiones de todo el mundo, sino que recibió una cobertura mediática notable para tratarse de mera publicidad. Los responsables de la campaña jugaron bien sus cartas, y el nombre de su protagonista volvió a estar en boca de todos.

Mas, pasada la fiebre del momento, Van Damme regresó al baúl de los recuerdos. Su hábito de aceptar cualquier bazofia que le pongan por delante, unido a una filmografía marcada por el fracaso desde hace un cuarto de siglo, hacen de él un actor con pocas posibilidades de retornar por la puerta grande.

En resumen, Van Damme rentabiliza el "spagat" por última vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1º) Este tío es gilipollas, por Dios bendito. ¿No puede alguno de sus hijos aconsejarlo mejor?

2º) El aeropuerto privado de Ciudad Real es un perfecto ejemplo de estupidez gestora y dinero tirado a la basura. Inaugurado en el 2008 como una alternativa al aeropuerto de Barajas, solo operó entre el 2008 y el 2012. Costó 1100 millones de euros, y solo dio unos resultados interesantes durante los primeros meses, y siempre muy por debajo de las expectativas fantasiosas de sus responsables. No le faltaron escándalos por su gestión, así como un estudio de rentabilidad que no dio una derecha. A ello se sumó la crisis del 2008. A los dos años de ver la luz ya estaba considerado un aeropuerto fantasma.
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