Cómo molan los juegos del hambre, tía, salen mandriles asesinos y todo. Y qué bien le queda la sombra de ojos a Lenny, casi tanto como las pústulas que provoca la niebla de LOST a Jenny o la melena a Woody.
Menos mal que el equipo de vestuario y maquillaje contrató a MUGATU para la faena, lástima que este nunca contrate a Zoolander salvo para matar micronesios, habríamos tenido la comedia del año entre los ataques de ansiedad de la chica del arco al cazar pavos y la milagrosa agua de la isla giratoria.
También se echa de menos en este remake sin niños japoneses la inconmesurable presencia de Takeshi Kitano, pero hay que reconocer que Donald (otra vez, desgraciadamente, no hablamos del entrañable pato sin logopeda que tantas sonrisas nos ha sacado) sangra muy bien por la boca (incomprensible secuencia, seguramente un complicado guiño cinéfilo).
Es sorprendente el tratamiento de la violencia en esta película, tan pronto homenajean la gestión de Cristina Cifuentes en el Madrid de Ana Botella como te sustituyen las muertes de los participantes en los juegos por pantallazos en el cielo con los muertos e infumables planos de los melosos protagonistas mirando al frente en sus trajes de X-MEN (saga de nuevo homenajeada en uno de los trajes que lleva Donald Magnetoland).
También sorprende la ligereza de cascos de la insufrible prota (quien tuviera jeringas con tranquilizantes siempre a mano, eso sí) que tan pronto se separa de su ¿hermano? a lenguetazos como se acuesta con su novio ficticio, que por cierto se besa con el guaperas de turno en un muy bien fingido desmayo.
No sé como le pongo un 4 si tiene de todo la película.

Aaaahora escucha el remake de mi vida de como Guy Ritchie se cargó mi movida, sin comerlo ni beberlo llegué a ser el chuleta de un barrio llamado Agrab-air... 
Muy al fondo en una cueva crecía y vivía sin hacer mucho caso a la profecía
Un pringado que no daba miedo era jafar, y Aladín se dejó engañar
Circonio en bruto me frotó y entonces de la lámpara salí yo:
Tres deseos amo te concederé
Después de afeitarle y darle una ducha le dige corre lígate a la princesa flacucha
El pobre Al no sabía ni hablar así que tuve que actuar
Montado en la alfombra que olía a cuadra el tío cantó el karaoke del amor
Ya por fin se enfrentó a Jafar me daba mucha lástima le dejé marchar. ¡Ah! 

Willy Wonka, hasta arriba de chocolate se sube a un gusano. Así transcurren 17 horas de metraje en los que la cámara nos muestra como sus ojos van cambiando de color hasta conseguir la mirada Acero Azul que conquista a Mary Jane Watson.

En ese momento, el monstruo Bu (excelente interpretación del sobrino de Jon Malkovitz) se pide un menú de casquería para llevar. Este hecho enfada tremendamente a los "Veganos del desierto" qué ponen la música muy alta todo el rato para despistar a sus enemigos y así derrotarlos gracias a su danza "hasta el suelo".

Por último, muere mucha gente que lleva trajes demasiado provocativos para la censura de la época y Willy Wonka puede fundar su imperio chocolatero sin competencia ninguna.

En definitiva, una muy buena película si te gusta la danza contemporánea y el humor costumbrista.

Lo mejor: el cameo de el gusano de star wars y las pegadizas letras de las canciones del musical.

Lo peor: el anuncio de colonia de 37 horas que introduce el director (muy sutilmente) cada vez que uno de los actores grita "Jehová" y que no sale Sting.

Cuando eres un ex-surfista de los buenos, sólo temes una cosa: a tu exmujer. Hasta que empiezan a llover tiburones.

Cuando eres la exmujer de un ex-surfista de los buenos, solo temes una cosa: "¿se me notará la operación de pechos?". Hasta que empiezan a llover tiburones

Cuando eres el mejor amigo de un ex-surfista de los buenos, solo temes una cosa: dejar de gustarle a las menores de 18. Hasta que empiezan a llover tiburones.

Cuando eres la hija de un ex-surfista de los buenos solo temes una cosa: no parecer mayor que tu madre. Hasta que empiezan a llover tiburones.

Cuando eres el hijo de un ex-surfista de los buenos solo temes una cosa: a tu monitora de vuelo. Hasta que empeizan a llover tiburones.

Cuando eres una chica guapa camarera de un bar con una misteriosa cicatriz en la pierna, solo temes una cosa: al viejo verde de solo en casa. Hasta que empiezan a llover tiburones.

Cuando vives en una residencia de ancianos junto a un aeropuerto, porque los ancianos están sordos, solo temes una cosa: que no queden natillas en el menú. Hasta que empiezan a llover tiburones.

La mejor película de tiburones voladores de la HISTORIA.

Tras ver este desconcertante psicodrama con chistes de puertas, decidido a hacer un intrincado y minucioso análisis de sus virtudes y defectos, abro spotify dispuesto a dar con la música más apropiada para esta ardua tarea que sustituye a una ronda de chupitos en el bar de Milagritos.

Y, ¡oh!, los pelmazos de Spoti me recomiendan listas disparatadas que van desde "baila reggaeton!!" a "Hipster House Party". Pues muy bien, me pongo "de after", que seguramente es como se escribió este guión. De after hasta arriba de sustancias y escuchando minimal. MINIMAL. GYLLENHAAL.

Con la machacona melodía que golpea mi cerebro cabría esperar que esta reseña fuere repetitiva y delirante, como encontrarte con tu réplica viendo una comedieta de tres al cuarto que te recomienda tu compañero de trabajo el cuñao. Algo que le puede pasar a cualquiera pero que es casi tan infrecuente como que una película te despierte el interés por la novela en que se basa porque hay un halo autoril en cada segundo de metraje, palabra que me subraya el editor de texto web de chrome, mostrando su ignorancia y también su humildad al subrayar su propio nombre también. Esos extraños pestañeos de la cámara al ritmo de la música, ese "eyes wide shut" bocabajo, esa neblina eterna nos dicen hola qué pasa quieres colarte en el edificio pero llegas un segundo tarde, tontolaba. Y te quedas ahí como un tonto, pero por suerte no hay nadie que se ría de ti o que se siente en un banco a tu lado y te llame profe al oído mientras estrellas tu coche pisando una araña con un anillo en la mano.