Haz click aquí para copiar la URL
España España · sevilla
You must be a loged user to know your affinity with Jlamotta
Críticas 126
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de diciembre de 2012
286 de 444 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi diez años después de la multipremiada The Return of the King, por fin nos llega The Hobbit, donde se narra la misteriosa aventura que Bilbo, Gandalf y trece enanos protagonizaron sesenta años antes de la ya mítica historia. Me alegro profundamente de que Peter Jackson haya podido hacer el film como le ha dado la real gana, ya que en su día entendió y adaptó de manera soberbia The Lord of the Rings. Tal vez ese haya sido el mayor impedimento al que Jackson haya tenido que hacer frente:el recuerdo del gran público de la exitosa trilogía. De hecho, algunos críticos americanos se han quejado públicamente de que The Hobbit y The Lord of the Rings son diferentes, que no comparten ese gusto por la oscuridad que si poseían las películas protagonizadas por Elijah Wood, Viggo Mortensen y compañía. La respuesta es bien sencilla:mientras que una es un relato épico lleno de muertes gloriosas y espectaculares batallas, otro es un cuento infantil que trata sobre el complicado proceso que atraviesa un niño (o adolescente) hasta que se convierte en un hombre. Las novelas referentes al Anillo Único están repletas de duro belicismo, del triunfo de la oscuridad sobre el bien (en un principio), del esfuerzo sobrehumano que la naturaleza nos exige para mantener el orden de las cosas. En cambio, en The Hobbit prevalece la aventura, la fantasía y el humor sobre los grandes conflictos armados (ojo, que también los hay). Por lo tanto, aunque ambas tengan mucho que ver entre si temáticamente, compartan personajes, tramas y mundos, hay que dejar claro que el tono es algo diferente, cada una en su estilo, aunque nunca olvidando que el director es el mismo y es justamente eso lo que les otorga a ambas un sabio y justo equilibrio de género. Sin embargo, habrá discusiones entre los lectores apasionados del libro y los que no han leído una sola página de la magna obra de Tolkien. Jackson construye su film como un excitado homenaje a sus fans y a él mismo, cosa que no ocurría (al menos no de forma tan rotunda y descarada) en The Lord of the Rings, mucho más abierta a todo tipo de público. En The Hobbit, quien no se haya leído las novelas o, por lo menos, no tenga frescas las tres películas anteriores, se sentirá perdido por momentos ante la avalancha de relatos antiguos, fechas, nombres y lugares a los que se hacen referencia. Por otra parte, los enamorados de las líneas escritas hace más de setenta años por el autor de El Silmarillion, se encontrarán completamente en su elemento, disfrutando cada referencia, broma privada o detalle como si fuera el último.

Y es que quien haya leído The Hobbit sentirá la misma ilusión, emoción, peligrosidad, riesgo y sensación de aventura en el film de Jackson, que ejecuta la novela original a modo de storyboard narrativo, convirtiendo la literalidad en una de sus armas más poderosas. De nuevo acierta el orondo realizador al plasmar su visión poética, preciosista y detallista hasta la extenuación, como ya hiciera años atrás. Tanto él como Fran Walsh y Philippa Boyens, dan con la tecla visual adecuada otorgando a Andrew Lesnie un bello material sobre el que lucirse. Lesnie vuelve a demostrar un dominio de la luz apabullante, con una combinación de luminosidad casi cegadora en Rivendel para contrarrestarlo posteriormente con la oscuridad y el aire viciado de las montañas de los orcos. Ver el film parido por Jackson guarda cierta similitud con volver a ver a un viejo y buen amigo del que hace años que no sabías nada de él, todo resulta familiar pero novedoso a la vez, con esa sonrisa tonta en la boca (reconozco que era la mía durante la proyección) del que no sabe que decir ni que hacer ante lo que le están mostrando. Volver a ver a Gandalf, a Bilbo, a Frodo (brevemente, eso si), a Gollum (genial, como siempre) la Tierra Media, la Comarca...si hasta produce risa tonta reencontrarse con el malvado Saruman! En este aspecto cabe destacar el gran acierto en la elección de Martin Freeman como Bilbo. El Watson de la maravillosa Sherlock de la BBC dota a su Bilbo de un humor y comicidad británica muy infantil y desastrosa, dando fe de que para el personaje supondrá un verdadero reto dejar atrás la niñez para entrar de lleno en la madurez y el mundo de las responsabilidades individuales. En este sentido, es interesante el punto de vista que tanto Tolkien como Jackson (y estoy seguro que del Toro también) comparten sobre la adolescencia, la timidez y el temor patológico al exterior que roza la agorafobia. Para Bilbo, la Comarca es su hogar y no ve más allá de ello. Tiene su vida resuelta y disfruta de siesta, comida, bebida, libros y buena hierba. ¿Para qué salir al exterior a vivir aventuras si puedes leerlas cómodamente desde el salón de tu casa y dejar volar tu imaginación? Muchos de nosotros nos hemos visto en esa situación a menudo (en otros ámbitos, obviamente) y en un mundo donde una gran parte de la población vive esclavizada por sus consolas, la motivación es un elemento clave. Nada motiva, nada parece lo suficientemente importante en un lugar donde se va de mal en peor, donde nunca ocurre nada destacable. Bilbo experimenta lo mismo, una continua hibernación casera en donde corre el riesgo de que un trastorno puntual en su vida pueda transformarse en una ansiedad y un malestar crónico de larga duración. Tolkien nos dice que solo la pura aventura aleatoria y sin sentido puede sacarnos de nuestras aletargadas existencias, solo el riesgo, la curiosidad por lo desconocido, un acercamiento a tierras extrañas. Y Bilbo, como hará Frodo años después, cae en las redes de la locura por el misterio para introducirse de lleno en ella, para nuestro total disfrute.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero lo que realmente es The Hobbit es un precioso cuento fantástico lleno de enigmática magia, impresionantes escenas de acción, persecuciones al límite, valerosos enanos, pérfidos orcos, enormes bestias, enérgicos magos, gigantes de piedra y una desbordante inventiva de ensueño donde todo es posible. En este caso el macguffin no puede partir de una raíz más aventurera y clásica:la recuperación de un tesoro que un endemoniado dragón robó a los enanos hace años, desterrándolos de su hogar y despojándolos de su bien más preciado, su dignidad. Una historia sencilla presentada y desarrollada de forma magistral, logrando que volvamos a creer en los cuentos de espada y brujería, en las películas de piratas, en los westerns, en los géneros cinematográficos y literarios más naturales que existen. Si David Lean hubiera dirigido alguna vez un film con orcos, enanos, elfos y magos, sería este sin duda. Lean, experto en superproducciones de su época como Lawrence de Arabia (1962), Doctor Zhivago (1965) o The Bridge on the River Kwai (1957), era conocido por su envidiable manejo de los tempos cinematográficos en proyectos de metraje considerablemente largo. Alternaba diálogos con batallas, calma con caos, muerte y vida, de forma única, siempre creíble, conociendo los gustos del público y, sobre todo, su capacidad para entretenerse o aburrirse con lo que se le muestra. Jackson, salvando unas mínimas distancias, disecciona y muestra sus cintas con una estructura similar, pendiente de intercalar la acción necesaria en el momento justo para que los momentos calmados sean dignos de toda nuestra atención. Aparte, vuelve a exhibir su pericia como director en espacios abiertos y grandes dimensiones, puliendo un estilo mil veces imitado desde que se estrenó The Fellowship of the Ring (2001), destacando unos grandiosos planos aéreos en movimiento y unos travellings estética y formalmente llamativos. Porque en The Hobbit, a pesar de que la comparen erróneamente en ese sentido con cualquier film de la trilogía original, hay acción, mucha acción y, lo mejor de todo, muy buena. Para el recuerdo quedan los enfrentamientos contra el Rey de los orcos, la pelea de los gigantes de piedra o las siempre impresionantes acometidas de las águilas invocadas por Gandalf. En estas escenas cobra importancia un elemento diferencial en las películas de Jackson:el montaje. En esta ocasión el director neozelandés vuelve a contar con Jabez Olssen (ya trabajó en The Two Towers como montador adicional) para esta titánica empresa, sin duda la más complicada y la menos reconocida a nivel general. Y la verdad es que se puede apreciar una mayor precisión narrativa, una agilidad de montaje que cobra tanta importancia o más que el propio guión, mezclando con sapiencia planos rápidos y cortos con otros largos y contemplativos (en el mejor sentido de la palabra) para que la escena en cuestión adquiera vida propia y no se note la manipulación del hombre en ella. Como también vuelve a sobresalir Howard Shore con una partitura que merece todos los calificativos positivos que se os vengan en mente:contundente, bella, lírica, profética (en referencia a The Lord of the Rings), épica...y con un tema principal que si bien no es tan fácil de tararear como el que todos recordamos, es digno de pertenecer a esta nueva saga. Cabe destacar la inclusión de las famosas canciones de la novela, tan emblemáticas para los enanos y que aquí han sido usadas para comprimir ciertos momentos en uno solo, como la sobrecogedora Misty Mountains que entonan antes de partir hacia lo desconocido.

Mi crítica completa en http://medinamag.com/2012/12/the-hobbitla-pelicula-de-enanos-orcos-y-magos-que-hubiera-firmado-david-lean/
3 de abril de 2014
157 de 222 usuarios han encontrado esta crítica útil
A primera vista, puede parecer descabellado pensar en Darren Aronofsky como autor de un biopic basado en el personaje bíblico Noé. Su estilo tirando a artificioso, exagerado a veces y tremendamente visual siempre, puede chocar con una historia que quizás reclamaba un poco más de serenidad y calma, incluso reflexión. Pero, repasando la carrera del director estadounidense, tal vez sea una decisión lógica después de todo. Porque el tema central del discurso cinematográfico de Aronofsky es la obsesión, en todas sus vertientes. Pi, fe en el caos y su obsesión por el descubrimiento de lo nuevo. Réquiem por un sueño y su obsesión por las drogas. La fuente de la vida y su obsesión por el amor. El luchador y su obsesión por las segundas oportunidades. Cisne negro y su obsesión por el éxito. En manos de Aronofsky las simples motivaciones del personaje se transforman en psicosis, afectan a su forma de vida modificando por completo su visión del mundo que les rodea. ¿Y qué es la historia de Noé salvo la obstinación de un hombre por cumplir la voluntad de Dios pase lo que pase, caiga quién caiga? Porque ese es uno de los grandes aciertos del director de El luchador, convertir el motor de la historia, el detonante, en el todo y más allá. Nos interesa Noé como persona incluso más que como personaje por su tratamiento cercano, casi documental al mismo. Somos testigos de su progresión, en ningún momento se nos esconden sus defectos ni sus carencias como hombre. No estamos presenciando la historia de un Dios ni de un elegido para la causa, sino la de un hombre temeroso que se agarra a sus creencias con todas sus fuerzas ante la falta de oportunidades y opciones. Es el relato de un hombre y su fe, que llevará hasta las últimas consecuencias. Es la cercanía con el personaje la que nos permite encarar con otros ojos una historia que la mayoría conocemos de memoria, pues incluso en los momentos oscuros la cámara permanece frente a él, radiografiando minuciosamente al monstruo que lentamente va mutando ante nosotros. Y, a pesar de tratarse de un cuento de la Biblia, hay alicientes en ella para los no creyentes pues la película no deja de ser una tremenda historia de amor, de superación personal, del hombre contra los elementos. Sinceramente, no veo motivos para la discusión ni para la polémica que ha generado debido a su contenido religioso. En lo referente a su literalidad o no de la Biblia, sus licencias, su flexibilidad argumental...vamos, se trata de un relato religioso aparecido en el mayor libro de ciencia-ficción de todos los tiempos, al menos en su trascendencia e influencia en la humanidad. La fuente original está poblada de metáforas, parábolas, mitos, leyendas, sinécdoques o fábulas para posibilitar la fácil comprensión de la doctrina cristiana. Por lo tanto, tiene el mismo sentido enfurruñarse porque haya ángeles convertidos en rocas que por la exclusión de Tom Bombadil de la trilogía cinematográfica de El señor de los anillos (incluso tiene más sentido esto último...). Y quién esto escribe es creyente en lo referente a un ente superior, llamémoslo Dios o simplemente fe, pero las sagradas escrituras están repletas de serpientes parlanchinas, mares abiertos o palomas venerables. Es decir, figuras. La exageración es un modo de realzar el relato y, puesto que todo es muy interpretable, no veo lugar para una discusión sobre la exactitud de la película de Aronofsky respecto a literatura.

De hecho, entiendo más las controversias originadas con La última tentación de Cristo de Scorsese o La pasión de Cristo de Mel Gibson. La pasión de Cristo, curiosamente, sigue a rajatabla los pasajes de la Biblia en los que se basa, decidiéndose por mostrar la violencia relatada en todo su esplendor, sin cortapisas, sin apartar la mirada. Obviamente, una versión tan violenta (y excelente, por otra parte), aunque fuera supuestamente respetuosa con el material original, no está bien vista en una sociedad mojigata como la nuestra donde la censura y las restricciones a los videojuegos, el cine o el arte en general son más duras que las sufridas por los verdaderos delincuentes en la vida real. La última tentación de Cristo es directamente una maravillosa salvajada que trasciende cualquier análisis religioso, donde los límites solo los marcan la imaginación y el excepcional talento narrativo de Scorsese y Schrader. Pero, como digo, son casos más radicales de adaptaciones bíblicas. En realidad, lo que más me llama la atención de este ambicioso proyecto es la producción a lo Jerry Bruckheimer que parece estar inspirado en las historias bíblicas de los Simpsons (particularmente en el fragmento de Bart sobre David y Goliat). Por unos instantes, Aronofsky abandona el tratamiento del hombre y transforma al personaje en un héroe de acción made in Hollywood, sin escatimar en una grandiosidad y espectacularidad que se agradece por momentos, pero que resulta excesivamente pomposa en otros debido a una carga épica momentáneamente innecesaria. Ya conocemos los delirios de Aronofsky, un director que elige el exceso antes que la contención. Y, aunque eso le penaliza en ocasiones, también es justo decir que sus transiciones entre escenas son de una gran belleza, dando fe de un soberbio uso de colores extremos y vivos que dotan de una extrañeza visual (para este tipo de producciones) a localizaciones, escenarios e incluso objetos inanimados. Es el toque autoral y personal del director de El cisne negro el que aflora en un montaje de unos tres minutos sobre la creación de la vida en el planeta, dando pie a una verdadera obra de arte que funciona asimismo como sobresaliente cortometraje, apoyada en una majestuosa pieza musical de Clint Mansell. Aunque también es de justicia reconocerle a Russell Crowe su sólida interpretación de Noé, captando sin aparente esfuerzo su debilidad, su grandeza, su caída a los infiernos de la locura y, como no, su humanidad.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por algo Crowe es uno de los mejores actores del actual panorama americano. No hay papel que no pueda interpretar.

Noé consigue un punto de distinción respecto a la fuente original en donde el héroe está encarnado por un solo hombre y la humanidad es descrita como despojos que no merecen salvación alguna. La interpretación de Darren Aronofsky y Ari Handel es diferente, pues se incluye a Noé en el grupo de los villanos, si bien no a priori. Todos los villanos son humanos. Todos los humanos son villanos. Más bien, todos los humanos son humanos, imperfectos. Es decir, no existe el héroe puro que salvará la bondad de la humanidad. No hay lugar para héroes limpios de espíritu pues todos tenemos nuestras debilidades y nuestra propia balanza de lo correcto e incorrecto. El propio Noé sabe que para llevar a cabo el gran plan que le ha sido encomendado, tiene que dejar atrás a cualquiera que se ponga entre él y el arca. Una pareja de cada especie animal, su familia y él. Nadie más. Es más, la interpretación de su "comunicación" con Dios es que la humanidad debe ser erradicada ya que la tierra no pertenece al hombre sino el hombre a la tierra. Eso transforma a Noé en el villano número uno de la película al final del segundo acto, totalmente ido, apartado voluntariamente de su gente y sus valores, adoptando los que su inquebrantable fe le transmite. Pero, y esto es un mensaje del film más que de las escrituras, cada uno guardamos en nuestro interior a nuestro propio Dios. Porque, llegado el momento, la capacidad de decisión nos pertenece y nuestros actos solo nos representan a nosotros mismos. Lo vemos en Noé. En uno de sus hijos. En su hijastra. Todos tienen sus propios planes y, aunque abracen la misma fe, llegado al extremo de quemarse o saltar, todos (o casi todos) elegimos saltar. No hay uniformidad de criterios a la hora de determinar qué es bueno y qué es malo. Es cierto que existen unos valores comúnmente aceptados pero, debido a nuestra condición de propios dioses, la interpretación es altamente particular y personal. Por supuesto, después del error tiene lugar la tradicional culpa cristiana, esa que nos obliga a sentirnos mal por disfrutar, por reír, por simplemente vivir mientras otros lloran y mueren. Una locura. Pero, si para algo sirven las exageraciones de Aronofsky y Handel es para situar en la picota el fundamentalismo religioso, independientemente de sus creencias. ¿Hay qué llegar al modo paranóico de Noé? ¿Hay qué conformarse con lo mundano y lo austero hasta el extremo cómo Matusalén? ¿Hay qué seguir a rajatabla unas palabras escritas haces miles de años por vaya usted a saber quién, pisen a quién pisen? Eso es común a todas las religiones, pues todas tienen su espacio y lugar para radicales sedientos de sangre y adoraciones. Pero, si hubiera que formular una pregunta después del visionado de Noé, al igual que después de leer el relato original, sería ¿Merece la vida el ser humano? Sin necesidad de basarme en Noé respondo que no pero también admito mi hipocresía porque, aún sabiendo la respuesta, no me quito la vida. Como el resto de humanos. Todos hipócritas, pero vivos. Todos vemos las maldades e injusticias de este mundo pero nos apañamos para sobrevivir con nuestra bonita venda en los ojos, en una constante huida hacia delante. ¿Y en lo referente a la película? Todo se resume en la relación entre Tubal-cain y Ham. Incluso en el arca donde se supone que habita la salvación de la humanidad, el último vestigio de fe del ser humano, el mal y la traición se abren paso. El ser humano es nocivo para lo que le rodea y para si mismo, nace malo por naturaleza. Tal vez sea por este motivo por el que el casi notable film de Aronofsky ha levantado ampollas. Ha realizado una crítica a la Iglesia, el ser humano y sus valores usando lo que más venera el planeta en la actualidad:los dólares de Hollywood.

@Jlamotta23
4 de febrero de 2011
121 de 155 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fieles a su anual cita con el séptimo arte, aquel que no dejan de glorificar con su presencia, se presentan los hermanos Coen con esta tragicomedia ambientada en el antiguo Far West. Subrayo lo de ambientada porque, de aquella salvaje y sangrienta época selecciona las características menos típicas y usadas en el cine, y nos la presentan como un mundo donde el Saloon, la prostitución, los jinetes pálidos o los sin nombre no tienen cabida. Sin embargo, los paisajes nevados, la mujer, el diálogo y el heroísmo poblan plano por plano las hermosas imágenes con las que, una vez más, nos engatusan hasta caer rendidos ante un talento que a medida que pase el tiempo se convertirá en legendario y digno de estudios y dossiers.

Ante la incipiente llegada de westerns crepusculares como El asesinato de Jesse James, Appaloosa u Open Range, los creadores de El hombre que nunca estuvo allí, dan las riendas de su poderoso caballo a una niña de 14 años que ha perdido a su padre a manos de un despiadado y estúpido asesino. En cualquier otra historia los cazarrecompensas irían como frías máquinas de matar a por su presa y su consiguiente paga extra. Aquí simplemente se limitan a cumplir con su trabajo sin más pasión que ganar unos cuantos dolares, vengan de donde vengan. Y no solo eso, sino que es la niña quien los contrata (por lo menos a uno de ellos) y, para más inri, los acompaña a la fuerz para proteger su inversión. Así es, el supuesto sexo débi se erige aquí en hilo conductor y a su vez, impulsor de la trama. Eso del cowboy solitario y callado ha pasado a mejor vida para dar protagonismo a una niña, un viejo borracho y un estricto Ranger de Texas. Ellos contra el asesino. Contra su banda. Contra la maldad. Contra el viejo y salvaje Oeste tal como Eastwood, Ford o Peckinpah lo concibieron.

Los hermanos parecen evolucionar en cada película su peculíar y único estilo cinematográfico con ese barniz tan europeo para, sin embargo, presentar después films profundamente americanos. De la buena mezcla solo salen excelentes resultados. Tecnicamente perfectos, aquí dan una lección de como introducir una historia y crear interés al espectador en tan solo 60 segundos con el escalofriante prólogo (por la parsimoniosa voz en off que nos pone en situación) acompañado de un torrente visual con aspecto formal de boceto hecho en carboncillo. Como ver abrirse una flor en primavera. Los personajes son presentados modelicamente y nos dejan anticiparnos a la personalidad posteriormente desarrollada de cada uno de ellos. Bridges, como siempre el mejor de la función(cuidado Colin Firth, igual tartamudeas de verdad en los Oscar), nos es mostrado por primera vez en una letrina escuchando tan solo su indescifrable habla a traves de ella, "ocupándose" de sus asuntos.

Sigo en spoiler sin ser spoiler por falta de espacio
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Damon, al que cuesta acostumbrarse verle con ese bigote, sentado en la entrada de una pensión pies en alto, pegado a una columna tan recta como su moral y sentido del deber. Sobran las palabras para describir la primera escena con ese prodigio infantil que es Hailee Steinfeld, con apariencia de haberse curtido en mil batallas, tanto personaje como actriz.



Cada vez estoy más convencido de que los Coen no son de este tiempo, que sus encuadres, puntos de vista, diálogos, tempo narrativo y demás elementos hubieran encajado perfectamente en los 40 o 50. Compartiendo cartelera con Hanks, Capra, Ford o el mismo Hathaway, cineastas con un sello clásico que han trascendido décadas para seguir influyendo de alguna u otra manera en los cineastas actuales. Dentro de ese gran hotel que es la maquinaria industrial de Hollywood, pero sin compartir habitación con ella, encerrados en el trastero creando poesía y lirismo audiovisual para, por ejemplo, abrirnos de nuevo las puertas de la era de los cowboys a traves de la partida de un tren, dejando paso a un nuevo mundo con olor a viejos recuerdos.

Este no remake del Valor de Ley de 1969 (ellos mismos recalcaron que se han basado en la novela original de Charles Portis) por el que John Wayne ganó su único Oscar, también destaca por la banda sonora de Carter Burwell, con melodías de fácil digestión que hace posible que rapidamente nos identifiquemos con el lugar que se nos ha sido presentado como inóspito mientras sus notas de piano nos dicen que tampoco hay tanto de lo que preocuparse, que cualquier tiempo pasado no solo no fue mejor, sino que fue más peligroso. Fotografía muy cuidada que consigue su objetivo de resaltar a traves de la luz, los aspectos interiores del trío de viajeros. Todo para llegar a la conclusión de que cuando el único interés es contar una buena historia sin pretensiones, se consigue transformar esa supuesta sencillez en algo grande, muy grande, que nos cala tan dentro como una bala alojada en el pecho tras un disparo a quemarropa por el peor de los bandidos.
27 de abril de 2011
105 de 138 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace mucho tiempo que Marvel Studios encontró una fórmula casi indestructible para adaptar a sus famosos héroes a la gran pantalla. Protagonista conocido arropado por unos secundarios apetitosos, presupuesto desmesurado, sentido del humor muy blanco y que la historia no moleste mucho. Así surgieron las franquicias de Iron Man, Spider Man, X-Men, Fantastic Four o Hulk, por citar solo algunas de sus muchas adaptaciones. Mismas pautas, desiguales resultados en taquilla por lo que, si es necesario, se recurre al reset de la saga como ha ocurrido con el film protagonizado por La Masa. Misma suerte correrán en breve el Hombre Araña y los mutantes. La cinta que nos ocupa, Thor, no es una excepción, convirtiéndose así en un producto realizado y destinado para consumo rápido, muy cuidado visualmente pero carente de alma, profundidad y, paradojicamente para tratarse de El Hombre de Hierro, de fuerza.

Decía Spielberg que el público sale contento de la sala si le proporcionas un gran arranque y un gran final, obviando el nudo de la historia. El libreto de Mark Protosevich procura que así sea pero los primeros minutos ya dejan constancia de lo que nos espera en el resto del metraje: un humor blanco como la nieve, un protagonista con el que es arduamente complicado identificarse y una estructura previsible y poco trabajada. El prólogo no impresiona ni despierta interés alguno. Es más, desde ese momento, hasta el espectador menos avispado puede discernir que va a ocurrir. Las referencias visuales a El Señor de los Anillos no hacen más que recordarnos la brillantez de la saga dirigida por Peter Jackson y lo impersonal que luce el universo localizado en Asgard.

Sigo en spoiler pero no es spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No puedo dejar de pensar que la finalidad de escoger a Branagh como director del proyecto es que es bastante más económico que Bay, Emmerich o Favreau y su cartel entre los cinéfilos provocará que este sector, generalmente reacio a este tipo de películas, acuda sin demasiado recelo. Poner al mando a cualquiera de los directores anteriormente citados hubiera proporcionado el mismo rendimiento pero seguramente la crítica sería más dura ya que ninguno de ellos ha dirigido Hamlet, Enrique V o Much Ado About Nothing. Branagh comete el error de pensar que Thor y su familia son proclives a la comparación con Shakespeare, que son moldeables para verter en ellos su obsesión por el dramaturgo inglés. Ciertamente, podría haber sido así pero la torpeza del guión no deja mucho margen de maniobra al interprete de The Boat That Rocked. Suele decirse que el villano de la función resta o dota de envergadura al conjunto y, desde luego, el Loki de Tom Hiddleston fracasa estrepitosamente, ya que nunca se percibe lo suficientemente poderoso o hábil para malograr el rutinario éxito del bravo guerrero.

Chris Hemsworth ,cero en carisma, carga casi todo el peso interpretativo del metraje pero palidece frente a Hopkins, Portman o Skarsgard. Si no fuera por el trabajo de los secundarios (más un irreconocible Idris Stringer-Bell Elba), el australiano quedaría retratado por un papel protagonista que le viene grande y al que no aporta nada más que alguna sonrisilla de Bad Boy y un par de gritos. Por otra parte, la oscarizada Portman nos sorprende haciendo un rol poco frecuente en ella, la "chica de", y nos deja con la sensación de que se ha desaprovechado un papel que podía haber sido más jugoso. Moraleja y moralina van cogidas de la mano en ese torpe mensaje pacifista que parece elaborado por el hijo de Obama en estado sonámbulo. Pero no todo es malo. La dirección de arte y los efectos especiales son espectaculares y se agradece el intento de aportar algo al uso del 3D. Por momentos es entretenida y percibes profesionalidad en cada fotograma, aunque carezca de pasión.

Marvel ya cuenta con otra franquicia en la pista de lanzamiento y ahora solo queda confirmar la trilogía, contratar a un Duncan Jones o un James Gunn para las secuelas, reclutar más secundarios de calidad y amasar dinero con muñecos, videojuegos, dvd,s y merchandising de lo más variopinto. No se les puede culpar de dar a la industria lo que ella misma les ha enseñado. Próxima parada: The Avengers.
18 de julio de 2012
104 de 138 usuarios han encontrado esta crítica útil
Christopher Nolan revolucionó el cine comercial de acción y aventura hace siete años con Batman Begins apostando por un tono sombrío, serio y oscuro alejado del condescendiente tono general de la mayoría de productos veraniegos sobre superhéroes, que tendían a infravalorar la inteligencia del espectador sirviendo un producto sencillo, asequible y masticado directo al paladar. Con The Dark Knight (2008) no solo dio un paso adelante en esa revolución sino que asentó las bases para futuros creadores de como se debe presentar y mantener a un villano en pantalla sin caer en el maniqueísmo ni la moralina. Muchas películas recientes han bebido de ese éxito (Un ciudadano ejemplar, X-Men Origins, Código Fuente, etc) pero ninguna ha conseguido igualarlo. Llegados a este punto, en el 2012, siete años después de liderar ese nuevo movimiento cinematográfica que ha cambiado las bases del cine comercial, Nolan se encuentra con que su máximo contrincante es él mismo. Solo puede competir contra su propio talento en esta tercera aventura del hombre murciélago, por lo que el listón está altísimo. Casualmente lo mismo le ocurre a Batman, que en esta ocasión deberá hacer frente no a uno sino hasta cuatro villanos simultáneamente (consciente o inconscientemente). Nolan ha apostado el todo por el todo en el "más grande, más largo, más épico" y la apuesta ha resultado ganadora en parte, pero no totalmente.

El principal problema que le veo al film en su totalidad es el curioso montaje que han elegido los Nolan, pues saltan de una escena a otra con una determinación que puede ser confundida con aleatoriedad. Es decir, las abundantes tramas y subtramas que habitan en el guión son tratadas de forma no lineal y, solo a veces, dejando pasar demasiado tiempo entre unas y otras, pudiendo provocar el olvido y la confusión. Para mi gusto, es en estos momentos cuando la película se vuelve algo dispersa y caótica, sin saber bien por donde tirar con tantos frentes abiertos. Esto imposibilita la total implicación del espectador con la historia y la posibilidad de una evasión mental impensable en la segunda parte, donde el la guerra Joker-Batman nos tenía el corazón en un puño. También influye que el libreto abarque seis meses de la vida en Gotham, por lo que en algún momento se le puede atribuir algún problema de ritmo. Por otra parte, no voy a caer en el argumento fácil de decir que se echa en falta al Joker porque no es cierto. Bane es un pedazo de personaje, una bestia con suficiente entidad como para hacernos olvidar al payaso loco. Sin embargo, si me hubiera gustado que el personaje, con un pasado lleno de dolor y sentimientos, hubiera contado con el mismo tratamiento formal que el Joker. Que se le hubiera dado ese tiempo necesario para evolucionar en pantalla y no ser solo el villano de la función. Su presentación está a la altura del robo al banco de la segunda parte, enorme, pero da la sensación de que se le podía haber sacado más y explorado ese pasado turbulento que forjaron su cruel personalidad y que sale a relucir en el vibrante clímax final.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Porque si hay algo que sobresale por encima de todo son los espectaculares y emocionantes últimos 45 minutos (me recordaron más a Inception que a The Dark Knight), donde Nolan da rienda suelta a lo que mejor sabe hacer, que es controlar la acción y el tempo del caos. Las imágenes se asemejan a una ópera clásica o a una operación imposible a corazón abierto donde todo sale según lo planeado. Todo encaja en un sinfín de explosiones, persecuciones, disparos, traiciones, peleas cuerpo a cuerpo y una emoción incontenible. Las escenas del campo de fútbol y los puentes pasarán a los anales de la historia del cine de acción como ejemplos de una ejecución perfecta. Gran acierto prescindir de la música en las peleas cuerpo a cuerpo Bane-Batman, donde podemos disfrutar en su máxima expresión la brutal bestialidad de Bane, una máquina sedienta de sangre que destroza todo lo que sale a su paso sin piedad. Tom Hardy, en un papel que recuerda a la reciente (e injustamente ninguneada) The Warrior, no se guarda nada en una interpretación difícil, bastante más vocal que gestual, logrando inspirar verdadero terror sin olvidar la parte necesaria de sensibilidad para comprender al personaje. Hathaway compone una Catwoman amena, que no resulta cansina en ningún momento, aportando un toque de distinción a un papel muy sobado. Bale, Freeman, Oldman, Levitt y Cotillard tiran de tablas para hacer suyos a sus respectivos personajes (con sorpresa final en la identidad de algunos de ellos) pero sin lugar a dudas me quedo con un maravilloso Michael Caine, que se ve beneficiado por el íntimo tratamiento a la relación Wayne-Alfred (por fin!) y dándole la oportunidad de desarrollar un personaje que siempre ha tenido mucho que ofrecer pero que pocos han querido escuchar.

Es curioso como el cine de acción de EEUU parece coincidir en que para vencer al enemigo hay que fomentar la unión de en todos los ámbitos, descartando el individualismo típico de los héroes para dibujarlos ahora como parte o líderes de un grupo de ciudadanos (a veces anónimos) decisivos en la lucha contra el crimen. Lejos quedan los héroes que solo necesitaban sus músculos para salvar la papeleta. El efecto 11S ha vuelto con fuerza y, si ya lo pudimos ver hace pocos días en la reciente The Amazing Spiderman, The Dark Knight Rises vuelve a incidir sobre ello. El pueblo unido jamás será vencido, todos son necesarios para derrocar al mal y mantener la paz. Los héroes de guerra, paradójicamente, son olvidados y menospreciados en tiempos de paz. Los hermanos Nolan apuestan también por algunos giros finales satisfactorios salvo por uno que, particularmente, me ha parecido una oportunidad perdida para cerrar la trilogía de forma oscura y negrísima (que no voy a desvelar), lo que hubiera supuesto un bofetón a la industria de Hollywood y hubiera vuelto a cambiar las reglas del juego. Otra vez será. De momento hay que darle las gracias a Nolan por habernos brindado una trilogía ejemplar, adulta y a la altura de la leyenda del mejor superhéroe de cómic que jamás ha existido: Batman.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here

    Últimas películas visitadas
    Baby Assassins: 2 Babies
    2023
    Yûgo Sakamoto
    5,0
    (146)
    Best Man Down
    2012
    Ted Koland
    5,6
    (153)
    Bird
    1988
    Clint Eastwood
    7,3
    (10.791)
    Patio de butacas
    2006
    Danièle Thompson
    6,3
    (327)
    La caja (C)
    1967
    Fred Wolf
    5,3
    (388)
    arrow
    Bienvenido al nuevo buscador de FA: permite buscar incluso con errores ortográficos
    hacer búsquedas múltiples (Ej: De Niro Pacino) y búsquedas coloquiales (Ej: Spiderman de Tom Holland)
    Se muestran resultados para
    Sin resultados para