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5,7
563
8
19 de diciembre de 2021
19 de diciembre de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama histórico y político –basado en hechos reales– (Xie Jin, 1997) sobre la Primera Guerra del Opio (1839–1842), que enfrentó al Imperio británico de la reina Victoria con la China imperial de la dinastía Qing.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En 1839, una China decadente está siendo amenazada por el opio y una administración corrupta. La droga, cuyo monopolio se encuentra en manos de la Compañía Británica de las Indias Orientales, desembarca en China a través de Guangdong (Cantón), procedente de la India, donde es cultivada.
El comisario Lin Zexu (Bao Guo'an) recibe la orden del emperador Daoguang (Su Min) de erradicar el comercio de opio, que está conduciendo al imperio a la ruina. Las primeras medidas de Lin Zexu son la prohibición del tráfico y consumo de opio; el bloqueo de las Cámaras de Comercio británicas y numerosos castigos y ejecuciones para funcionarios chinos (altos cargos que se habían enriquecido gracias al comercio ilegal).
El capitán de navío Denton (Bob Peck) se convierte en el líder de los narcotraficantes británicos, siendo el primero en interpretar que la situación puede desembocar en una conflicto armado, tesis que comparte el recién nombrado jefe del Comercio del Reino Unido en Cantón: el diplomático Charles Elliot (Simon Williams), que urde un plan de bandera falsa para obligar a la reina y al Parlamento del Reino Unido a declarar la guerra China.
El poderío de la Armada británica no se hace esperar, invadiendo Dinghai (1940) y amenazando seriamente Cantón y Hong Kong. Con el objeto de aplacar la ira británica, Daoguang nombra a Yishan (Ko Hsiang-ting) sustituto de Lin Zexu, pero la suerte está echada.
CONCLUSIÓN
Superproducción sino-japonesa muy interesante. Desarrolla la sociedad china de la época, que chocó frontalmente con los intereses del comercio británico. Los antecedentes de las Guerras del Opio hay que buscarlos en las actividades de la Compañía Británica de las Indias Orientales, durante los siglos XVII y XVIII.
Creada por la reina Isabel I de Inglaterra, la Compañía tenía a cargo el monopolio del comercio con Asia. A partir de la Independencia de los EEUU (1783), la Compañía se ve negativamente afectada por la competencia de los comerciantes estadounidenses en territorio chino.
La balanza comercial favorecía a China, que exportaba a Inglaterra productos manufacturados (té, porcelana, seda, etc) a cambio de oro y plata. Pero Inglaterra consiguió cambiar el “patrón oro” por el “patrón opio”, motivo que desencadenaría las Guerras del Opio del siglo XIX, y, como suele suceder en estos casos, el expansionismo (liberalismo) derrotó al tradicionalismo (proteccionismo).
Las rutas de la droga deciden guerras, promueven o anulan gobiernos, establecen fronteras, impulsan o cancelan instituciones y carreras, y, en definitiva, escriben la Historia en primera persona. Desde las actividades de la CIA con el LSD hasta el control occidental del opio afgano. Si el Cuarto Poder se le atribuye a la comunicación, el Quinto bien podrían ser las drogas.
Algunas interpretaciones son mejorables, pero en general están bien [He Shanzi (Shao Hsin), Qishan (Lin Liankun), He Jingrong (Sihung Lung), Mary Denton (Emma Griffiths), capitán White (Philip Jackson), lord Palmerston (Benjamin Whitrow), reina Victoria (Debra Beaumont), capitán James John Gordon Bremer (Oliver Cotton)]. Nada destaca en la cinta pero nada sobra.
El personaje de Denton está basado en personas reales, como Lancelot Dent y William Jardine. Incluye escenas memorables (destrucción de la droga, escena del “mono”, primer bombardeo, apología discursiva de Denton en el Parlamento, morir ahogada, etc).
El comisario Lin Zexu (Bao Guo'an) recibe la orden del emperador Daoguang (Su Min) de erradicar el comercio de opio, que está conduciendo al imperio a la ruina. Las primeras medidas de Lin Zexu son la prohibición del tráfico y consumo de opio; el bloqueo de las Cámaras de Comercio británicas y numerosos castigos y ejecuciones para funcionarios chinos (altos cargos que se habían enriquecido gracias al comercio ilegal).
El capitán de navío Denton (Bob Peck) se convierte en el líder de los narcotraficantes británicos, siendo el primero en interpretar que la situación puede desembocar en una conflicto armado, tesis que comparte el recién nombrado jefe del Comercio del Reino Unido en Cantón: el diplomático Charles Elliot (Simon Williams), que urde un plan de bandera falsa para obligar a la reina y al Parlamento del Reino Unido a declarar la guerra China.
El poderío de la Armada británica no se hace esperar, invadiendo Dinghai (1940) y amenazando seriamente Cantón y Hong Kong. Con el objeto de aplacar la ira británica, Daoguang nombra a Yishan (Ko Hsiang-ting) sustituto de Lin Zexu, pero la suerte está echada.
CONCLUSIÓN
Superproducción sino-japonesa muy interesante. Desarrolla la sociedad china de la época, que chocó frontalmente con los intereses del comercio británico. Los antecedentes de las Guerras del Opio hay que buscarlos en las actividades de la Compañía Británica de las Indias Orientales, durante los siglos XVII y XVIII.
Creada por la reina Isabel I de Inglaterra, la Compañía tenía a cargo el monopolio del comercio con Asia. A partir de la Independencia de los EEUU (1783), la Compañía se ve negativamente afectada por la competencia de los comerciantes estadounidenses en territorio chino.
La balanza comercial favorecía a China, que exportaba a Inglaterra productos manufacturados (té, porcelana, seda, etc) a cambio de oro y plata. Pero Inglaterra consiguió cambiar el “patrón oro” por el “patrón opio”, motivo que desencadenaría las Guerras del Opio del siglo XIX, y, como suele suceder en estos casos, el expansionismo (liberalismo) derrotó al tradicionalismo (proteccionismo).
Las rutas de la droga deciden guerras, promueven o anulan gobiernos, establecen fronteras, impulsan o cancelan instituciones y carreras, y, en definitiva, escriben la Historia en primera persona. Desde las actividades de la CIA con el LSD hasta el control occidental del opio afgano. Si el Cuarto Poder se le atribuye a la comunicación, el Quinto bien podrían ser las drogas.
Algunas interpretaciones son mejorables, pero en general están bien [He Shanzi (Shao Hsin), Qishan (Lin Liankun), He Jingrong (Sihung Lung), Mary Denton (Emma Griffiths), capitán White (Philip Jackson), lord Palmerston (Benjamin Whitrow), reina Victoria (Debra Beaumont), capitán James John Gordon Bremer (Oliver Cotton)]. Nada destaca en la cinta pero nada sobra.
El personaje de Denton está basado en personas reales, como Lancelot Dent y William Jardine. Incluye escenas memorables (destrucción de la droga, escena del “mono”, primer bombardeo, apología discursiva de Denton en el Parlamento, morir ahogada, etc).
8
28 de diciembre de 2021
28 de diciembre de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama histórico –basado en hechos reales– (Mélanie Laurent, 2021), ambientado en el siglo XIX, que describe las experiencias de una dama burguesa, Eugenie Cléry (Lou de Laâge), internada en un sanatorio para enfermas mentales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1885, París. La señorita Eugenie Cléry (Lou de Laâge), una joven acomodada y muy adelantada a los cánones de su época, guarda un pequeño secreto: es capaz de comunicarse con los espíritus. Eugenie es apasionada de la poesía y de Víctor Hugo, guapa, inteligente, fuma y visita los cafés de Montmartre a escondidas; actividades todas que disgustan a su padre François (Cédric Kahn) y provocan el miedo en su hermano Théophile (Benjamin Voisin).
Contra su voluntad, Eugenie es ingresada en el Hospital de la Pitié–Salpêtrière, un lúgubre manicomio que funciona como prisión. Salpêtrière acoge a mujeres diagnosticadas de histeria, la enfermedad más común entre las mujeres, y está al mando del neurólogo Jean-Martin Charcot (Grégoire Bonnet) y de la enfermera jefe, Geneviève Gleizes (Mélanie Laurent).
Eugenie pronto conocerá a sus nuevas compañeras y amigas [Louise Augustine Gleizes (Lomane de Dietrich), Marguerite (Laurena Thellier), Camille (Coralie Russier), Henriette (Alice Barnole), Thérèse (Martine Schambacher)] y sufrirá los abusivos métodos del doctor Charcot. Una visión de Eugenie hará que se gane el cariño de la enfermera Geneviève; una amistad que será truncada por la fría y dura enfermera Jeanne (Emmanuelle Bercot).
CRÍTICA
Película francesa con guión de Mélanie Laurent y Chris Deslandes y basado en la novela de homónima de Victoria Mas. La música (Asaf Avidan) y algunos diálogos un tanto forzados empañan la narración. Hay otros sin embargo muy buenos, como cuando Eugenie cita a la virgen de Lourdes.
Hay aspectos mejorables, pero lo que hace grande a esta cinta es la historia en sí misma. Los personajes cumplen con creces [Madame Cléry (Valérie Stroh), abuela Cléry (Martine Chevallier), Doctor Jules (Christophe Montenez), padre de Geneviève (André Marcon), prévost Roumagnac (Vincent Nemeth), Ernest el poeta (César Domboy)].
El histórico Salpêtrière fue el primero y el más grande de los edificios del Hospital General de París. Entre sus muros había criminales, dementes, huérfanas, bastardas, locas, lisiadas, prostitutas, alcohólicas, epilépticas, bohemias, melancólicas, histéricas… Cualquier trastorno médico o cualquier actitud “antisocial” eran considerados histeria: exceso o falta de apetito sexual, infertilidad, insomnio, etc. La histeria fue la enfermedad de moda en el siglo XIX: la grande hystérie.
Los neurólogos profundizaron en el diagnóstico y tratamiento de la histeria: Sigmund Freud (1856–1939), que hizo sus prácticas en Salpêtrière; Jean-Martin Charcot (1825–1893) y su discípulo preferido, Joseph-Francois-Félix Babinski (1852–1932). Las exhibiciones y demostraciones públicas de Salpêtrière se hicieron famosas en su época. Muchas crisis eran provocadas por el propio Charcot, convirtiendo el tratamiento en una especie de circo. Las pacientes eran sometidas a tratamientos sin demasiada base científica: crisis provocadas mediante luces y ruidos; aislamiento; exploraciones físicas; baños helados; corrientes eléctricas; hipnosis y muchas más, algunas tan peregrinas como poco ortodoxas. Todas estas prácticas eran minuciosamente recogidas mediante dibujos y una técnica moderna en auge: la fotografía.
Allí se estudiaron casos como los de Louise Augustine Gleizes (1861–1895), Marie "Blanche" Wittman (1859–1913), o Jeanne Beaudon (1868–1943), más conocida como Jane Avril, que tenía 14 años cuando ingresó en Salpêtrière y terminó siendo la bailarina mimada del Moulin Rouge y musa para Toulouse–Lautrec. El papel de la enfermera jefe Geneviève puede estar inspirado en Marguerite Bottard (1822–1906). Película necesaria que debería situarse junto a una comedia también imprescindible: Hysteria (Tanya Wexler, 2011).
Contra su voluntad, Eugenie es ingresada en el Hospital de la Pitié–Salpêtrière, un lúgubre manicomio que funciona como prisión. Salpêtrière acoge a mujeres diagnosticadas de histeria, la enfermedad más común entre las mujeres, y está al mando del neurólogo Jean-Martin Charcot (Grégoire Bonnet) y de la enfermera jefe, Geneviève Gleizes (Mélanie Laurent).
Eugenie pronto conocerá a sus nuevas compañeras y amigas [Louise Augustine Gleizes (Lomane de Dietrich), Marguerite (Laurena Thellier), Camille (Coralie Russier), Henriette (Alice Barnole), Thérèse (Martine Schambacher)] y sufrirá los abusivos métodos del doctor Charcot. Una visión de Eugenie hará que se gane el cariño de la enfermera Geneviève; una amistad que será truncada por la fría y dura enfermera Jeanne (Emmanuelle Bercot).
CRÍTICA
Película francesa con guión de Mélanie Laurent y Chris Deslandes y basado en la novela de homónima de Victoria Mas. La música (Asaf Avidan) y algunos diálogos un tanto forzados empañan la narración. Hay otros sin embargo muy buenos, como cuando Eugenie cita a la virgen de Lourdes.
Hay aspectos mejorables, pero lo que hace grande a esta cinta es la historia en sí misma. Los personajes cumplen con creces [Madame Cléry (Valérie Stroh), abuela Cléry (Martine Chevallier), Doctor Jules (Christophe Montenez), padre de Geneviève (André Marcon), prévost Roumagnac (Vincent Nemeth), Ernest el poeta (César Domboy)].
El histórico Salpêtrière fue el primero y el más grande de los edificios del Hospital General de París. Entre sus muros había criminales, dementes, huérfanas, bastardas, locas, lisiadas, prostitutas, alcohólicas, epilépticas, bohemias, melancólicas, histéricas… Cualquier trastorno médico o cualquier actitud “antisocial” eran considerados histeria: exceso o falta de apetito sexual, infertilidad, insomnio, etc. La histeria fue la enfermedad de moda en el siglo XIX: la grande hystérie.
Los neurólogos profundizaron en el diagnóstico y tratamiento de la histeria: Sigmund Freud (1856–1939), que hizo sus prácticas en Salpêtrière; Jean-Martin Charcot (1825–1893) y su discípulo preferido, Joseph-Francois-Félix Babinski (1852–1932). Las exhibiciones y demostraciones públicas de Salpêtrière se hicieron famosas en su época. Muchas crisis eran provocadas por el propio Charcot, convirtiendo el tratamiento en una especie de circo. Las pacientes eran sometidas a tratamientos sin demasiada base científica: crisis provocadas mediante luces y ruidos; aislamiento; exploraciones físicas; baños helados; corrientes eléctricas; hipnosis y muchas más, algunas tan peregrinas como poco ortodoxas. Todas estas prácticas eran minuciosamente recogidas mediante dibujos y una técnica moderna en auge: la fotografía.
Allí se estudiaron casos como los de Louise Augustine Gleizes (1861–1895), Marie "Blanche" Wittman (1859–1913), o Jeanne Beaudon (1868–1943), más conocida como Jane Avril, que tenía 14 años cuando ingresó en Salpêtrière y terminó siendo la bailarina mimada del Moulin Rouge y musa para Toulouse–Lautrec. El papel de la enfermera jefe Geneviève puede estar inspirado en Marguerite Bottard (1822–1906). Película necesaria que debería situarse junto a una comedia también imprescindible: Hysteria (Tanya Wexler, 2011).

7,6
83.997
10
17 de diciembre de 2021
17 de diciembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película histórica –basada en hechos reales– (Jean-Jacques Annaud, 2001) sobre el héroe de la URRSS Vasili Zaitsev (Jude Law), el francotirador que pasó a la Historia defendiendo Stalingrado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
20 de septiembre de 1942, Stalingrado es una ciudad arrasada después de un mes de asedio nazi. Hitler está a un paso de ganar todo el Cáucaso y de Moscú. Cuando el joven suboficial Vasili Zaitsev desembarca en Stalingrado bajo un salvaje fuego enemigo todas las medidas son ya desesperadas.
La propaganda de ambas facciones alienta a no desfallecer en ese momento crucial, pero el tiempo se agota. El francotirador Zaitsev conoce al comisario político Danilov (Joseph Fiennes), que convence al responsable de la defensa Nikita Jrushchov (Bob Hoskins) de que Zaitsev es el héroe que necesitan.
Zaitsev y Danilov se enamoran de la misma mujer, Tania Chernova (Rachel Weisz), una voluntaria de la resistencia. La obsesión de Hitler por tomar Stalingrado, así como las numerosas bajas alemanas causadas por los francotiradores, provocan la entrada en acción del comandante Erwin König (Ed Harris), que llega con el objetivo de cazar al mítico Zaitsev.
En ese momento comienza el juego. König actúa solo; Zaitsev se acompaña de un equipo que incluye al experto Nikolai Kulikov (Ron Perlman) y a la propia Tania, para desesperación de Danilov. En este duelo, la balanza puede decantarse por la información que puedan obtener del joven Sascha (Gabriel Marshall-Thomson), un niño ruso que mantiene contacto directo con ambos.
CONCLUSIÓN
A Nikita Jrushchov, comisario jefe de la ciudad en aquellos días, se le atribuye la frase "El tiempo es sangre". Y aquí el tiempo es una constante. Tiempo para esperar, para perdonarse, tiempo para vivir y para morir. Para aquellas personas que vivieron o sobrevivieron a circunstancias iguales o parecidas a las que refleja la película, el concepto de tiempo puede ir asociado al hielo, al fuego, al amor o al odio, que quedaron para siempre fijados en su retina y en su memoria.
Kulikov le cuenta a Zaitsev sus experiencias al ser torturado por sus compatriotas: “Allí no estaba la hoz, pero sí el martillo”. Kulikov le comenta a Zaitsev que un comandante alemán jamás se interesaría por unos simples soldados alemanes: “Les pasa como a nosotros con los ucranianos”.
Danilov reflexiona ante Zaitsev: “El hombre siempre será igual. Jamás cambiará […] Siempre habrá algo que envidiar: una sonrisa, una amistad, algo que uno no tiene y de lo que quiere apropiarse. En este mundo […] siempre habrá ricos y pobres”. En otra escena, donde al gran Zaitsev le ofrecen una recepción oficial, mientras la cúpula roja se pliega ante el líder rojo, un soldado anónimo roba una bandeja de canapés.
Las interpretaciones de todos son magistrales. Todo es sobresaliente o excepcional: la fotografía (Robert Fraisse), la música (James Horner), el sonido, los efectos especiales, la dirección artística, el montaje, todo. El guión (Alain Godard y Jean-Jacques Annaud, basado en las Memorias de un francotirador en Stalingrado, de Vasili Zaitsev) es perfecto.
Zaitsev fue un campesino de los Urales que aprendió a cazar en la Naturaleza con su padre, y más tarde con su abuelo. König fue el mejor especialista que produjo el estado tecnológico más avanzado y mejor coordinado de la época: la Alemania del III Reich. ¿Un duelo diario?.
La propaganda de ambas facciones alienta a no desfallecer en ese momento crucial, pero el tiempo se agota. El francotirador Zaitsev conoce al comisario político Danilov (Joseph Fiennes), que convence al responsable de la defensa Nikita Jrushchov (Bob Hoskins) de que Zaitsev es el héroe que necesitan.
Zaitsev y Danilov se enamoran de la misma mujer, Tania Chernova (Rachel Weisz), una voluntaria de la resistencia. La obsesión de Hitler por tomar Stalingrado, así como las numerosas bajas alemanas causadas por los francotiradores, provocan la entrada en acción del comandante Erwin König (Ed Harris), que llega con el objetivo de cazar al mítico Zaitsev.
En ese momento comienza el juego. König actúa solo; Zaitsev se acompaña de un equipo que incluye al experto Nikolai Kulikov (Ron Perlman) y a la propia Tania, para desesperación de Danilov. En este duelo, la balanza puede decantarse por la información que puedan obtener del joven Sascha (Gabriel Marshall-Thomson), un niño ruso que mantiene contacto directo con ambos.
CONCLUSIÓN
A Nikita Jrushchov, comisario jefe de la ciudad en aquellos días, se le atribuye la frase "El tiempo es sangre". Y aquí el tiempo es una constante. Tiempo para esperar, para perdonarse, tiempo para vivir y para morir. Para aquellas personas que vivieron o sobrevivieron a circunstancias iguales o parecidas a las que refleja la película, el concepto de tiempo puede ir asociado al hielo, al fuego, al amor o al odio, que quedaron para siempre fijados en su retina y en su memoria.
Kulikov le cuenta a Zaitsev sus experiencias al ser torturado por sus compatriotas: “Allí no estaba la hoz, pero sí el martillo”. Kulikov le comenta a Zaitsev que un comandante alemán jamás se interesaría por unos simples soldados alemanes: “Les pasa como a nosotros con los ucranianos”.
Danilov reflexiona ante Zaitsev: “El hombre siempre será igual. Jamás cambiará […] Siempre habrá algo que envidiar: una sonrisa, una amistad, algo que uno no tiene y de lo que quiere apropiarse. En este mundo […] siempre habrá ricos y pobres”. En otra escena, donde al gran Zaitsev le ofrecen una recepción oficial, mientras la cúpula roja se pliega ante el líder rojo, un soldado anónimo roba una bandeja de canapés.
Las interpretaciones de todos son magistrales. Todo es sobresaliente o excepcional: la fotografía (Robert Fraisse), la música (James Horner), el sonido, los efectos especiales, la dirección artística, el montaje, todo. El guión (Alain Godard y Jean-Jacques Annaud, basado en las Memorias de un francotirador en Stalingrado, de Vasili Zaitsev) es perfecto.
Zaitsev fue un campesino de los Urales que aprendió a cazar en la Naturaleza con su padre, y más tarde con su abuelo. König fue el mejor especialista que produjo el estado tecnológico más avanzado y mejor coordinado de la época: la Alemania del III Reich. ¿Un duelo diario?.
3 de enero de 2022
3 de enero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Biopic –basado en hechos reales– (Lee Daniels, 2021) sobre los últimos años de la carrera de la cantante Billie Holiday (Andra Day) y la persecución que sufrió por parte de la Oficina Federal de Narcóticos, desde 1939 hasta su muerte, en 1959.
Salida de las calles, es ahora una artista reconocida a quien todos admiran. Conocida como Lady Day o Lady Jazz, Holiday está rodeada de su equipo de confianza: Jimmy Monroe (Erik LaRay Harvey), su marido; su agente Joe Glaser (Dusan Dukic), el trompetista Joe Guy (Melvin Gregg); el saxofonista Lester Young (Tyler James Williams); y sus amigos Roslyn (Da'Vine Joy Randolph) y Miss Freddy (Miss Lawrence). Holiday es una estrella que colabora con artistas como Louis Armstrong y mantiene relaciones con sus amantes, Orson Welles o Tallulah Bankhead (Natasha Lyonne) entre otros.
1957, Greenwich Village (Nueva York). La Carrera de Bilie Holiday (alcohólica, drogadicta, promiscua y bisexual) sufre una inflexión cuando interpreta “Strange fruit” en el Café Society (“el lugar equivocado para gente equivocada”, un club frecuentado por intelectuales progresistas, estudiantes, sindicalistas, intelectuales y amantes del jazz).
.
Holiday incorpora a su repertorio de inmediato “Strange fruit”, una canción escrita por el compositor judío y miembro del Partido Comunista Abel Meeropol, que habla del linchamiento de afroamericanos y de la segregación racial. Pronto se convierte en un éxito que caldea los ánimos de la comunidad negra y llama la atención de la Oficina Federal de Narcóticos del FBI, dirigida por Harry J. Anslinger (Garrett Hedlund). Anslinger, al no poder acusar a Holiday por cantar, decide perseguirla por su afición a las drogas, una misión que pondrá en manos de Jimmy Fletcher (Trevante Rhodes).
Fletcher se hace pasar por un admirador de Holiday y trata de seducirla. En 1947, Fletcher arresta a Holiday, que es juzgada y sentenciada a una condena de 1 año en una prisión de Virginia, donde trabajará en la pocilga.
Salida de las calles, es ahora una artista reconocida a quien todos admiran. Conocida como Lady Day o Lady Jazz, Holiday está rodeada de su equipo de confianza: Jimmy Monroe (Erik LaRay Harvey), su marido; su agente Joe Glaser (Dusan Dukic), el trompetista Joe Guy (Melvin Gregg); el saxofonista Lester Young (Tyler James Williams); y sus amigos Roslyn (Da'Vine Joy Randolph) y Miss Freddy (Miss Lawrence). Holiday es una estrella que colabora con artistas como Louis Armstrong y mantiene relaciones con sus amantes, Orson Welles o Tallulah Bankhead (Natasha Lyonne) entre otros.
1957, Greenwich Village (Nueva York). La Carrera de Bilie Holiday (alcohólica, drogadicta, promiscua y bisexual) sufre una inflexión cuando interpreta “Strange fruit” en el Café Society (“el lugar equivocado para gente equivocada”, un club frecuentado por intelectuales progresistas, estudiantes, sindicalistas, intelectuales y amantes del jazz).
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Holiday incorpora a su repertorio de inmediato “Strange fruit”, una canción escrita por el compositor judío y miembro del Partido Comunista Abel Meeropol, que habla del linchamiento de afroamericanos y de la segregación racial. Pronto se convierte en un éxito que caldea los ánimos de la comunidad negra y llama la atención de la Oficina Federal de Narcóticos del FBI, dirigida por Harry J. Anslinger (Garrett Hedlund). Anslinger, al no poder acusar a Holiday por cantar, decide perseguirla por su afición a las drogas, una misión que pondrá en manos de Jimmy Fletcher (Trevante Rhodes).
Fletcher se hace pasar por un admirador de Holiday y trata de seducirla. En 1947, Fletcher arresta a Holiday, que es juzgada y sentenciada a una condena de 1 año en una prisión de Virginia, donde trabajará en la pocilga.
8
29 de diciembre de 2021
29 de diciembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mediometraje documental (Mor Loushy y Daniel Sivan, 2021) sobre P.O. Box 1142, un campo de prisioneros nazis en los alrededores de Washington (EEUU), en plena Segunda Guerra Mundial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Curiosa producción estadounidense sobre un no menos interesante punto de la Segunda Guerra Mundial. El documental, de poco más de 30 minutos, mezcla animación e imágenes reales –documentación– para contar el traspaso de científicos alemanes a EEUU.
P.O. Box 1142 contaba con dos alas especiales, conocidas como MIS–X y MIS–Y. Mientras MIS–X se dedicaba a la evasión de prisioneros estadounidenses, el objetivo de MIS–Y era entrevistar a los prisioneros alemanes. El nivel de secretismo de este tipo de operaciones era muy alto. Se desconoce si el presidente Roosevelt conocía su existencia, aunque está probado que Harry S. Truman fue el encargado de dar luz verde a la Operación Paperclip.
Paperclip se puso en marcha el 19 de julio de 1945, tres días después de la prueba Trinity (primera prueba de una bomba atómica por parte de EEUU) y en plena Batalla de Berlín. La operación estuvo dirigida por la Agencia de Objetivos Conjuntos de Inteligencia (JIOA), un programa dependiente del cuerpo de Contrainteligencia (Army CIC) y de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), dirigida por Allen Dulles (1893–1969), que posteriormente sería nombrado director de la CIA.
Se estima que, de no haber sido por el conocimiento alemán reunido a través de Paperclip, EEUU habría sufrido un retroceso de 50 años. A través de Paperclip 1.600 científicos alemanes obtuvieron la nacionalidad estadounidense y se incorporaron a su sociedad. Gracias a Paperclip, se relanzó la economía y se agilizó la reconstrucción de Europa. Gracias a Paperclip, la Guerra Fría se decantó favorablemente al bando occidental (en detrimento de Rusia).
P.O. Box 1142 contaba con dos alas especiales, conocidas como MIS–X y MIS–Y. Mientras MIS–X se dedicaba a la evasión de prisioneros estadounidenses, el objetivo de MIS–Y era entrevistar a los prisioneros alemanes. El nivel de secretismo de este tipo de operaciones era muy alto. Se desconoce si el presidente Roosevelt conocía su existencia, aunque está probado que Harry S. Truman fue el encargado de dar luz verde a la Operación Paperclip.
Paperclip se puso en marcha el 19 de julio de 1945, tres días después de la prueba Trinity (primera prueba de una bomba atómica por parte de EEUU) y en plena Batalla de Berlín. La operación estuvo dirigida por la Agencia de Objetivos Conjuntos de Inteligencia (JIOA), un programa dependiente del cuerpo de Contrainteligencia (Army CIC) y de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), dirigida por Allen Dulles (1893–1969), que posteriormente sería nombrado director de la CIA.
Se estima que, de no haber sido por el conocimiento alemán reunido a través de Paperclip, EEUU habría sufrido un retroceso de 50 años. A través de Paperclip 1.600 científicos alemanes obtuvieron la nacionalidad estadounidense y se incorporaron a su sociedad. Gracias a Paperclip, se relanzó la economía y se agilizó la reconstrucción de Europa. Gracias a Paperclip, la Guerra Fría se decantó favorablemente al bando occidental (en detrimento de Rusia).
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