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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
1
21 de noviembre de 2007
1430 de 2101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sueño que estoy jugando a ajedrez con David Lynch.

El tío va y mueve un caballo en diagonal. Digo "Eh! Que los caballos no se mueven así!" pero Lynch no dice nada, permanece todo serio, con el ceño fruncido, mirándome a los ojos. Si no me intimidase tanto, le tiraría el tablero a la cabeza.
Intento explicarle las normas del ajedrez una vez tras otra, pero él no dice nada y pone cara de estar usando técnicas de meditación trascendental para promover la paz en Oriente Próximo.
Sin embargo, de detrás de una cortina sale un señor muy misterioso y me dice que David Lynch es un genio y que los genios no siguen las normas.
David Lynch, quizá para ilustrar la frase del hombre misterioso, agarra una de mis torres, se la pone en la boca y empieza a masticarla. Crunch crunch crunch.
El señor misterioso dice "¡oh, sí, que jugada más perturbadora e inesperada!"
Durante unos segundos permanezco helado en mi silla. El señor misterioso empieza a carcajearse y a la que me doy cuenta David Lynch está corroborando su genialidad por el proceso de ir sustituyendo algunos de los peones negros por pistachos. Luego se saca de la manga un as de corazones, una sota de bastos y una ficha de parchís, los lanza hacia mí y dice "jaque".
Yo me enervo y le digo "jaque de qué, cabrón, si no juegas bien no es divertido!" y me gustaría explicarle que algunas normas no están para romperlas sinó para seguirlas, tanto en los juegos como en el arte, que si la gente sensata pone introducción, nudo y desenlace en las películas, no es por imposición sino porque así es como las narraciones funcionan... pero intuyo que no me está escuchando porqué se ha bajado los pantalones y se ha introducido la reina blanca en el orificio rectal.
El señor misterioso se inclina y me susurra al oído que para disfrutar de la partida lo que tengo que hacer es aparcar mi mente racional y olvidarme de los prejuicios de la narrativa convencional.
No sé cual de los dos está más loco, el cineasta-gurú o el que le ríe las gracias, y, temiendo por mi integridad física, intento ganarme su simpatía alabando El hombre elefante y Una historia verdadera, que al menos parecían estar realizadas por y para seres humanos (y que yo incluso me reí con Eraserhead porqué me pensé que había que tomársela a cachondeo)... pero que lo último que necesitaba el mundo eran malos rollos innecesarios y que, si por favor me mostraban la salida yo es que ya me iba.
Lynch se saca los zapatos y empieza a cortarse las uñas de los pies sobre el tablero (son unas uñas grandes y negras como mejillones y apestan a surströmming).
El señor misterioso dice que quedaré como un tonto si me voy antes de que haya terminado la partida, que me relaje y no intente entender nada, que me deje llevar por las sensaciones como si estuviese viendo un cuadro del Tapias o un pisapapeles del Chillida, pero las sensaciones no me resultan agradables. Quiero irme a casa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Creo que estoy oyendo el despertador y, en un estado de duermevela, me envalentono y le digo al Lince que cuando un escritor o cineasta plantea un misterio es de buena educación resolverlo, no irlo enmarrullando progresivamente y luego dejar la trama hecha un lío.
Lynch, el genio, vuelve a mover el caballo en diagonal y dice "jaque mate".

Y entonces me despierto de mal humor, ya estoy hasta las narices de tanta chorrada onírica, profunda y perturbadora, a ver si mañana tengo más suerte y sueño que juego al teto con Sofía Coppola.
12 de enero de 2007
617 de 752 usuarios han encontrado esta crítica útil
Día a día, expertos psicólogos trabajan codo a codo con escritores, cineastas, actores, ilustradores, diseñadores gráficos y artistas en general, con la única intención de manipular nuestro subconsciente y desbarajustar nuestros impúlsos límbicos hasta el extremo de hacernos creer cosas de lo más absurdas (como por ejemplo que Nixán limpia más blanco, o que los refrescos de cola saben bien y tienen un color bonito).
Lo llaman marketing, pero también podría llamarse brainwashing, y, simplificando un poco su elaborado método, se trata de inundar nuestros oidos y retinas (a través de los medios de comunicación y de los carteles en los espacios públicos) con imágenes y sonidos que combinan estímulos atractivos (música molona, imágenes sensuales, frases inspiradas...) con productos inanes (refrescos, contratos de telefonía, hamburguesas...), hasta que, sin darnos cuenta, se producen connexiones neuronales que no deberían producirse y quedamos condicionados y empezamos a babear frente a los escaparates, tal cual el perrito de Pavlov cuando oía campanitas.
Mayormente su objetivo final no es otro que rellenar los bolsillos de las grandes corporaciones haciéndonos consumir sin criterio hasta que se vaya a tomar por culo el planeta.

¿Pero qué pasaría si se intentase usar este tipo de tecnologías con fines más nobles?
¿Qué pasaría si los psicólogos dejasen de hacer el Mal e intentasen manipular nuestras mentes para convertirnos en mejores personas en lugar de en autómatas consumistas?
¿Podría manipularse el subconsciente de un psicópata hasta el punto de hacerle abominar el uso de la violencia?
¿Qué es lo peor que puede pasar si seguimos maltratando algo tan delicado como es el cerebro humano?

La Naranja de Relojería (también conocida como la Naranja del Infierno en Serbia o Naranja Mecánica en España) es una interesante novela de Anthony Burguess que explora estos temas medio en broma medio en serio, y que Stanley Kubrick adaptó al cine casi literalmente.

Y se lió la de Dios es Cristo, no por las profundas connotaciones morales del asunto, sino porque (pausa para bostezo) en la peli había imágenes de sexo y violencia, y, sobretodo en UK, surgieron como setas grupúsculos de proto-skinheads que imitaban a los zumbaos protagonistas del relato y zurraban a los indigentes por la calle.

Un gran libro y una gran peli, pero qué asco de mundo.

Nota: excelente.
Los Simpson (Serie de TV)
SerieAnimación
Estados Unidos1989
8,6
172.990
Matt Groening (Creador), Sam Simon (Creador) ...
10
23 de octubre de 2007
438 de 495 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Podemos confiar en que los padres impartan educación ética y moral a sus retoños?
Lo dudo. Muchos padres están capacitados para procrear pero no para educar. En realidad muchos de ellos no estarían procreando si hubiesen acanzando un nivel más alto de competencia en el uso de métodos anticonceptivos, ¿cómo vamos a pedirles que enseñen a sus churumbeles a diferenciar el bien del mal? Y al fin y al cabo la mayoría de gente curra hasta tarde y no tienen tiempo para estar en casa con los mocosos.

¿Podemos delegar esta responsabilidad a los curas?
No, por dios, eso no. Dudo que el concepto de la fe y los tocamientos curiles sean provechosos para el desarrollo cognitivo y emocional de los chavales. Si por mi fuese, nadie pisaría una iglesia antes de haber cumplido los 18.

¿Entonces qué, que les impartan enseñanzas éticas y morales en el cole?
Ahora lo llaman Educación para la Ciudadanía, antes lo llamaban Ética y antes lo llamaban Urbanidad, pero el objetivo venía a ser el mismo, y la idea parecía buena... pero cuando mandan los progres los fachas tienen miedo de que se eduque a los niños para ser progres y cuando mandan los fachas nos cagamos por la pata baja.
Y los pobres profesores suficiente faena tienen para conseguir que 30 gilipollas se estén callados como para encima tener que enseñarles a dialogar como personas.

Sólo nos queda una opción: dejar a los niños aparcados frente a la tele y a ver qué pasa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ojo: la mayoría del entretenimiento infantil está pensado para niños imbéciles y parece promover la violencia, la ñoñería, el maniqueísmo, los gritos y la hiperactividad, pero también existen Los Simpson, una maravilla de 20 minutillos (más 15 de publicidad) capaz de hipnotizar a los críos en cuanto todavía están superando su etapa Teletubby, con unos colores vistosos y un mogollón de gags, un ritmo alucinante, unos argumentos no repetitivos y unas impecables enseñanzas morales. Es una serie de dibujos animados en la que no se reparten mamporros porque sí; una serie en la que se ridiculiza la violencia, el sexismo, la avaricia, el gandulismo, la corrupción y la necedad, una serie en la que se exalta la inteligencia y el valor del trabajo (aunque Lisa sea una cursi, siempre queda claro que ella es el futuro), y en la que se insiste en la importancia de la amistad, la familia, la honestidad y la autoestima; una de las pocas series en la que, cuando tratan temas polémicos, se evitan los maniqueísmos y se muestran ambas versiones de la bronca.
Y los chavales llegan a la pubertad y se convierten en adultos pero pueden seguir viendo los mismos capítulos una y otra vez porque siempre se descubren nuevos chistes y siempre hay varios niveles de lectura. Y los cinéfilos pueden jugar a descubrir mil guiños al séptimo arte (aquí tiene usted unos cuantos) y los literatos pueden jugar a descubrir mil guiños literarios y los nostálgicos pueden darse cuenta que las primeras temporadas eran más cutres pero también tenían su gracia, y los puristas pueden cagarse en Antena-3 por la falta de respeto hacia la audiencia que muestran al pasar los capítulos desordenados, doblados, recortados y sin títulos de crédito.

¿Podemos confiar en que la tele imparta educación ética y moral a nuestros retoños?
Sí señor sí, gracias a Matt Groening, James L. Brooks, Sam Simon, George Meyer, John Swartzwelder y Conan O'Brien sí que podemos.

Los Simpson, desde 1985, la mejor serie de televisión de todos los tiempos.
Aunque a mí personalmente me gusta más Futurama.

Nota: matrícula de honor.
31 de agosto de 2006
403 de 479 usuarios han encontrado esta crítica útil
La hóstia.

No es que cuente una historia muy interesante ni me parece a mí que tenga moraleja ni segundas lecturas. Se trata trata solamente del viejo cuento sobre un monstruo que se come a la gente...

¡Pero qué pedazo de monstruo! ¡Un prodigio de la xenobiología que nace de un nenúfar baboso, pasa por diversas fases larvales y evoluciona del parasitismo a la depredación, deleitándonos con unas metamorfosis que ya querría para sí Franz Kafka: a) de cangrejo saltarín a parásito intestinal, b) de parásito intestinal a cucaracha atómica y c) de cucaracha atómica a gigante sin ojos pero con doble mandíbula quebrantahuesos, escupiendo babas, sangrando ácidos y persiguiendo una Sigourney Weaver en braguitas por el espacio exterior!
Encima hay los guiños a los lectores de Joseph Conrad y los malsanos diseños del suizo Hans Rudi Giger que, pese a que fueron retocados y rediseñados mil y una veces hasta despojarlos de cualquier carga sexual, siguen fascinando con esa fascinación oscura de las cosas que en realidad son más feas que pegar a un padre.

Hay tantas películas que la gente califica de "inolvidables" que es difícil acordarse de todas, pero esta vez va en serio: Alien nació en 1979 de la mano de Ridley Scott y desde entonces tiene un lugar de honor en todos nuestros corazoncitos, aunque sólo sea un monstruo de esos que se comen a la gente.

Nota: matrícula de honor.
25 de noviembre de 2005
385 de 472 usuarios han encontrado esta crítica útil
1997 será recordado como el año en que Michael Haneke rodó su obra magna, un thriller que se puede considerar a) la película de suspense definitiva, b) una de las más crudas patadas al estómago que se le han dado nunca al espectador, y c) la primera parodia que en lugar de hacer gracia te amarga la tarde...

El caso es que un par de psicópatas austriacos se ponen a joder la vida a una família de veraneantes de clase alta... pero bien bien jodida, eh, no se piensen que se limitan a rallarles el audi como haría cualquier persona sensata.
Y puede parecer que la cosa no va en serio, pues los guionistas se dedican a usar absolutamente todos y cada uno de los tópicos y clichés del género, y además los personajes a veces hablan con el espectador para recordarnos que lo que estamos viendo sólo es una película (un juego, quizá) y hacen alguna broma tonta digna de un gag del Terrat...
Pero luego cuando se cargan a alguien consiguen que no lo veamos como un inofensivo charco de salsa de tomate y una pieza de ajedrez menos, sinó que los muy cabrones son capaces de hacernos sufrir emocionalmente... y casi también físicamente cuando nos someten a un eterno plano secuencia (dura sólo diez minutos pero parece más largo) que da tiempo de sobras para meditar sobre a) la fascinación que produce la violencia en el espectador medio, b) lo estrictamente estereotipados que son la mayoría de productos de entretenimiento y c) lo insensibilizados que solemos estar ante la muerte de personajes de ficción o incluso de carne y hueso.

Así que si todavía no han visto Funny Games, vale la pena que lo hagan.
Lo pasarán fatal, pero les aseguro que luego podrán ver cualquier otra peli de psicópatas y partirse el culo.

Nota: matrícula de honor.
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