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Críticas ordenadas por utilidad
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11 de febrero de 2017
11 de febrero de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de leer “Caídos del cielo” me quedé con ganas de ver su adaptación cinematográfica, hecha por el propio autor de la novela, Ray Loriga. Lo hice sin muchas esperanzas, ya que el libro, aunque apunta cosas interesantes, está lleno de diálogos ampulosos que rompen el tono realista y fresco del resto de la narración. Nada más empezar la película, mis peores temores quedaron confirmados: el mismo error se amplificaba hasta hacerse insoportable en el film. Algunas frases son dignas de enmarcar, y ni el tono de voz de los actores ni el sonido de la banda sonora ayudan a digerir tal diarrea dialéctica. Me sucede algo curioso: el libro era como leer una película y la película, como ver un libro, porque los diálogos eran tan literarios que se hacían inverosímiles, convirtiendo el resultado en algo tan pretencioso por su discurso como pobre por su aspecto visual. Ni el mejor director está libre de cometer estos fallos. Pienso, por ejemplo, en algunos momentos de "Barrio" de Fernando León de Aranoa (qué duda cabe que es una película mucho mejor que ésta tratando temas similares) o "Princesas", también de Aranoa, y en la que se le va mucho más la mano con los diálogos, sin ser éste un motivo por el que dejar de admirar su obra.
Puede ser difícil adaptar una novela, pero confiaba en que, partiendo de una con tantas referencias cinematográficas, “La pistola de mi hermano” tenía todo lo necesario para ser una road movie pasable. Nada más lejos de la realidad: los diálogos grandilocuentes e inverosímiles saturan una historia vacía que puede aguantarse (hasta cierto punto) al ser leída, pero que resulta insoportable en la pantalla. Creo que uno de los grandes aciertos de Loriga fue usar como narrador de la novela al hermano del protagonista, un recurso literario que permitía no sólo rebajar el tono a través del lenguaje sencillo de un adolescente, sino también describir al asesino de forma indirecta a través de la perspectiva subjetiva y fragmentaria de los demás. El monólogo interior del hermano, más que describir, sugería. Esto permitía reflexionar sobre cuánto sabemos sobre la gente que nos rodea, o más bien cuánto desconocemos, incluso de quienes tratamos a diario y de nosotros mismos. También reflexionaba sobre la insistencia de la sociedad a la hora de explicar las conductas de los adolescentes y conocer las motivaciones que pueden llevarlos a delinquir, cayendo muchas veces en el morbo de conocer los detalles más escabrosos. Tanto la fascinación como la repulsión que provoca la rebeldía estaban desarrolladas en el libro a través de diferentes personajes y Loriga jugaba con ingenio a mostrarnos la distorsión de la realidad a través de los medios de comunicación y de la opinión que se forjan las personas. Todo ello desaparece prácticamente en la película, incluso el hermano (un narrador que puede compararse al de Carmen en Cinco horas con Mario) pierde toda relevancia, convirtiéndose en un secundario. El vacío existencial del protagonista, un adolescente sin esperanzas en su huida después de haber cometido un asesinato sin motivo aparente, acaba reducida a un par de actores que no sólo no transmiten emociones, sino que resultan repelentes (especialmente ella, la chica que lo acompaña en un coche robado en su huida a ninguna parte, metáfora perfecta de este film que pretende llegar a todo sin conseguir desarrollar nada). Los policías, que ya estaban trazados burdamente en la novela, aquí son meros monigotes. Ningún actor se salva, ni Karra Elejalde en un papel que pretende ser tragicómico (algo así como una caricatura malograda del género policíaco y de la novela negra) ni mucho menos Viggo Mortensen haciendo de argentino (mucho más cómico que Elejalde, aunque sea de forma involuntaria). Algo no funciona cuando las situaciones que pretenden ser dramáticas acaban dándote la risa y cuando otras que pretenden hacer gracia no consiguen ni generar una mueca, a no ser que sea de estupor.
Lo mejor de la película (si es que resulta necesario salvar algo) quizás sea el uso de algunas localizaciones, pero incluso eso está desaprovechado. En la novela los paisajes eran parte del vacío, una solución de continuidad de las cosas en un viaje sin rumbo; en la película, pasan desapercibidos entre tanta palabrería. Por suerte, lo peor del libro no está: me refiero al final, que en “Caídos del cielo” era un disparate propio de Tarantino y que en “La pistola de mi hermano” es mucho más contenido y no desentona con el resto. Es más, creo que el director habría conseguido mejores resultados si hubiera mantenido el estilo de los minutos finales durante toda la película, eliminando muchos diálogos, reduciéndolos o haciendo que fueran otras cosas las que nos hablaran; resulta difícil, pero un director inspirado puede hacer hablar a los paisajes, a los silencios y a las situaciones para sugerirnos con todo ello lo que piensa, para contarnos con su voz, convertida en estilo, cuál es su punto de vista. Tanto en el libro como en la película, se nota que Loriga habla a través de sus personajes, se pajea mentalmente a través de unos adolescentes a los que no les pega su discurso recargado, y el resultado es un clínex lleno de esperma por el que podría andar Woody Allen vestido de espermatozoide apesadumbrado sabiendo que no fecundará nada, que ningún ser nacerá (a no ser muerto) de este onanismo mental.
Puede ser difícil adaptar una novela, pero confiaba en que, partiendo de una con tantas referencias cinematográficas, “La pistola de mi hermano” tenía todo lo necesario para ser una road movie pasable. Nada más lejos de la realidad: los diálogos grandilocuentes e inverosímiles saturan una historia vacía que puede aguantarse (hasta cierto punto) al ser leída, pero que resulta insoportable en la pantalla. Creo que uno de los grandes aciertos de Loriga fue usar como narrador de la novela al hermano del protagonista, un recurso literario que permitía no sólo rebajar el tono a través del lenguaje sencillo de un adolescente, sino también describir al asesino de forma indirecta a través de la perspectiva subjetiva y fragmentaria de los demás. El monólogo interior del hermano, más que describir, sugería. Esto permitía reflexionar sobre cuánto sabemos sobre la gente que nos rodea, o más bien cuánto desconocemos, incluso de quienes tratamos a diario y de nosotros mismos. También reflexionaba sobre la insistencia de la sociedad a la hora de explicar las conductas de los adolescentes y conocer las motivaciones que pueden llevarlos a delinquir, cayendo muchas veces en el morbo de conocer los detalles más escabrosos. Tanto la fascinación como la repulsión que provoca la rebeldía estaban desarrolladas en el libro a través de diferentes personajes y Loriga jugaba con ingenio a mostrarnos la distorsión de la realidad a través de los medios de comunicación y de la opinión que se forjan las personas. Todo ello desaparece prácticamente en la película, incluso el hermano (un narrador que puede compararse al de Carmen en Cinco horas con Mario) pierde toda relevancia, convirtiéndose en un secundario. El vacío existencial del protagonista, un adolescente sin esperanzas en su huida después de haber cometido un asesinato sin motivo aparente, acaba reducida a un par de actores que no sólo no transmiten emociones, sino que resultan repelentes (especialmente ella, la chica que lo acompaña en un coche robado en su huida a ninguna parte, metáfora perfecta de este film que pretende llegar a todo sin conseguir desarrollar nada). Los policías, que ya estaban trazados burdamente en la novela, aquí son meros monigotes. Ningún actor se salva, ni Karra Elejalde en un papel que pretende ser tragicómico (algo así como una caricatura malograda del género policíaco y de la novela negra) ni mucho menos Viggo Mortensen haciendo de argentino (mucho más cómico que Elejalde, aunque sea de forma involuntaria). Algo no funciona cuando las situaciones que pretenden ser dramáticas acaban dándote la risa y cuando otras que pretenden hacer gracia no consiguen ni generar una mueca, a no ser que sea de estupor.
Lo mejor de la película (si es que resulta necesario salvar algo) quizás sea el uso de algunas localizaciones, pero incluso eso está desaprovechado. En la novela los paisajes eran parte del vacío, una solución de continuidad de las cosas en un viaje sin rumbo; en la película, pasan desapercibidos entre tanta palabrería. Por suerte, lo peor del libro no está: me refiero al final, que en “Caídos del cielo” era un disparate propio de Tarantino y que en “La pistola de mi hermano” es mucho más contenido y no desentona con el resto. Es más, creo que el director habría conseguido mejores resultados si hubiera mantenido el estilo de los minutos finales durante toda la película, eliminando muchos diálogos, reduciéndolos o haciendo que fueran otras cosas las que nos hablaran; resulta difícil, pero un director inspirado puede hacer hablar a los paisajes, a los silencios y a las situaciones para sugerirnos con todo ello lo que piensa, para contarnos con su voz, convertida en estilo, cuál es su punto de vista. Tanto en el libro como en la película, se nota que Loriga habla a través de sus personajes, se pajea mentalmente a través de unos adolescentes a los que no les pega su discurso recargado, y el resultado es un clínex lleno de esperma por el que podría andar Woody Allen vestido de espermatozoide apesadumbrado sabiendo que no fecundará nada, que ningún ser nacerá (a no ser muerto) de este onanismo mental.

7,4
69.438
8
11 de febrero de 2017
11 de febrero de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película trata, como su título indica, de la llegada de varias naves extraterrestres diseminadas por todo el mundo. Es algo que sucede en varias películas de ciencia-ficción: por citar algunas de las más conocidas, "Ultimatum a la tierra" (con la que encuentro varias similitudes) o "Independence day" (con la que tiene más bien poco que ver; frente a los excesos de Roland Emmerich -un director que, a pesar de todo, suele gustarme y/o entretenerme- "La llegada" es sobria, no recurre a efectismos ni abusa de los efectos especiales o la grandilocuencia habitual de los diálogos en este tipo de películas en las que la humanidad "se la juega").
De todos modos, aquí los extraterrestres puede que no sean más peligrosos para la humanidad que el propio ser humano. Es en eso, y en cómo afronta los temas habituales del género, en lo que más original me resulta "La llegada", aunque podía haberlo sido mucho más si, por ejemplo, mostrara las reacciones del mundo de una forma diferente a la que ya estamos acostumbrados: imágenes de informativos de todos los países cubriendo las noticias, algo que veíamos, por ejemplo en "Contact" (un recurso fácil que, no obstante, me resulta compensado por todo lo demás).
Un equipo formado por especialistas en varias materias intentará ponerse en contacto (de nuevo "Contact", con la que encuentro bastantes similitudes) con los alienígenas, siendo clave, en su intento por adivinar cuáles son las intenciones de los visitantes, la labor de una lingüista que será protagonista del film.
De todos modos, aquí los extraterrestres puede que no sean más peligrosos para la humanidad que el propio ser humano. Es en eso, y en cómo afronta los temas habituales del género, en lo que más original me resulta "La llegada", aunque podía haberlo sido mucho más si, por ejemplo, mostrara las reacciones del mundo de una forma diferente a la que ya estamos acostumbrados: imágenes de informativos de todos los países cubriendo las noticias, algo que veíamos, por ejemplo en "Contact" (un recurso fácil que, no obstante, me resulta compensado por todo lo demás).
Un equipo formado por especialistas en varias materias intentará ponerse en contacto (de nuevo "Contact", con la que encuentro bastantes similitudes) con los alienígenas, siendo clave, en su intento por adivinar cuáles son las intenciones de los visitantes, la labor de una lingüista que será protagonista del film.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película puede parecer compleja, pero ni es liosa ni pretende confundir al espectador; al contrario, resulta pedagógica, jugando deliciosamente con la idea del aprendizaje, y envía un mensaje claro sobre varios temas, de los que yo destacaría estos: la ambigüedad del lenguaje, la capacidad de éste para convertirse en arma o herramienta de cooperación imprescindible para el desarrollo humano, las múltiples vertientes de nuestras interpretaciones y sus efectos, pero sobre todo la necesidad de la comunicación y la cooperación. Plantea, además, cómo puede evolucionar el lenguaje, convirtiéndose en una herramienta adaptada a un mayor conocimiento del tiempo (conocer y expresar tanto hechos pasados como futuros) capaz de hacernos interaccionar con el desarrollo (aparentemente prefijado) de los acontecimientos.
Muchas películas hablan sobre la capacidad de viajar en el tiempo o adelantarse a acontecimientos futuros, pero pocas habían puesto su foco de atención, de una forma tan ocurrente, en el lenguaje (en "Contact", por ejemplo, el código utilizado por los extraterrestres para enviar su mensaje eran las matemáticas). Como casi todas las películas que juegan con el concepto relativo del tiempo, el argumento de "La llegada" puede caer en paradojas que ya planteaba Einstein, pero lejos de que esto debilite su guión, encontré muchas cosas que me hicieron entrar plenamente en ella: su belleza visual, su contención (muy poco habitual en este tipo de cine), su capacidad de crear atmósferas reforzadas por una banda sonora efectiva (en esto me acordé de "Alien"), y la originalidad de su planteamiento; todo esto me hizo obviar cualquier valoración negativa, pareciéndome éstas secundarias, sobre todo en lo referente a las paradojas argumentales. No deja de ser lo que es: ciencia-ficción, así que, mientras todo lo demás me haga creíble lo que veo y me enganche, no pido mucho más.
Lo que me sorprende es que, a pesar de recordarme cosas de otras películas, desde las que he ido citando hasta, inevitablemente, "2001: una odisea espacial", "Encuentros en la tercera fase" o incluso "El árbol de la vida" (en lo referente a la historia de la niña), no me provocó esa sensación de dejà-vu que dejan muchas películas del género, sobre todo en las últimas décadas (quizás por la sobreexplotación que existe y porque siento debilidad por el cine anterior al año 2000, sobre todo por aquel que podía usar maquetas con mucha más habilidad y encanto que un millón de efectos especiales hechos por ordenador y que, dicho sea de paso, la mayoría de las veces son incapaces de ocultar su pobreza subyacente, tanto de contenido como formal, quizás porque están concebidas desde el principio como productos perecederos, espectáculos visuales capaces sólo de impactar, de recaudar millones en taquilla y seguir aprovechando el tirón con videojuegos posteriores -un cine espectáculo que puede ser tan entretenido como necesario pero que sobreabunda en las grandes salas, por lo que también me gusta gastarme el dinero de la entrada en ver algo que no sólo busca recaudar, sino también mover a la reflexión).
Ahora me quedo con ganas de ver el próximo proyecto de su director, al que hasta ahora desconocía, y que se anuncia para este año (2017): "Blade runner 2049". Me daba un poco de pereza porque no suelen gustarme las secuelas, sobre todo partiendo de un clásico como "Blade runner" (todo un reto igualar su nivel) pero creo que le daré una oportunidad.
Muchas películas hablan sobre la capacidad de viajar en el tiempo o adelantarse a acontecimientos futuros, pero pocas habían puesto su foco de atención, de una forma tan ocurrente, en el lenguaje (en "Contact", por ejemplo, el código utilizado por los extraterrestres para enviar su mensaje eran las matemáticas). Como casi todas las películas que juegan con el concepto relativo del tiempo, el argumento de "La llegada" puede caer en paradojas que ya planteaba Einstein, pero lejos de que esto debilite su guión, encontré muchas cosas que me hicieron entrar plenamente en ella: su belleza visual, su contención (muy poco habitual en este tipo de cine), su capacidad de crear atmósferas reforzadas por una banda sonora efectiva (en esto me acordé de "Alien"), y la originalidad de su planteamiento; todo esto me hizo obviar cualquier valoración negativa, pareciéndome éstas secundarias, sobre todo en lo referente a las paradojas argumentales. No deja de ser lo que es: ciencia-ficción, así que, mientras todo lo demás me haga creíble lo que veo y me enganche, no pido mucho más.
Lo que me sorprende es que, a pesar de recordarme cosas de otras películas, desde las que he ido citando hasta, inevitablemente, "2001: una odisea espacial", "Encuentros en la tercera fase" o incluso "El árbol de la vida" (en lo referente a la historia de la niña), no me provocó esa sensación de dejà-vu que dejan muchas películas del género, sobre todo en las últimas décadas (quizás por la sobreexplotación que existe y porque siento debilidad por el cine anterior al año 2000, sobre todo por aquel que podía usar maquetas con mucha más habilidad y encanto que un millón de efectos especiales hechos por ordenador y que, dicho sea de paso, la mayoría de las veces son incapaces de ocultar su pobreza subyacente, tanto de contenido como formal, quizás porque están concebidas desde el principio como productos perecederos, espectáculos visuales capaces sólo de impactar, de recaudar millones en taquilla y seguir aprovechando el tirón con videojuegos posteriores -un cine espectáculo que puede ser tan entretenido como necesario pero que sobreabunda en las grandes salas, por lo que también me gusta gastarme el dinero de la entrada en ver algo que no sólo busca recaudar, sino también mover a la reflexión).
Ahora me quedo con ganas de ver el próximo proyecto de su director, al que hasta ahora desconocía, y que se anuncia para este año (2017): "Blade runner 2049". Me daba un poco de pereza porque no suelen gustarme las secuelas, sobre todo partiendo de un clásico como "Blade runner" (todo un reto igualar su nivel) pero creo que le daré una oportunidad.

6,9
37.092
5
19 de febrero de 2017
19 de febrero de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tratándose de una ópera prima, conseguir una película como ésta resulta meritorio, aunque empezar con el beneplácito de la crítica no asegura nada a su director en el futuro e incluso podría suponer una carga que lo forzaría a intentar mantener el nivel en próximos proyectos. Todo eso está por ver, pero, dejando dichas cuestiones de lado y analizando la película como si no se tratara de un debut (quizás excesivamente valorado), me encuentro con un 50% de thriller y un 50% de realismo sucio, o lo que es lo mismo, media de pan negro y media de mortadela para el bocadillo del niño, que me sale a las cinco del cole. El problema es que ninguna de estas vertientes está demasiado desarrollada. La historia me parece simple y los personajes, planos. Mezclar el thriller con el realismo social resulta interesante, pero no profundizar en ninguno de ellos da como resultado una película que me deja más bien frío y con la sensación de que la olvidaré más pronto que tarde. Los actores están bien, pero sus papeles (más que sus actuaciones) podrían haber sido secundarios de cualquier otra trama, ya que ninguno, ni siquiera el protagonista, me parece demasiado interesante ni potente. Lo mejor (aunque a veces también lo peor) es el retrato de la realidad cotidiana, incluso algunos actores no profesionales aportando momentos de gran credibilidad; lo mejor porque consigue captar el lenguaje de la calle y retratar desde la clase media hasta los bajos fondos, y lo peor porque (esto ya es una valoración muy personal) la sordidez del bar, del barrio, de las fiestas y de ciertos ambientes le dan un tufillo cañí que me asquea por momentos (algo reforzado por la música elegida para la banda sonora y que sin embargo no me pasa con Saura o Eloy de la Iglesia, por poner algún ejemplo, directores que me gustan incluso en su faceta más sórdida). Como comentaba antes, la escasa profundización en los personajes deja el realismo social a medias, y nos abandona en una carretera en medio de la nada que discurre rumbo a una historia de poco desarrollo para llegar a ninguna parte; y es que, dicho sea de paso, el final me resultó soso. Destacaría, como puntos positivos, algunas secuencias: cuando están en el sótano del gimnasio y más tarde en un cobertizo para cerdos (esta segunda, también por la calma tensa que se vive en la comida previa –muy a lo Kill Bill-, parece una relectura ibérica del cine de Tarantino). Son puntos que hacen esperar cosas interesantes de Raúl Arévalo, quizás más si se decanta por alguna de estas vertientes o aprende a desarrollarlas, pero que se quedan en poco si valoramos la película en su conjunto e incluso también si la tomamos por separado, es decir, como una película más, olvidando que se trata de una ópera prima.
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