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Críticas ordenadas por utilidad
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7
1 de marzo de 2024
1 de marzo de 2024
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que mediado el segundo episodio pensé en dimitir. Todo era muy raro. Pero raro de cojones, no raro de normal, de andar por casa. Yo me preguntaba: ¿es una parodia, un drama, una jodienda? ¿Ha nacido un nuevo género? ¿Es Supermán? Ni puta idea. Todo era muy raro, ya digo, inquietante pero indescifrable. ¿Una tomadura de pelo?: pues quizá. ¿Una obra maestra?: pues puede que también. A saber. Me acordé de aquella escena de “Fargo” -la película original- cuando la policía interrogaba a dos chicas por el aspecto de los asesinos y sólo acertaban a responder: “No sé... raros”.
Pero me quedé a esperar acontecimientos porque Emma Stone salía en mucho en las escenas y eso siempre es bueno para el espíritu. Da igual que no te enteres de nada o que lo malinterpretes, si ella comparece ante la cámara. Emma Stone es una espectáculo en sí misma. Un diamante en el charco. Un solete en la oscuridad. Para mí, como actriz, es un diez porque no hay un once. Tiene esa cara vamos a llamar... versátil, muy rara también, que le permite una plasticidad única de los sentimientos. Lo mismo te mira y te provoca una erección que te atraviesa con la mirada y te hiela la sangre en la punta de. Ella es capaz de alterarte el metabolismo con un golpe de ceja o con una sonrisa de sus labiazos. Lo mismo te hace de monja que de puta oficial del reino. Emma es un prodigio del arte y de la carne. Puede que no sea muy guapa -o no al menos una guapa canónica- pero es pelirroja y menudina, y Max, mi antropoide interior, bebe los vientos por ese tipo de mujeres. Unas pecas sobre la piel blanca lo dejan knockout como un hostiazo del Topuria.
Gracias a Emma Stone perseveré, aguanté la lluvia de episodios, y al final tengo que decir que mereció la pena el ejercicio. “The Curse” te crea una especie de adicción malsana. Flipas con su extraña droga de diseño. Quisieras irte pero no puedes. Te vence la curiosidad.
Pero me quedé a esperar acontecimientos porque Emma Stone salía en mucho en las escenas y eso siempre es bueno para el espíritu. Da igual que no te enteres de nada o que lo malinterpretes, si ella comparece ante la cámara. Emma Stone es una espectáculo en sí misma. Un diamante en el charco. Un solete en la oscuridad. Para mí, como actriz, es un diez porque no hay un once. Tiene esa cara vamos a llamar... versátil, muy rara también, que le permite una plasticidad única de los sentimientos. Lo mismo te mira y te provoca una erección que te atraviesa con la mirada y te hiela la sangre en la punta de. Ella es capaz de alterarte el metabolismo con un golpe de ceja o con una sonrisa de sus labiazos. Lo mismo te hace de monja que de puta oficial del reino. Emma es un prodigio del arte y de la carne. Puede que no sea muy guapa -o no al menos una guapa canónica- pero es pelirroja y menudina, y Max, mi antropoide interior, bebe los vientos por ese tipo de mujeres. Unas pecas sobre la piel blanca lo dejan knockout como un hostiazo del Topuria.
Gracias a Emma Stone perseveré, aguanté la lluvia de episodios, y al final tengo que decir que mereció la pena el ejercicio. “The Curse” te crea una especie de adicción malsana. Flipas con su extraña droga de diseño. Quisieras irte pero no puedes. Te vence la curiosidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y al final..., jo, vaya final. Qué recordatorio. Qué poco pintamos los hombres en realidad. Cuando los bebés ya se puedan encargar por Amazon las mujeres nos entregarán a las sociedades protectoras de animales.
4
21 de enero de 2025
21 de enero de 2025
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo la impresión de que Almodóvar ya sólo rueda películas para que se vea que es un tipo cultísimo con gustos exquisitos. La metamorfosis completa del provocador de La Movida... Pues bueno: yo también sé reconocer un cuadro de Hopper cuando lo veo, y conozco el monólogo final sobre la nieve de “Dublineses”, y hasta sé que hubo una pintora llamada Dora Carrington porque una vez vi una película con Emma Thompson que la interpretaba. Y ya ves: vivo en la provincia y soy un funcionario de lo más gris y secundario.
Es como si Almodóvar aprovechara cualquier resquicio de sus tramas -o más bien, como si construyera las tramas alrededor de los resquicios- para que se vea que ha dejado muy atrás las cáscaras de gambas y los cabarets de las locazas. Y es una pena, la verdad, porque sus películas más transgresoras o más apegadas al terruño siempre fueron las preferidas de nosotros, y de nosotras, la plebe que ha dejado de ver sus películas o que ya solo las visita para sostener una opinión ante la avalancha publicitaria y la monserga en las tertulias.
Cuando Almodóvar defiende una causa en las conferencias de prensa o en las entrevistas para El País, yo casi siempre estoy de su lado. Si el mundo se divide en barricadas él, desde luego, combate a nuestro lado. El problema es que su discurso, en las películas, está metido con calzador. Casi nunca viene a cuento y además es contradictorio, porque lo defienden ultrapijos liberales y ultrapetardas ensimismadas. En eso, “La habitación de al lado” es la quintaesencia del nuevo Almodóvar: pedante, redundante, sofisticado, internacional... Progre pero altanero. De izquierdas, pero fascinado por el estatus.
¿El paisanaje?: pijas cultísimas y maromos supersensibles. ¿El paisaje?: unos apartamentos de lujo y una casa en el campo para flipar. En el nuevo mundo de Almodóvar ya no hay ruidos de tráfico ni mochufa molestando. Tilda Swinton y Julianne Moore ni siquiera hacen ruido al masticar las barritas de zanahoria. Viven en un mundo tan límpido que casi parece imaginario. El cielo antes de la muerte, quizá.
Es como si Almodóvar aprovechara cualquier resquicio de sus tramas -o más bien, como si construyera las tramas alrededor de los resquicios- para que se vea que ha dejado muy atrás las cáscaras de gambas y los cabarets de las locazas. Y es una pena, la verdad, porque sus películas más transgresoras o más apegadas al terruño siempre fueron las preferidas de nosotros, y de nosotras, la plebe que ha dejado de ver sus películas o que ya solo las visita para sostener una opinión ante la avalancha publicitaria y la monserga en las tertulias.
Cuando Almodóvar defiende una causa en las conferencias de prensa o en las entrevistas para El País, yo casi siempre estoy de su lado. Si el mundo se divide en barricadas él, desde luego, combate a nuestro lado. El problema es que su discurso, en las películas, está metido con calzador. Casi nunca viene a cuento y además es contradictorio, porque lo defienden ultrapijos liberales y ultrapetardas ensimismadas. En eso, “La habitación de al lado” es la quintaesencia del nuevo Almodóvar: pedante, redundante, sofisticado, internacional... Progre pero altanero. De izquierdas, pero fascinado por el estatus.
¿El paisanaje?: pijas cultísimas y maromos supersensibles. ¿El paisaje?: unos apartamentos de lujo y una casa en el campo para flipar. En el nuevo mundo de Almodóvar ya no hay ruidos de tráfico ni mochufa molestando. Tilda Swinton y Julianne Moore ni siquiera hacen ruido al masticar las barritas de zanahoria. Viven en un mundo tan límpido que casi parece imaginario. El cielo antes de la muerte, quizá.
17 de mayo de 2024
17 de mayo de 2024
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no recuerdo cómo conocí a estos dos tipos tan peculiares. A estos dos merluzos que parecen sacados de un cómic de Bruguera. Porque Paco Fox y Ángel Codón, cuando se ponen en plan caricatura para reírse de las beatas y de los idiotas, parecen salidos de la pluma de Ibáñez y podrían ser dos vecinos cinéfilos en el número 13 de la Rúe del Percebe.
Llevo cuatro años escuchándoles en sus podcasts del underground -"Tiempo de Culto" y "Foxverso"- y me parto el culo de la risa. Y aprendo cosas de cinéfilo ramplón. Y rescato, gracias a ellos, películas olvidadas o que en su día desdeñé. No siempre estoy de acuerdo con sus opiniones pero eso le añade más salsa a la relación. Ellos, y sus adláteres del micrófono, que también son unos frikis del copón, me hacen compañía cuando paseo por el monte o me acerco a la Gran Ciudad a cumplir con las burocracias. Fox y Codón son además unos rojos de campeonato, y se ciscan en la corrección política, y si tienen que cagarse en alguien muy importante pues se bajan los calzoncillos y se defecan. Fortuna y gloria, que dijo el doctor Jones.
Pero no recuerdo, ya digo, como di con ellos en la selva de los podcasts. Los podcasts tejen una red de interconexiones que hace imposible recordar quién los mencionó por primera vez, quién me los recomendó justo ahora que Pumares ya andaba moribundo –y de hecho se nos murió, el pobre- y que el otro Carlos, el Boyero, amenaza cualquier día con desaparecer. Justo cuando me iba a quedar huérfano de críticos cáusticos y sinvergonzones aparecieron Hernández y Fernández y me adoptaron.
(“Codón es un máquina” es una broma, una boutade, una gansada. Fox y Codón son como Jesús Puente y Adolfo Marsillach en “Sesión continua”: dos entusiastas del cine que hablan todo el rato de cómo hacer una película, de cómo venderla, de cómo disfrutar con otras películas... Es pasión por el cine pero en plan cutre, gilipollesco adrede, haciendo guiños a la audiencia que los sigue. Codón y Fox se ríen de sí mismos y de paso nos reímos los demás. Es imposible recomendársela a los gentiles. No iba a entender nada. Es un pequeño mundo de referencias. Misterios para iniciados).
https://www.instagram.com/augusto_faroni/
Llevo cuatro años escuchándoles en sus podcasts del underground -"Tiempo de Culto" y "Foxverso"- y me parto el culo de la risa. Y aprendo cosas de cinéfilo ramplón. Y rescato, gracias a ellos, películas olvidadas o que en su día desdeñé. No siempre estoy de acuerdo con sus opiniones pero eso le añade más salsa a la relación. Ellos, y sus adláteres del micrófono, que también son unos frikis del copón, me hacen compañía cuando paseo por el monte o me acerco a la Gran Ciudad a cumplir con las burocracias. Fox y Codón son además unos rojos de campeonato, y se ciscan en la corrección política, y si tienen que cagarse en alguien muy importante pues se bajan los calzoncillos y se defecan. Fortuna y gloria, que dijo el doctor Jones.
Pero no recuerdo, ya digo, como di con ellos en la selva de los podcasts. Los podcasts tejen una red de interconexiones que hace imposible recordar quién los mencionó por primera vez, quién me los recomendó justo ahora que Pumares ya andaba moribundo –y de hecho se nos murió, el pobre- y que el otro Carlos, el Boyero, amenaza cualquier día con desaparecer. Justo cuando me iba a quedar huérfano de críticos cáusticos y sinvergonzones aparecieron Hernández y Fernández y me adoptaron.
(“Codón es un máquina” es una broma, una boutade, una gansada. Fox y Codón son como Jesús Puente y Adolfo Marsillach en “Sesión continua”: dos entusiastas del cine que hablan todo el rato de cómo hacer una película, de cómo venderla, de cómo disfrutar con otras películas... Es pasión por el cine pero en plan cutre, gilipollesco adrede, haciendo guiños a la audiencia que los sigue. Codón y Fox se ríen de sí mismos y de paso nos reímos los demás. Es imposible recomendársela a los gentiles. No iba a entender nada. Es un pequeño mundo de referencias. Misterios para iniciados).
https://www.instagram.com/augusto_faroni/

6,2
18.810
8
14 de noviembre de 2023
14 de noviembre de 2023
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mayra: Por veinticinco pesetas, díganme títulos de películas de David Fincher que sean obras maestras. Según la opinión de Augusto Faroni, claro, que es quien nos imagina en su tontuna. Por ejemplo: “El club de la lucha”. Un, dos, tres, responda otra vez...
Maromo: El club de la lucha.
Maroma: Zodiac.
Maromo: La red social.
Maroma: Seven.
Maromo (ya tirando de memoria): El curioso caso de Benjamin Button.
Maroma (dudando): ¿El asesino...?
¡Diling-diloong-moc-moc! (variopinto ruido de cencerros)
Una de las Tacañonas (la más tonta de las hermanas Hurtado, por ejemplo): Es muy buena, “El asesino”. ¿Pero obra maestra?: ¡Un desatino!
(Carcajadas forzadas en el público)
Mayra (fingiendo desconsuelo): En efecto, “El asesino” es cojonuda, pero según este cinéfilo que nos imagina, la peli no llega a tanto. Él opina que parece más bien un documental que una película. El National Geographic de cómo un asesino profesional -experto en lo suyo, pero también falible, como todo ser humano- ejecuta una venganza sangrienta no por dinero, ni por amor, sino para que le dejen en paz en su casoplón. Un sobresaliente en lo técnico, pero quizá solo un notable en lo empático. En fin, una pena, porque ibais embalados... Jennifer, ¿balance de respuestas?
Jennifer (azafata buenorra con gafas de intelectual sin cristales, piernas cruzadas, sonrisa inmaculada): Pues han sido 5 respuestas, a 25 pesetas cada una... (pequeña pausa para el cálculo) ¡125 pesetas!. Lo que al cambio vienen a ser 75 céntimos de euro, que no da ni para el azucarillo del café.
Público asistente (en lamento sugerido por el regidor): Oooohhh...
https://www.cinepasaje.es/
Maromo: El club de la lucha.
Maroma: Zodiac.
Maromo: La red social.
Maroma: Seven.
Maromo (ya tirando de memoria): El curioso caso de Benjamin Button.
Maroma (dudando): ¿El asesino...?
¡Diling-diloong-moc-moc! (variopinto ruido de cencerros)
Una de las Tacañonas (la más tonta de las hermanas Hurtado, por ejemplo): Es muy buena, “El asesino”. ¿Pero obra maestra?: ¡Un desatino!
(Carcajadas forzadas en el público)
Mayra (fingiendo desconsuelo): En efecto, “El asesino” es cojonuda, pero según este cinéfilo que nos imagina, la peli no llega a tanto. Él opina que parece más bien un documental que una película. El National Geographic de cómo un asesino profesional -experto en lo suyo, pero también falible, como todo ser humano- ejecuta una venganza sangrienta no por dinero, ni por amor, sino para que le dejen en paz en su casoplón. Un sobresaliente en lo técnico, pero quizá solo un notable en lo empático. En fin, una pena, porque ibais embalados... Jennifer, ¿balance de respuestas?
Jennifer (azafata buenorra con gafas de intelectual sin cristales, piernas cruzadas, sonrisa inmaculada): Pues han sido 5 respuestas, a 25 pesetas cada una... (pequeña pausa para el cálculo) ¡125 pesetas!. Lo que al cambio vienen a ser 75 céntimos de euro, que no da ni para el azucarillo del café.
Público asistente (en lamento sugerido por el regidor): Oooohhh...
https://www.cinepasaje.es/
9
2 de septiembre de 2021
2 de septiembre de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevamos tanto tiempo hablando de “The Wire” que ya hemos perdido la perspectiva de los años. Yo por lo menos. “The Wire” lleva en la cartelera catódica veinte años, que son un tercio de vida si tienes mala suerte, o un cuarto, si la fortuna te sonríe. Sea como sea, un buen cacho de existencia. El gol de Iniesta ya empieza a coger el color sepia del gol de Zarra y sin embargo, cuando Camacho gritaba afónico en el televisor, ya hacía dos años que “The Wire” había terminado su andadura en la HBO, las cinco temporadas completas, y se iba posicionando en el top 5 espiritual de todos nosotros. Cuando “The Wire” dejó de ser soporte físico y ascendió a los cielos del wifi, empezó a convertirse en mito y religión. Y desde entonces que no hemos parado de alabarla...
Tenía miedo de ver la primera temporada. A veces la leyenda no resiste una visita. Todos los católicos, por ejemplo, sueñan con viajar en el tiempo a la Palestina de Cristo, como en Caballo de Troya, pero no sé cuántos regresarían al siglo XXI con su fe intacta. La narración de los evangelistas y la realidad de los hechos puede ser tan chocante como demoledora. Algo así me temía yo con “The Wire”: una especie de desacralización, o de mundanidad. En el primer episodio te das cuenta de que los teléfonos móviles son todavía unos cacharros antediluvianos y poco generalizados. Por eso, precisamente, se andan con tanto lío en las escuchas... Hay teles cuadradas, y ordenadores con Windows 95, y los detectives hablan mucho de cómo se ha puesto la cosa con las detenciones en comisaría, al hilo del 11-M. Es, directamente, el mundo del ayer.
Pero la narrativa, ay, permanece intacta. Te entra por los ojos y por los oídos a los quince minutos de parloteo, y ya te relajas del todo y disfrutas como un enano. La serie resiste, vaya que si resiste. Es más: campea victoriosa. Las jetas de todo este casting pluscuamperfecto conforman algo así como una esfinge de Giza que mira al puerto de Baltimore, imperturbable. El viento y la sal todavía no han producido rasguños detectables.
Hay nariz para muchos años.
https://www.cinepasaje.es/
Tenía miedo de ver la primera temporada. A veces la leyenda no resiste una visita. Todos los católicos, por ejemplo, sueñan con viajar en el tiempo a la Palestina de Cristo, como en Caballo de Troya, pero no sé cuántos regresarían al siglo XXI con su fe intacta. La narración de los evangelistas y la realidad de los hechos puede ser tan chocante como demoledora. Algo así me temía yo con “The Wire”: una especie de desacralización, o de mundanidad. En el primer episodio te das cuenta de que los teléfonos móviles son todavía unos cacharros antediluvianos y poco generalizados. Por eso, precisamente, se andan con tanto lío en las escuchas... Hay teles cuadradas, y ordenadores con Windows 95, y los detectives hablan mucho de cómo se ha puesto la cosa con las detenciones en comisaría, al hilo del 11-M. Es, directamente, el mundo del ayer.
Pero la narrativa, ay, permanece intacta. Te entra por los ojos y por los oídos a los quince minutos de parloteo, y ya te relajas del todo y disfrutas como un enano. La serie resiste, vaya que si resiste. Es más: campea victoriosa. Las jetas de todo este casting pluscuamperfecto conforman algo así como una esfinge de Giza que mira al puerto de Baltimore, imperturbable. El viento y la sal todavía no han producido rasguños detectables.
Hay nariz para muchos años.
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