Mi experiencia viendo Minecraft en una sala de cine en Inglaterra ha sido surrealista. Ha estado a medio camino entre la gracia de ver a la gente volverse tan loca con una película, chillando y aplaudiendo cada 5 minutos, y la vergüenza ajena de ver a chavales rondando los 20 (la edad promedio de la sala) reírse a viva voz con el estilo y humor del film que es básicamente “culo caca pedo pis”. A que Jack Black dijera “I am Steve” o no sé qué de “Chicken”, mi audiencia ha reaccionado como si del retorno de Han Solo o la batalla final de los Vengadores se tratase. Supongo que son cosas muy graciosas e icónicas si eres fan del videojuego, pero yo no tengo ni idea, y no me han dado una imagen muy buena con esto. La verdad, la vergüenza ajena está ganando a una gracia que resulta ser completamente involuntaria. De pronto me he dado cuenta del resultado de que mi generación se tirase 8 horas diarias delante del ordenador y la play. Ahora somos adultos y nos hace gracia y nos volvemos locos con eso.
Esta reflexión aparte, la cinta es patética. Del argumento no hace falta ni hablar, y del tono ya hemos comentado lo suficiente. El CGI es sorprendentemente bueno y a la película la salva un reparto que se mueve en la fina línea de lo camp y lo ridículo. Jennifer Coolidge es la mejor, como siempre, y me encanta esta faceta de Jason Momoa, pero me gusta más como la ejecuta en Fast & Furious. Jack Black está peligrosamente cerca de convertirse en una caricatura de sí mismo.
Supongo que si eres seguidor del videojuego, de manera sana, encontrarás referencias divertidas y podrás juzgar esto como adaptación, cosa que yo no he podido hacer. Como película, mal. Como experiencia, reveladora y no sé si precisamente para bien. Espero que no toda la gente fan de los videojuegos sea así. Me daría mucha pena.