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7.8
3,042
Serie de TV. Animación. Ciencia ficción. Bélico. Fantástico
Serie de TV (2006-2008). 2 temporadas. 54 episodios. El 10 de agosto de 2010 a.t.b, el Sacro Imperio de Britannia superó a las fuerzas japonesas y conquistó el país en menos de un mes, haciendo uso de sus armas robóticas, los "Knightmare Frames". Japón perdió su libertad y derechos, y pasó a ser denominado "Area 11". Sus habitantes, ahora llamados "Elevens", fueron obligados a sobrevivir en ghettos. Sin embargo aún persisten grupos que ... [+]
23 de abril de 2025
23 de abril de 2025
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay obras que, con el paso del tiempo, se convierten en culto por mérito propio. Code Geass no es una de ellas. Aquí nos encontramos ante otro shōnen disfrazado de thriller político, diseñado para quienes creen que la estrategia militar se basa en gritar más fuerte y pilotar robots con cara de enfado. En un panorama saturado de animes que apelan a la emoción fácil, este se empeña en destacar por acumulación: de clichés, de giros incoherentes, y de pretensiones.
Desde el segundo episodio, donde los combates entre mechas parecen una pelea de feria dirigida por un niño con hiperactividad, hasta los momentos de “introspección” en los que el protagonista, Lelouch, observa todo desde lejos con cara de estreñimiento emocional, la serie se desploma bajo el peso de su propio melodrama. La estructura narrativa es tan inconsistente que uno se pregunta si los guionistas no estarían usando un dado para decidir qué ocurre a continuación.
La figura de C.C., la misteriosa chica que otorga al protagonista el poder del Geass, es tratada con la misma profundidad emocional que un personaje de relleno de un shōjo mediocre. Su reaparición repentina como si nada hubiera pasado —en pleno instituto, como quien va al Carrefour— resume a la perfección la coherencia interna de la serie: ninguna. Y cuando crees que has tocado fondo, te llega el episodio del gato. Sí, un gato. Roba el casco de Lelouch y toda la escuela, incluyendo el genio estratega de la revolución, se embarca en una búsqueda digna de un capítulo especial de Doraemon. ¿Sátira involuntaria? Tal vez. ¿Ridículo consciente? Muy probablemente.
En cuanto al “contrapunto moral” de Lelouch, el japonés Suzaku, que trabaja para los británicos porque cree en la paz (mientras destroza todo a su paso con un mecha último modelo), uno no puede evitar pensar que su único cometido es ser el polo opuesto del protagonista, sin otro matiz que ese. No evoluciona, no sorprende, no aporta nada salvo frustración.
Comparar esta serie con Death Note es un insulto a la inteligencia narrativa. Mientras que Death Note construye una tensión psicológica con una precisión casi quirúrgica, Code Geass opta por el artificio y el efectismo. Aquí no hay partidas de ajedrez mentales, sólo una montaña rusa emocional diseñada para aquellos que confunden intensidad con calidad.
En resumen: Code Geass es el equivalente anime a un adolescente que se ha leído medio libro de filosofía y se cree preparado para derrocar al sistema. Un espectáculo vacío, sostenido por un fandom que parece confundir complejidad con confusión.
Desde el segundo episodio, donde los combates entre mechas parecen una pelea de feria dirigida por un niño con hiperactividad, hasta los momentos de “introspección” en los que el protagonista, Lelouch, observa todo desde lejos con cara de estreñimiento emocional, la serie se desploma bajo el peso de su propio melodrama. La estructura narrativa es tan inconsistente que uno se pregunta si los guionistas no estarían usando un dado para decidir qué ocurre a continuación.
La figura de C.C., la misteriosa chica que otorga al protagonista el poder del Geass, es tratada con la misma profundidad emocional que un personaje de relleno de un shōjo mediocre. Su reaparición repentina como si nada hubiera pasado —en pleno instituto, como quien va al Carrefour— resume a la perfección la coherencia interna de la serie: ninguna. Y cuando crees que has tocado fondo, te llega el episodio del gato. Sí, un gato. Roba el casco de Lelouch y toda la escuela, incluyendo el genio estratega de la revolución, se embarca en una búsqueda digna de un capítulo especial de Doraemon. ¿Sátira involuntaria? Tal vez. ¿Ridículo consciente? Muy probablemente.
En cuanto al “contrapunto moral” de Lelouch, el japonés Suzaku, que trabaja para los británicos porque cree en la paz (mientras destroza todo a su paso con un mecha último modelo), uno no puede evitar pensar que su único cometido es ser el polo opuesto del protagonista, sin otro matiz que ese. No evoluciona, no sorprende, no aporta nada salvo frustración.
Comparar esta serie con Death Note es un insulto a la inteligencia narrativa. Mientras que Death Note construye una tensión psicológica con una precisión casi quirúrgica, Code Geass opta por el artificio y el efectismo. Aquí no hay partidas de ajedrez mentales, sólo una montaña rusa emocional diseñada para aquellos que confunden intensidad con calidad.
En resumen: Code Geass es el equivalente anime a un adolescente que se ha leído medio libro de filosofía y se cree preparado para derrocar al sistema. Un espectáculo vacío, sostenido por un fandom que parece confundir complejidad con confusión.