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Voto de edugrn:
4

Voto de edugrn:
4
7.8
4,859
Drama. Romance
Retrato de la vida cotidiana de un matrimonio burgués que atraviesa una crisis de pareja. En Milán, tras visitar a un amigo enfermo terminal en un hospital, el escritor Giovanni Pontano (Marcello Mastroianni) acude a una fiesta por la publicación de su último libro. Mientras, su mujer Lidia (Jeane Moreau) visita el lugar donde vivió muchos años atrás. Luego, durante la noche, ambos acuden a una fiesta en la mansión del Sr. Gherardini, ... [+]
21 de abril de 2025
21 de abril de 2025
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi "La noche" por primera vez el 11 de octubre de 2012. No escribí crítica. Supongo que no sabía qué decir. Diez años después, la he vuelto a ver… y le subo la nota: de 3 a 4.
Los tres puntos que le di en su día se mantienen intactos por un único motivo: la imagen. Cada encuadre parece diseñado con precisión quirúrgica. Antonioni no graba al azar. Una de las primeras escenas que lo demuestra es aquella en la que la cámara enfoca una pared vacía de un edificio, y en el rincón inferior izquierdo, casi escondida, aparece la protagonista. En ese momento ya sabes que estás ante algo más que un simple drama conyugal.
Visualmente, es poesía minimalista. La imagen importa más que las palabras.
Y menos mal, porque la trama… es tan vacía como sus personajes. La historia gira en torno a un matrimonio agotado, donde cada uno busca fuera lo que ya no encuentra dentro. Ni siquiera se trata de infidelidad como tal: más bien, coqueteos con la idea de sentirse vivos. Aunque ninguno de los dos consuma esas aventuras, el regreso al punto de origen les enfrenta a un desenlace que, por respeto (y por juego), es mejor no desvelar. Que cada espectador saque su propia lectura… que, al final, ahí puede estar el verdadero interés de la película.
La protagonista es tan apática como su relación. Y eso, aunque suene negativo, es lo que la hace honesta. Una película sobre el hastío necesita personajes aburridos, que duden, que se pierdan. Es como ver a dos fantasmas vagando por un decorado de lujo.
En su día, la censura recortó cuatro escenas: el momento en que el protagonista se mete en la cama de una enferma (que, sinceramente, parece tan surrealista como innecesario), una escena de desnudo parcial en el baño, un improperio inesperado en una fiesta (“puta”), y una escena final con más pasión de la que la censura podía digerir. Todo muy representativo de la época.
La noche no es fácil de ver, ni pretende gustar a todo el mundo. No es una película para entretenerse, sino para dejarse llevar por la melancolía, el vacío y la incomodidad de lo cotidiano. Y sí, a veces eso también es cine.
Los tres puntos que le di en su día se mantienen intactos por un único motivo: la imagen. Cada encuadre parece diseñado con precisión quirúrgica. Antonioni no graba al azar. Una de las primeras escenas que lo demuestra es aquella en la que la cámara enfoca una pared vacía de un edificio, y en el rincón inferior izquierdo, casi escondida, aparece la protagonista. En ese momento ya sabes que estás ante algo más que un simple drama conyugal.
Visualmente, es poesía minimalista. La imagen importa más que las palabras.
Y menos mal, porque la trama… es tan vacía como sus personajes. La historia gira en torno a un matrimonio agotado, donde cada uno busca fuera lo que ya no encuentra dentro. Ni siquiera se trata de infidelidad como tal: más bien, coqueteos con la idea de sentirse vivos. Aunque ninguno de los dos consuma esas aventuras, el regreso al punto de origen les enfrenta a un desenlace que, por respeto (y por juego), es mejor no desvelar. Que cada espectador saque su propia lectura… que, al final, ahí puede estar el verdadero interés de la película.
La protagonista es tan apática como su relación. Y eso, aunque suene negativo, es lo que la hace honesta. Una película sobre el hastío necesita personajes aburridos, que duden, que se pierdan. Es como ver a dos fantasmas vagando por un decorado de lujo.
En su día, la censura recortó cuatro escenas: el momento en que el protagonista se mete en la cama de una enferma (que, sinceramente, parece tan surrealista como innecesario), una escena de desnudo parcial en el baño, un improperio inesperado en una fiesta (“puta”), y una escena final con más pasión de la que la censura podía digerir. Todo muy representativo de la época.
La noche no es fácil de ver, ni pretende gustar a todo el mundo. No es una película para entretenerse, sino para dejarse llevar por la melancolía, el vacío y la incomodidad de lo cotidiano. Y sí, a veces eso también es cine.