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Voto de Pablo Veiga :
7

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7
7.3
12,223
Intriga. Romance
Un atractivo vividor coincide en el tren con una joven ingenua que acabará teniendo que pagarle el billete. Más adelante, vuelven a encontrarse en una fiesta y, tras un breve romance, ella decide casarse con él, a pesar de la oposición de su padre. Considerada por todos, incluida su familia, una solterona, está empeñada en demostrarles que alguien la puede amar. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2025
24 de marzo de 2025
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La historia es un tejemaneje de mentiras tan elegantes que hasta las sospechas llevan smoking, Johnnie podría venderle arena al desierto, pero aquí vende sueños, amor, viajes, una vida de lujo, todo con el dinero de ella, claro. Lina es la novia que pasa de ruborizarse con un beso a revisar las cuentas bancarias con lupa.
No necesita sustos baratos, su arma es la sospecha, planos que acarician el perfil de Grant como si fueran dedos en un gatillo, escenas donde una escalera de caracol se vuelve un precipicio, y una carta de amor, un testamento.
Hitchcock juega con los ojos de Fontaine como si fueran espejos del público, amplios, temblorosos, siempre buscando respuestas en los pliegues de las sonrisas de Grant, y luego está el ritmo, lento como un reloj de arena, pero cada grano es una duda que se acumula en el estómago.
Claro, hay momentos donde la comedia alivia la tensión, pero hasta eso sirve para distraerte antes del siguiente golpe.
Joan Fontaine actúa con los párpados, no exagero, su mirada pasa de novia ilusionada a mujer al borde del abismo sin soltar un grito. Cuando descubre los secretos de su marido, no necesita palabras, le basta cerrar los puños sobre la mesa, como si intentara agarrarse a la realidad, es una actuación que gotea vulnerabilidad.
Cary Grant, en cambio, es el hombre que todos querríamos odiar si no fuera tan irresistible para la cámara. Juega a ser el villano perfecto, sonríe mientras miente, baila mientras roba, y hasta sus silencios suenan a confesión falsa. Grant te deja colgado del hilo, como un péndulo entre el "mátalo" y el "bésalo". Juntos, son dinamita, él enciende la mecha, ella contiene la explosión.
El blanco y negro aquí no es falta de color, es un arma moral, las sombras en la mansión de Lina no ocultan amenazas, las crean. Hitchcock pinta con luz, el rostro de Grant medio iluminado en la noche, las cortinas que proyectan rejas sobre Fontaine, hasta el vestuario habla, los trajes claros de Grant al principio, oscuros después, como si el mal se le filtrara por las costuras.
Alfred Hitchcock, maestro del suspense, nos entrega una historia que juega con las expectativas del espectador y explora las sombras del amor y la confianza. La película se mueve entre el romance y el thriller psicológico, construyendo una narrativa de creciente inquietud en torno a un matrimonio envuelto en la duda y el peligro.
No necesita sustos baratos, su arma es la sospecha, planos que acarician el perfil de Grant como si fueran dedos en un gatillo, escenas donde una escalera de caracol se vuelve un precipicio, y una carta de amor, un testamento.
Hitchcock juega con los ojos de Fontaine como si fueran espejos del público, amplios, temblorosos, siempre buscando respuestas en los pliegues de las sonrisas de Grant, y luego está el ritmo, lento como un reloj de arena, pero cada grano es una duda que se acumula en el estómago.
Claro, hay momentos donde la comedia alivia la tensión, pero hasta eso sirve para distraerte antes del siguiente golpe.
Joan Fontaine actúa con los párpados, no exagero, su mirada pasa de novia ilusionada a mujer al borde del abismo sin soltar un grito. Cuando descubre los secretos de su marido, no necesita palabras, le basta cerrar los puños sobre la mesa, como si intentara agarrarse a la realidad, es una actuación que gotea vulnerabilidad.
Cary Grant, en cambio, es el hombre que todos querríamos odiar si no fuera tan irresistible para la cámara. Juega a ser el villano perfecto, sonríe mientras miente, baila mientras roba, y hasta sus silencios suenan a confesión falsa. Grant te deja colgado del hilo, como un péndulo entre el "mátalo" y el "bésalo". Juntos, son dinamita, él enciende la mecha, ella contiene la explosión.
El blanco y negro aquí no es falta de color, es un arma moral, las sombras en la mansión de Lina no ocultan amenazas, las crean. Hitchcock pinta con luz, el rostro de Grant medio iluminado en la noche, las cortinas que proyectan rejas sobre Fontaine, hasta el vestuario habla, los trajes claros de Grant al principio, oscuros después, como si el mal se le filtrara por las costuras.
Alfred Hitchcock, maestro del suspense, nos entrega una historia que juega con las expectativas del espectador y explora las sombras del amor y la confianza. La película se mueve entre el romance y el thriller psicológico, construyendo una narrativa de creciente inquietud en torno a un matrimonio envuelto en la duda y el peligro.