42

42 es el legendario número que llevó a la espalda el primer afroamericano que jugó en las ligas mayores de béisbol. Tan importante es el hecho (ya llevado al cine en otras películas) que es el único número retirado (no se puede usar por ningún equipo) de la liga. Bonito gesto. Y bonita historia, que peca no obstante de algo blanda y falta de pegada. Algo así como un buen bateo sin homerun (o como escribir una crítica usando tópicos y símiles de béisbol). Strike. 42 también podrían ser las lecciones que se van mostrando a lo largo de la cinta sobre el poder de la dignidad y las convicciones; las bases que va conquistando el relato sobre la fuerza de la palabra y los hechos. Alternando hábilmente su aspecto histórico-social y su vertiente deportiva, ésta carente de chispa, un drama siempre a medio gas que sólo aspira a llegar hasta el final saludando al público. Poco para una gran película, suficiente para acompañar las palomitas. Su principal queja sería sin duda lo poco que se esfuerza en forjar a su héroe, su pereza por alcanzar intensidad. Harrison Ford, por su parte, está más que aceptable, en un goloso papel de mánager empeñado en convencer a cualquiera desarmando la retórica de lo establecido, sus prejuicios y la intolerancia dominante. Una cinta correcta, que evita sangre y aristas y acaricia emociones.