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La maldición de Thelma

Drama Thelma no es una chica normal. Desesperada, le pregunta insistentemente a Dios por qué la ha hecho así. Sus padres tampoco son de gran ayuda, sino dos personas misteriosas que se muestran tranquilas ante los poderes que muestra su hija, que, cada vez que siente algo, causa desastres. Cuando Thelma inicie una relación con una compañera, las emociones propias del amor harán estragos. (FILMAFFINITY)
Críticas 64
Críticas ordenadas por utilidad
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9
11 de octubre de 2017
67 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
El festival de Sitges ha sido mi primer contacto con Joachim Trier, y tras ver "Thelma" y "Oslo, 31 de agosto", puedo afirmar que Joachim Trier es un director a tener muy en cuenta.

No es fácil hacer una película que gire en torno a los poderes de una joven adolescente. De hecho, estamos más que cansados de películas de superhéroes, de personajes con poderes y de todo lo que recuerde a dicha temática. Joachim Trier, sin embargo, logra un acercamiento realista y comedido al género, sin olvidar que los poderes de la protagonista son un elemento importante de su película, pero sabiendo dotar a su película de mucho más.

El éxito de Thelma radica en saber construir a fuego lento una trama donde la religión, los impulsos ligados a la adolescencia, el descubrimiento de la sexualidad y el misterio se entremezclan, dándonos una película que se disfruta en todo momento, pese a no requerir de artificios ni grandes giros de guión para mantener atrapado al espectador. Thelma es ante todo, una película elegante, con una atmósfera fría y unos personajes bien definidos, que recuerdan a películas como Déjame Entrar.

Para muchos, la gran sorpresa del festival de Sitges 2017, y para un servidor todo un ejemplo de como géneros tan denostados como la fantasía y el terror pueden brindarnos propuestas maduras y complejas cuando las cosas se hacen bien.
6
13 de diciembre de 2017
51 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso que, con toda la mitología superheroica que nos invade, sigamos pensando que para ser un superhéroe sólo hacen falta poderes y ya está.
Como si el impulso de hacer el bien o sacrificarse por el prójimo fuera algo innato en cualquiera, cosa que no es así ni de lejos.
Se nos pasa por alto la figura del tío Ben, del mayordomo Alfred, de los Kent... como si fueran secundarios y no cimientos.

Digo esto porque 'Thelma' es, literalmente, una película de superhéroes.
Con cierta atmósfera terrorífica, desde luego. Narrada en los planos largos y miradas intensas de un drama independiente, sin duda. Pero, intencionadamente o no, esto podría ser el cómic de X-Men más "hartístico" que hayas visto jamás.
Aunque sucede una cosa: ningún profesor Xavier vino a buscar a Thelma al llegar a la mayoría de edad.
Y se marchó a una universidad donde lo último que te enseñan es alcanzar tu potencial.

Ya se deja clara su invisibilidad desde el primer plano aéreo, que tiene que ir desde la generalidad del campus a la particularidad de Thelma, como otra hormiguita que viene a integrarse a la colonia.
La angustia preuniversitaria no queda muy lejos: racionalizar, encajar, cuidar de no sobresalir para que no te señalen... cosas que no suponen un problema, si no te has cuidado en una aislada casa familiar bajo asfixiante tutela.
Aunque esa angustia tiene la ventaja de que todos la sienten, en mayor o menor medida, y por eso Thelma encuentra un hombro amigo en Anja: conocerla nada más salir de la piscina es sólo un bonito detalle simbolizando la uniformidad en la que estaba metida y de la que ella le despierta, en una película llena de melancólicos simbolismos.

Claro que, para Thelma, Anja se convierte en el flagelo de su conciencia: ¿cómo puedo permitirme sentirme así, si me han criado... así? ¿cómo puedo amar así... si me han dicho que el amor es otra cosa?
La historia juega al despiste de los cuentos de hadas, con unos padres a los que hay que llamar cada noche antes de la última campanada, y al martirio religioso, con un pecado original que se revuelve bajo la falda de Thelma, más dulce y liberador cuanto más prohibido se siente.
Parece que esa es la única manera de entender el mundo para ella, en cuentos mitológicos o estrictos dogmas, sin que en ningún momento pueda agarrarse a la fe sencilla que representa esa chica, simplemente, esperándola en la biblioteca o dejándole un hueco en la fila.

Esto podría ser un cómic de superhéroes, sí, pero no habla de salvar al mundo, sino de salvarse a uno mismo de todas las contradicciones e imposiciones que alguna vez nos han cargado.
Cosas contra las que ni el más absoluto de los poderes puede nada, como acaba aprendiendo Thelma, porque desde bien pequeñita le enseñaron que su vida era así y debía temer que le aplastara.

Al final, entiendo por qué Joachim Trier no quería ningún mentor en su historia.
Porque Thelma tenía poder de sobra para resistir el sufrimiento, aprender de ello y cambiar su propio mundo a uno en el que a nadie deba nada.

El último plano es uno particular, uno que pasa por encima de la generalidad.
Y sólo puedo admirar a una chica que, por fin, ha superado el miedo a si misma, todo por el camino que quiere tomar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un breve paréntesis de belleza permanece en pleno acto final, todo toxicidad y mala familia, cuando Thelma atraviesa un lago hasta la piscina de su universidad, volviendo a encontrar a una Anja que creía perdida.
No hay momento más hermoso, ni reencuentro más emotivo, que diga con tanta claridad: nunca, sobre todo en los peores momentos, hay que renegar de todo lo bueno que se ha vivido.
7
22 de diciembre de 2017
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
A falta de unos pocos días para que concluya el 2017, muchas distribuidoras españolas empiezan a organizar pases de prensa de sus estrenos de enero del 2018. Entre ellos se encuentra la película que Surtsey Films me invitó a ver en el Renoir Plaza de España. Una película que ansiaba ver como agua de mayo: la noruega Thelma, thriller psicológico de Joachim Trier que fue presentado en el Festival de Toronto y que fue premiada con el Gran Premio del Jurado y el Premio al Mejor Guión en el último Festival de Sitges. Sobrino de Lars, llevo años siendo aficionado al cine de este realizador, encontrando en Oslo, 31 de Agosto una extraordinaria película y en El amor es más fuerte que las bombas un ejercicio harto apreciable. Por lo que no podía estar más interesado en su acercamiento al fantástico. Entró en mi agenda en verano, y ya me había olvidado de ella hasta que apareció de la nada este pase, al que acudí raudo cual puma. Y si el resultado final, sobre el que he reflexionado los últimos días, es pretencioso y defectuoso, Thelma es igualmente una película apasionante. Ardua de visionar, recargada y de desarrollo abigarrado, pero sensual en atmósfera, estética y, en última instancia, de vasto impacto emocional en las temáticas afrontadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Thelma (excelente Elli Harboe) es una adolescente noruega hija de una familia cristiana fanática. Estudia Biología en una facultad de otra universidad y, saliéndose de su introspectividad, desarrolla una intensa amistad con Anja (Kaya Walkins). Cuando experimente hacia ella sentimientos intensos e impuros, cada vez que sienta este descontrolado y extraño corriente de emociones, padecerá extraños ataques epilépticos. Tras varios sucesos truculentos, indagaciones y rememoraciones de su pasado, Thelma deducirá que posee, sin haberlo sabido hasta ahora, habilidades muy especiales. Una sensible y poética historia de la entrada a la madurez de una muchacha tímida y afectada descubriendo su sexualidad en un ambiente fundamentalista anegado de misterio y temor visto desde el prisma de los códigos del cine de terror, utilizados de una manera introspectiva, expresiva y reflexiva. Elegante y contenida, seductoramente malsana. Un ejercicio de exigente excelencia atmosférica que logra hipnotizarnos y tenernos siempre en tensión y expectantes. Todos los departamentos rinden a un excelente nivel: estupendas interpretaciones, sublime banda sonora, estupenda fotografía (hermosas tomas en movimiento de envidiable construcción geométrica), armoniosa dirección de Joachim Trier…Al servicio de un guión ambicioso que ofrece una mirada propia hacia el mundo de las habilidades sobrenaturales aunándolas con la religiosidad y el género de terror. Un mosaico con varias capas temporales y narrativas que sólo casa plenamente en un cierre optimista y anómala pero tremendamente satisfactorio, que gana y gana en el recuerdo. Una película que, en última instancia, se vendría abajo de no ser por su interesantísima protagonista, cuyos problemas inexplicables se remontan más de lo que se imagina, y por la mano con la que se ejecutan las escenas sobrenaturales, sensorialmente avasalladoras.

Del mismo modo que Thelma, de pausada pero seductora construcción, fascina con su apertura y conclusión, se tambalea durante su desarrollo. Una vez la relación se oficializa y se pausa con el distanciamiento de la confusión de Thelma el filme se queda en un stand by titubeante, y realmente tarda bastante tiempo en indagar en profundidad en los secretos de Thelma, debiendo resolver en un apresurado tercer acto las tensiones que sus estremecedoras facultades han creado en una familia atemorizada y tocada por esta joven en proceso de aprender a controlar este don. Y la sutileza se deja a un lado para lograr ciertos impactos y dar a entender informaciones sobre el misterio y lo antaño ocurrido en la familia de Thelma que se ven venir antes de que sucedan. Si bien las secuencias oníricas y mentales de Thelma son poderosas, funcionan a nivel tonal pero su exceso perjudica por momentos a la fluidez de la narrativa. Es en suma, una película más de sugerir que de contar, y los que gusten del filmes más activos y con más acciones sufrirán con estas narraciones pausadas y ambiguas.

Desconcertante, umbría e hipnótica, Thelma es una rareza que exige paciencia y comprensión, pero los tolerantes encontrarán motivos para el goce entre el laberinto de ambición artística.
9
15 de marzo de 2018
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este film, Thelma, insólito en la filmografía de Joachim Trier por su apuesta por el terror sobrenatural —más bien diríamos terror psicológico, de lenta cadencia y hondura antropológica a través de un elenco de personajes espantosamente verosímiles, interpretados de fábula por, ante todo, Eili Harboe y Henrik Rafalesen—, pasan cosas; sí, pasan cosas. A los ojos eclosiona el deleite vivo de la fotografía de Jakob Ihre, por cierto original y sugerente: como el plano largo y tomado desde alturas ignotas que abre y cierra la cinta, como el lago helado rematado por bosques boreales, como la intimidad que sugiere un pasillo iluminado por la noche: amén de todo el simbolismo alegórico, a caballo entre el psicoanálisis freudiano, la religión (aquí aprehendida como constricción o férula, imbuida en la figura del padre) y, envolviéndolo todo en anillos concéntricos, la potencia mágico-numénica con que la muchacha protagónica está investida —bandadas de cuervos, serpientes furtivas, el lago en verano y en invierno (del que me atrevería a decir que representa la represión de Thelma: no deja de ser insinuante el hecho de que, con Lacan, la neurosis se asimile a un bloque helado que debe ser ''pulverizado'') y otras hermosas e impactantes imágenes que corresponden a la sección de spoiler—; y es en torno a tales ''poderes'', fatídicos para más inri, sobre los que gira y rota y danza y se desgarra la trama de un guión preciso, incisivo, de los que encogen el corazón: lejos de recurrir a una tensión desubstanciada, boba, ésta nos atrapa por lo profundamente humano de su devenir.

Rica, dolorosa, por momentos hipnótica, Thelma constituye un soplo de aire helado (badum-tss) tanto para el drama psicológico como para el cine de terror.
A mi juicio una de las películas más guays estrenadas en los últimos años. Ponte a verla, tú.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para mí, ya digo, para mí es diáfano que Thelma debía, primero, destruir a su padre (lo que literalmente hace: en sueños, siempre en sueños: piedra de toque entre inconsciente y subconsciente) y después a Dios para gozar de su amor, antes tan turbio y reprimido, tan embrujado por fantasmas; es el sacrificio necesario que opera para liberarse de su pasado. Por descontado que en la vida real nunca es tan sencillo; seamos, con todo, indulgentes con este cuento oscuro en atención a la profusión temática que se desliza bajo su superficie. ¿Ecos de Freud? ¿Ecos de la mitología grecolatina? Indudablemente.
Yo me quedo, en paralelo, con lo pictórico-visual —el bebé ahogado bajo la capa de hielo, la serpiente cuando se infiltra por la boca de Thelma mientras le masturban, el horror vivo de la madre cuando es acariciada por la asesina de su hijo y marido, ciertos ángulos de cámara y escogidos temas de la banda sonora, Thelma que yace en el bosque alfombrado de musgo y que, con la resurrección del pájaro, aprender a revertir, a conferir vida en vez de arrancarla.
Thelma la retorcida, Thelma la dulce. Thelma, Thelma, Thelma.
Con lo arrobadamente que yo te sacaría a bailar...
Una pena que no te molen los tíos.
7
23 de marzo de 2018
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ratos deambula entro lo gótico y lo terrorífico, por momentos asemeja un relato libidinoso sobre el despertar sexual y sensual de una adolescente retraída, en ocasiones aparenta ser un ambiguo y tortuoso drama familiar… aunque también invade la senda del cine místico más candoroso y fatiga las ciénagas de la ofuscación religiosa más rancia. Es decir, propone un sinnúmero de temas y acertijos que pueden desorientar al espectador más perspicaz y avezado, sin renunciar a nada ni resolver del todo el enigma propuesto. Si bien el desenlace yerra cuando trata de forzar algunas respuestas innecesarias que atenúan el misterio, como si temiera que un exceso de turbiedad e inquietud fuera un demérito o una carencia, como si el género fantástico estuviera necesitado de certezas y exigiera desvelar la incógnita para no ser tachado de insensato.

Pese a ese extravío o imperfección – quizás debido a un exceso de racionalismo trasnochado – el balance es muy positivo. Se agradece que nos propongan un recorrido desasosegante y cenagoso que sorprende e inquieta a cada paso, en el que nunca sabe uno con certeza si está presenciando una ensoñación delirante o transitando la realidad más ordinaria y feroz. Esa incertidumbre, esa duda lacerante, es su máximo logro: nada es lo que parece y se abre ante el espectador un itinerario, sin mapa ni brújula, que nos suspende sobre un abismo de sospecha y perplejidad que resulta sugerente y adictivo. Queremos saber más, queremos salir de dudas, queremos que se resuelva el malestar de su protagonista, ya que nos carcomen los mismos recelos y miedos que la sobrecogen a ella.

La palidez de los colores, la frialdad de las imágenes, la aparente nitidez de la narración contribuyen a crear un clima tóxico, a tejer una historia llena de sombras, opacidad y desgracia que nos inquieta y atrapa desde el equívoco arranque en mitad de la nieve o el parsimonioso caminar sobre un lago helado. Basta presenciar cómo un adulto apunta con su escopeta cargada a la nuca de una niña desvalida o presenciar la traslúcida cárcel de unos peces moviéndose bajo una espesa capa de hielo para comprender que alguien se ha dejado destapada la caja de Pandora y los torbellinos del averno se han escapado para sembrar cizaña, infortunio y dolor en un paisaje inmaculado, tan yermo como gélido.

Joachim Trier urde una trama densa y paciente como una espesa y pegajosa tela de araña que nos atrapa, al albur de un destino que nos sobrepasa, abruma e inquieta. Si perdonamos ciertos defectos de guion – su torpe obsesión por atar cabos – el resultado final resulta tan estimulante como siniestro.
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