Orígenes
6.8
24,789
Drama. Romance. Ciencia ficción
Ian Gray, un estudiante de biología molecular especializado en la evolución del ojo humano, conoce a una misteriosa mujer cuyo iris es multicolor. Años después, su investigación lo lleva a hacer un descubrimiento asombroso, que podría cambiar la forma en que percibimos nuestra existencia. (FILMAFFINITY)
7 de noviembre de 2014
7 de noviembre de 2014
182 de 214 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Orígenes", de Mike Cahill, es una película original, según el guiño que parece nos hace el título en castellano. No así el título original que, en mi opinión, es un hallazgo y una traviesa paradoja no explicitada —aunque no descarto que sólo sea una interpretación mía—, y que, como en tantas ocasiones, se pierde en una mala traducción. El título original no es "Origins" sino "I Origins" que —aunque es verdad que para mayor ambigüedad se omite la coma— se traduciría por "Yo, Orígenes". Orígenes, fue uno de los principales doctores de la Iglesia Católica tan reconocido como S. Agustín, S. Gregorio Magno o Sto. Tomás de Aquino. Una de sus principales aportaciones al dogma fue su rechazo de la doctrina de la reencarnación. Buen conocedor del concepto griego de la metempsicosis o transmigración del espíritu, lo condenó por ser ajeno a la Iglesia, al no tener apoyatura bíblica. La Metempsícosis, como es sabido, es una concepción recurrente en las religiones orientales —entre las que destaca el budismo—, que defiende que, una vez que ha tenido lugar la muerte de alguien, su alma transmigra a otro cuerpo, cuyo grado de perfección depende de los merecimientos obtenidos en vida por aquél que acaba de fallecer.
El papel de Orígenes en la película lo desempeñaría el personaje de Ian Gray (Michael Pitt), pero no desde una posición religiosa que combate lo que dice otra acerca de la inmortalidad, sino desde una posición científica que considera a la religión superstición y que rechaza por tanto la inmortalidad. Gray alberga la esperanza de que la investigación en la que está trabajando: probar la teoría de la evolución en el ojo humano, tenga como valor añadido dejar en entredicho la existencia de un diseño inteligente en una de las piezas más sofisticadas del ser humano —como es el ojo—, asestando así un duro golpe a la teoría del creacionismo que intenta dar gato por liebre al pretender convertir una concepción religiosa en científica. La teoría del "Diseño inteligente" es uno de los elementos clave en la enconada polémica que se mantiene desde hace años en Estados Unidos, ya que ha sido la gran coartada del creacionismo para contraponerse, como teoría científica y no religiosa, al evolucionismo, e intentar lograr así que se estudie en las escuelas estadounidenses que, debido a su carácter laico, no pueden impartir enseñanza religiosa. La teoría del diseño inteligente supone que el origen o evolución del Universo, la vida y el hombre, serían el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada por un ente pensante. Este ente pensante o diseñador inteligente no es otro que Dios, aunque se obvia esta denominación, para que pueda ser incluido en los temarios escolares.
Esta película está emparentada con "Más allá de la Vida" de Clint Eastwood, que podría considerarse, en una mirada superficial, como de tesis respecto a la inmortalidad, a partir de sus dos temas centrales: el placentero tránsito de la vida a la muerte y la existencia de personas con una sensibilidad especial, que podrían llegar a ponerse en contacto con los muertos. En realidad de lo único de lo que levanta acta "Más allá de la Vida" es de dos cuestiones razonablemente documentadas, de las que por sí solas no se infiere nada acerca de la inmortalidad: Primero, que se han generado unos mecanismos —que quizás sean evolutivos en el ser humano— que le permiten un tránsito agradable de la vida a la muerte, al igual que se han desarrollado unas apetencias que estimulan la reproducción, por ser consecuencia de un acto muy placentero para la mayoría de personas.
Y segundo, que hay individuos que pueden adentrarse en la mente de los vivos, lo que pueden hacer pasar por un diálogo con los muertos.
"Orígenes" no es una película de tesis sobre la inmortalidad sino una película de intriga que tiene como elemento central de la intriga la inmortalidad.
El acierto en el reparto, las buenas interpretaciones, la extraordinaria fotografía y una banda musical sobresaliente, unidas a una cuidada puesta en escena al servicio de una acción que no decae en ningún momento, contribuyen a que esta película se vea muy bien, resulte muy amena y consiga plenamente su objetivo principal, que no es otro que el de sorprender.
El papel de Orígenes en la película lo desempeñaría el personaje de Ian Gray (Michael Pitt), pero no desde una posición religiosa que combate lo que dice otra acerca de la inmortalidad, sino desde una posición científica que considera a la religión superstición y que rechaza por tanto la inmortalidad. Gray alberga la esperanza de que la investigación en la que está trabajando: probar la teoría de la evolución en el ojo humano, tenga como valor añadido dejar en entredicho la existencia de un diseño inteligente en una de las piezas más sofisticadas del ser humano —como es el ojo—, asestando así un duro golpe a la teoría del creacionismo que intenta dar gato por liebre al pretender convertir una concepción religiosa en científica. La teoría del "Diseño inteligente" es uno de los elementos clave en la enconada polémica que se mantiene desde hace años en Estados Unidos, ya que ha sido la gran coartada del creacionismo para contraponerse, como teoría científica y no religiosa, al evolucionismo, e intentar lograr así que se estudie en las escuelas estadounidenses que, debido a su carácter laico, no pueden impartir enseñanza religiosa. La teoría del diseño inteligente supone que el origen o evolución del Universo, la vida y el hombre, serían el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada por un ente pensante. Este ente pensante o diseñador inteligente no es otro que Dios, aunque se obvia esta denominación, para que pueda ser incluido en los temarios escolares.
Esta película está emparentada con "Más allá de la Vida" de Clint Eastwood, que podría considerarse, en una mirada superficial, como de tesis respecto a la inmortalidad, a partir de sus dos temas centrales: el placentero tránsito de la vida a la muerte y la existencia de personas con una sensibilidad especial, que podrían llegar a ponerse en contacto con los muertos. En realidad de lo único de lo que levanta acta "Más allá de la Vida" es de dos cuestiones razonablemente documentadas, de las que por sí solas no se infiere nada acerca de la inmortalidad: Primero, que se han generado unos mecanismos —que quizás sean evolutivos en el ser humano— que le permiten un tránsito agradable de la vida a la muerte, al igual que se han desarrollado unas apetencias que estimulan la reproducción, por ser consecuencia de un acto muy placentero para la mayoría de personas.
Y segundo, que hay individuos que pueden adentrarse en la mente de los vivos, lo que pueden hacer pasar por un diálogo con los muertos.
"Orígenes" no es una película de tesis sobre la inmortalidad sino una película de intriga que tiene como elemento central de la intriga la inmortalidad.
El acierto en el reparto, las buenas interpretaciones, la extraordinaria fotografía y una banda musical sobresaliente, unidas a una cuidada puesta en escena al servicio de una acción que no decae en ningún momento, contribuyen a que esta película se vea muy bien, resulte muy amena y consiga plenamente su objetivo principal, que no es otro que el de sorprender.
10 de octubre de 2014
10 de octubre de 2014
123 de 155 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ahora mismo existe un extraño miedo al sentimiento”. Lo dijo Mike Cahill durante la presentación de su última película en el festival de Sitges. Y debe andar en lo cierto, porque hacía tiempo que una película no me ponía los pelos de punta. Nada menos que en tres ocasiones. Tres maravillosos instantes con los que Orígenes ya se gana un ineludible visionado pero que son sólo tres reacciones subjetivas ante un filme elegante, reflexivo y muy redondo. Una de las más gratas sorpresas del certamen fantástico.
La primera respuesta epidérmica se produce al poco tiempo de empezar la película, cuando Ian Gray, un estudiante de biología molecular, se queda prendado de un par de ojos multicolores. Inmortalizados con su cámara, son el único rasgo que conserva de la misteriosa joven que conoció en una fiesta de disfraces. A partir de ahí comienza una intensa búsqueda que culmina en un vagón de metro con unos cascos y la magnífica canción que dio comienzo a su relación. La gran historia de amor a primera vista que sólo unos pocos afortunados vivirán más allá de la gran pantalla.
Pero el romance en Orígenes no se ciñe exclusivamente a la pareja que forman Michael Pitt y la bellísima Astrid Bergès-Frisbey. Es también el reflejo de una pasión tan poco atractiva para el cine como la pasión por la ciencia. Los hipnóticos primeros planos de iris son el estímulo visual para poder plasmar la obsesión del joven científico y su becaria por encontrar el origen del ojo humano. Una visión romántica de la investigación que conducirá a un intenso debate entre la razón y las creencias.
Antes de alcanzar el tono más reflexivo, cuando parecía todo encarrilado, la trama da un giro de 180 grados. Una escena imprevista, un duro golpe al espectador con el que Cahill provoca el segundo gran erizamiento de piel, no sólo por el sorprendente suceso sino también por su poderoso tratamiento audiovisual. El shock ahoga el sonido, el grito de dolor que sólo un gran trauma impediría escuchar. Una de las grandes interpretaciones en la interesante carrera de Michael Pitt.
Y la tercera gran conmoción, capaz de hacerte levantar para aplaudir a su responsable, se reserva para el final del metraje, cuando Orígenes se adentra en la India y en el manido tema de la reencarnación. De manera intrigante y espléndida, Cahill nos va planteando el eterno dilema entre ciencia y religión, apelando primero a los datos y a la propia experiencia después. El razonamiento y la observación a los que se debe todo científico quedan en entredicho ante las puertas de un ascensor. Sobrecogedora escena que devuelve la fe en los milagros, al menos en los que pueden llegar a producirse en una platea.
Puede que Cahill tenga razón, que los sentimientos no se prodiguen últimamente en el cine. Quizá por eso Orígenes se degusta como aire fresco, sin el sabor rancio de las películas románticas y con un filtro pretendidamente moderno, hipster para algunos, que se aplica desde en la puesta en escena hasta la banda sonora. Una maravilla que cautiva la vista y que, sin rozar la cursilería, despierta emociones.
La primera respuesta epidérmica se produce al poco tiempo de empezar la película, cuando Ian Gray, un estudiante de biología molecular, se queda prendado de un par de ojos multicolores. Inmortalizados con su cámara, son el único rasgo que conserva de la misteriosa joven que conoció en una fiesta de disfraces. A partir de ahí comienza una intensa búsqueda que culmina en un vagón de metro con unos cascos y la magnífica canción que dio comienzo a su relación. La gran historia de amor a primera vista que sólo unos pocos afortunados vivirán más allá de la gran pantalla.
Pero el romance en Orígenes no se ciñe exclusivamente a la pareja que forman Michael Pitt y la bellísima Astrid Bergès-Frisbey. Es también el reflejo de una pasión tan poco atractiva para el cine como la pasión por la ciencia. Los hipnóticos primeros planos de iris son el estímulo visual para poder plasmar la obsesión del joven científico y su becaria por encontrar el origen del ojo humano. Una visión romántica de la investigación que conducirá a un intenso debate entre la razón y las creencias.
Antes de alcanzar el tono más reflexivo, cuando parecía todo encarrilado, la trama da un giro de 180 grados. Una escena imprevista, un duro golpe al espectador con el que Cahill provoca el segundo gran erizamiento de piel, no sólo por el sorprendente suceso sino también por su poderoso tratamiento audiovisual. El shock ahoga el sonido, el grito de dolor que sólo un gran trauma impediría escuchar. Una de las grandes interpretaciones en la interesante carrera de Michael Pitt.
Y la tercera gran conmoción, capaz de hacerte levantar para aplaudir a su responsable, se reserva para el final del metraje, cuando Orígenes se adentra en la India y en el manido tema de la reencarnación. De manera intrigante y espléndida, Cahill nos va planteando el eterno dilema entre ciencia y religión, apelando primero a los datos y a la propia experiencia después. El razonamiento y la observación a los que se debe todo científico quedan en entredicho ante las puertas de un ascensor. Sobrecogedora escena que devuelve la fe en los milagros, al menos en los que pueden llegar a producirse en una platea.
Puede que Cahill tenga razón, que los sentimientos no se prodiguen últimamente en el cine. Quizá por eso Orígenes se degusta como aire fresco, sin el sabor rancio de las películas románticas y con un filtro pretendidamente moderno, hipster para algunos, que se aplica desde en la puesta en escena hasta la banda sonora. Una maravilla que cautiva la vista y que, sin rozar la cursilería, despierta emociones.
10 de octubre de 2014
10 de octubre de 2014
50 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Qué pasaría si algo de componente espiritual refutase nuestras creencias más científicas?"
Ciencia y espiritualidad van de la mano en la segunda película como director de Mike Cahill, (ganador del premio Alfred P. Sloan en Sundance, que ya se llevó también en 2011), como en esas conversaciones cansinas y borracherescas de todas las navidades con alguno de tus cuñados. Dos de los temas que más nos diferencian en la historia humana son los auténticos y no acreditados protagonistas de ésta, la segunda película de Cahill, que nos hace plantearnos un poco unas afirmaciones audaces, más que bien buscadas: el conocimiento y la propia fé.
En 2011, Mike Cahill se estrenó en esto del largometraje con “Another Earth”, estrenada en el Festival de Cine de Sundance con críticas de lo más variopintas, perfilándose como uno de los directores independientes norteamericanos más prometedores que trabajan hoy día. Tres años después de su debut, “I Origins”, ambiciosa y totalmente entretenida cinta, pasa por ser un estudio cinematográfico absolutamente personal, valiente y arriesgado que cuestiona si la ciencia o la espiritualidad son las verdaderas maneras de demostrar la existencia y el origen de los seres humanos. Una verdadera montaña rusa de emociones y sentimientos que sin ser prefecta bien podría ser de lo mejor de este año en Sitges.
En Orígenes el director obliga al público a hacer uso de su reflexión e inteligencia para sumergirse en las profundidades de la rocambolesca trama. Cahill es fiel a un reparto que ya le funcionó a las mil maravillas. Vuelve a trabajar con nuestra querida indie medio zumbada Brit Marling como Karen, una científica de lo más sofisticado que trabaja fielmente junto a Ian Gray (el siempre impresionante e intachable Michael Pitt), un estudiante de biología molecular especializado en la evolución del ojo humano, que se pasa la vida tratando de refutar a Dios y la idea del diseño del ser humano por un ser inteligente superior.
Juntos, mediante el escaneo del iris y diversos sofisticados avances tecnológicos de estudio científico, se obsesionan con la intención de refutar la existencia de un ser espiritual superior a la raza humana cuando descubren sobre una valla publicitaria y en los ojos de una bella mujer llamada Sofi (Astrid Bergès-Frisbey) cuyo iris es multicolor, y que Ian conoce en una fiesta de disfraces, y los intrincados detalles de sus ojos son todo lo que necesita para enamorarse de ella.
Hacen el amor fugazmente en un baño y ella se marcha sin decirle su nombre ni si quiera enseñar su rostro. Pero Ian, que rarito es un rato, no lo necesita, su acento, su cultura, ajenos a los de ella, funcionan como catalizador de su relación romántica, que se convierte en el primer acto de la cinta llegando a poder desesperar a más de uno.
A mí, desde luego, y en vista del nueve y medio que le casco, me convence ese potente discurso sci-fi metafísico, más que el apartado romántico, que también. Se hace evidente a lo largo de la cinta que Ian tiene una visión bastante escéptica de la espiritualidad. Cahill, que huye de las etiquetas en sus protagonistas y se aleja de la religión siempre que le es posible, nos ofrece argumentos bastante bien pensados en ambos sentidos. En cuanto Ian encuentra a Sofi, ambos se enamoran de inmediato. Pero no confundamos esto con un relato a lo Corín Tellado, porque a través de una secuencia apabullante, una tragedia sobrevenida, la película da un giro inesperado en forma de salto doble con pirueta lateral. Entonces Ian comienza una nueva etapa en su vida donde, rememorando al primer Dr. Frankenstein, juega a ser Dios mediante el uso de la ciencia, junto con su fiel compañera de laboratorio, su personal Igor, Karen, cuestionándose sus propias creencias desde el mismo núcleo. A través de este momento, I Origins se convierte en una fábula en busca de respuesta a las dudas de Ian, que sin embargo nunca nos llegan a ser reveladas. Cuando la relación con Sofi termina de forma inesperada, la película nos sitúa siete años delante. El Dr. Ian Gray y Karen son ahora profesores titulares, están casadoa y tienen un hijo recién nacido. Su reputación ha crecido y ha escrito un best-seller llamado “El Ojo”. Escanean los ojos del bebé como parte de un sistema de identificación biométrica sólo para descubrir que dicha exploración coincide con el de una persona recientemente fallecida. Tratando de dar sentido a este rompecabezas, Ian viaja primero a Idaho y luego a las abarrotadas calles de Nueva Delhi, India, donde se encuentra con Priya (Archie Panjabi), que le pone en contacto con Salomina (Kashish), una niña de ocho años cuyos ojos son idénticos en color y la forma de Sofi de, un descubrimiento que desafía a su sistema de creencias. Así, Ian, que se había convertido en un hombre de familia aparentemente normal, pionero en su investigación, vuelve a enfrentarse a lo desconocido. La película ofrece muchas preguntas, la mayoría de las cuales, desgraciadamente se nos quedan sin respuesta, con lo que fácilmente puede cautivar al espectador, especialmente si no es muy dado a pensar, porque por desgracia también, incide en errores ya no científicos sino cinematográficos, y nos mete a saco una serie de inconcebibles coincidencias, rollos numerológicos como el del 11, que le restan cualquier atisbo de autenticidad a gran parte de lo que sucede en el guión ( Ian encuentra, por ejemplo, esa coincidencia de los ojos únicos de Sofi en la India, casi sin buscar). Fallos que a mí me molestan lo mismo que un nublado, vamos, nada. Y es aquí donde se explora el componente metafísico, la intersección de la ciencia espiritual.
La ciencia de la biometría es relativamente nueva, por lo que no existirá una amplia base de datos biométricos de ojos Sigo en SPOILER.
Ciencia y espiritualidad van de la mano en la segunda película como director de Mike Cahill, (ganador del premio Alfred P. Sloan en Sundance, que ya se llevó también en 2011), como en esas conversaciones cansinas y borracherescas de todas las navidades con alguno de tus cuñados. Dos de los temas que más nos diferencian en la historia humana son los auténticos y no acreditados protagonistas de ésta, la segunda película de Cahill, que nos hace plantearnos un poco unas afirmaciones audaces, más que bien buscadas: el conocimiento y la propia fé.
En 2011, Mike Cahill se estrenó en esto del largometraje con “Another Earth”, estrenada en el Festival de Cine de Sundance con críticas de lo más variopintas, perfilándose como uno de los directores independientes norteamericanos más prometedores que trabajan hoy día. Tres años después de su debut, “I Origins”, ambiciosa y totalmente entretenida cinta, pasa por ser un estudio cinematográfico absolutamente personal, valiente y arriesgado que cuestiona si la ciencia o la espiritualidad son las verdaderas maneras de demostrar la existencia y el origen de los seres humanos. Una verdadera montaña rusa de emociones y sentimientos que sin ser prefecta bien podría ser de lo mejor de este año en Sitges.
En Orígenes el director obliga al público a hacer uso de su reflexión e inteligencia para sumergirse en las profundidades de la rocambolesca trama. Cahill es fiel a un reparto que ya le funcionó a las mil maravillas. Vuelve a trabajar con nuestra querida indie medio zumbada Brit Marling como Karen, una científica de lo más sofisticado que trabaja fielmente junto a Ian Gray (el siempre impresionante e intachable Michael Pitt), un estudiante de biología molecular especializado en la evolución del ojo humano, que se pasa la vida tratando de refutar a Dios y la idea del diseño del ser humano por un ser inteligente superior.
Juntos, mediante el escaneo del iris y diversos sofisticados avances tecnológicos de estudio científico, se obsesionan con la intención de refutar la existencia de un ser espiritual superior a la raza humana cuando descubren sobre una valla publicitaria y en los ojos de una bella mujer llamada Sofi (Astrid Bergès-Frisbey) cuyo iris es multicolor, y que Ian conoce en una fiesta de disfraces, y los intrincados detalles de sus ojos son todo lo que necesita para enamorarse de ella.
Hacen el amor fugazmente en un baño y ella se marcha sin decirle su nombre ni si quiera enseñar su rostro. Pero Ian, que rarito es un rato, no lo necesita, su acento, su cultura, ajenos a los de ella, funcionan como catalizador de su relación romántica, que se convierte en el primer acto de la cinta llegando a poder desesperar a más de uno.
A mí, desde luego, y en vista del nueve y medio que le casco, me convence ese potente discurso sci-fi metafísico, más que el apartado romántico, que también. Se hace evidente a lo largo de la cinta que Ian tiene una visión bastante escéptica de la espiritualidad. Cahill, que huye de las etiquetas en sus protagonistas y se aleja de la religión siempre que le es posible, nos ofrece argumentos bastante bien pensados en ambos sentidos. En cuanto Ian encuentra a Sofi, ambos se enamoran de inmediato. Pero no confundamos esto con un relato a lo Corín Tellado, porque a través de una secuencia apabullante, una tragedia sobrevenida, la película da un giro inesperado en forma de salto doble con pirueta lateral. Entonces Ian comienza una nueva etapa en su vida donde, rememorando al primer Dr. Frankenstein, juega a ser Dios mediante el uso de la ciencia, junto con su fiel compañera de laboratorio, su personal Igor, Karen, cuestionándose sus propias creencias desde el mismo núcleo. A través de este momento, I Origins se convierte en una fábula en busca de respuesta a las dudas de Ian, que sin embargo nunca nos llegan a ser reveladas. Cuando la relación con Sofi termina de forma inesperada, la película nos sitúa siete años delante. El Dr. Ian Gray y Karen son ahora profesores titulares, están casadoa y tienen un hijo recién nacido. Su reputación ha crecido y ha escrito un best-seller llamado “El Ojo”. Escanean los ojos del bebé como parte de un sistema de identificación biométrica sólo para descubrir que dicha exploración coincide con el de una persona recientemente fallecida. Tratando de dar sentido a este rompecabezas, Ian viaja primero a Idaho y luego a las abarrotadas calles de Nueva Delhi, India, donde se encuentra con Priya (Archie Panjabi), que le pone en contacto con Salomina (Kashish), una niña de ocho años cuyos ojos son idénticos en color y la forma de Sofi de, un descubrimiento que desafía a su sistema de creencias. Así, Ian, que se había convertido en un hombre de familia aparentemente normal, pionero en su investigación, vuelve a enfrentarse a lo desconocido. La película ofrece muchas preguntas, la mayoría de las cuales, desgraciadamente se nos quedan sin respuesta, con lo que fácilmente puede cautivar al espectador, especialmente si no es muy dado a pensar, porque por desgracia también, incide en errores ya no científicos sino cinematográficos, y nos mete a saco una serie de inconcebibles coincidencias, rollos numerológicos como el del 11, que le restan cualquier atisbo de autenticidad a gran parte de lo que sucede en el guión ( Ian encuentra, por ejemplo, esa coincidencia de los ojos únicos de Sofi en la India, casi sin buscar). Fallos que a mí me molestan lo mismo que un nublado, vamos, nada. Y es aquí donde se explora el componente metafísico, la intersección de la ciencia espiritual.
La ciencia de la biometría es relativamente nueva, por lo que no existirá una amplia base de datos biométricos de ojos Sigo en SPOILER.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Entonces, donde supuestamente, sólo puede haber una firma por persona, al igual que las huellas dactilares, ¿qué significaría el encontrar duplicados?, y más aún, ¿Qué podría significar si un duplicado se encuentra en los ojos de una persona fallecida?, ¿también tendrá una memoria profunda, inconsciente, de las cosas que sucedieron en la vida de la persona fallecida?. Iker Jiménez lo fliparía... Y es que si esto no es apasionante, apaga y vámonos... Entonces Ian trata de encontrar la conexión entre las vidas pasadas de las personas y los recuerdos, que está convencido que se conservan a través de diversos patrones de iris. La película entonces, en su tramo final, vuelve a cobrar impulso y llega a un emocionante, sorprendente y profundo final, que hace que bien merezca la pena todo lo anterior. Desde su estreno en Sundance este año, I Origins, una voz audaz del futuro de magníficas películas independientes, se ha convertido en una peli indie más que comentada y debatida y en buena medida, se convierte en una de las más potentes reflexiones sobre la espiritualidad y la ciencia, eso sí, sin tener que responder demasiadas cuestiones y dejando al espectador que tome sus propias decisiones, pudiendo quedarnos como suele suceder en la zona gris de la duda. Eso sí, la película ofrece una plataforma para la intensa conversación y análisis tras los créditos finales. Quizás el mayor defecto de I Origins sea su previsibilidad, ya que deja muy, muy poco del desarrollo de la trama a la imaginación del espectador. La peli acarreó desde su estreno numerosas críticas negativas, seguramente de críticos de marcada mentalidad científica, ofendidos por la premisa la cinta, pero fuera de estos debates, que si bien son estúpidos, son necesarios e inevitables, la película es una auténtica gozada, una fuerte y vigorosa aventura, reflexiva y concienzuda que equilibra lo intelectual y lo sentimental-espiritual en un relato perfectamente contado, que alejado de la religión (su mayor logro) afronta temas tán profundos como el Amor omnipresente, el conocimiento más allá de lo conocido y demás.
En mi humilde opinión, se puede tener absoluta certeza, fé y confianza en la ciencia, pero siempre, por remoto que sea, habrá algo que quede fuera de la existencia y el puro conocimiento y por ende, no tendrá explicación en el mundo puramente racional.
I Origins no es un tratado filosófico, es “sólo” una película sobre el desarrollo del carácter y cómo las relaciones personales pueden afectar la forma en que mantenemos nuestra propia experiencia de vida. Se pregunta no sólo si la fe puede coexistir con la ciencia, sino si, en esta era dominada por completo por la ciencia, el encantamiento, la magia, lo no científico se puede restaurar y tiene sitio en nuestras vidas.
Ni que decir tiene que el director responde con un sí rotundo.
Lo mejor: Su planteamiento nada pedante. El debate místico-científico, fabuloso. El reparto, en especial su protagonista, perfecto. Radiohead. La música de Will Bates y Phil Mossman y la espléndida fotografía de Markus Förderer.
Lo peor: Algunas incongruencias, más que salvables. El flashback de media hora. Las casualidades constantes que restan credibilidad (si bien hay que tomarlo más como una fábula). Hay momentos en los que los debates tiemblan, Ian, prociencia, de repente cree en numerología, Karen, científica también, de repente cree en la reencarnación. Los personajes femeninos tienen pocas dimensiones frente al protagonista, maravilloso.
En mi humilde opinión, se puede tener absoluta certeza, fé y confianza en la ciencia, pero siempre, por remoto que sea, habrá algo que quede fuera de la existencia y el puro conocimiento y por ende, no tendrá explicación en el mundo puramente racional.
I Origins no es un tratado filosófico, es “sólo” una película sobre el desarrollo del carácter y cómo las relaciones personales pueden afectar la forma en que mantenemos nuestra propia experiencia de vida. Se pregunta no sólo si la fe puede coexistir con la ciencia, sino si, en esta era dominada por completo por la ciencia, el encantamiento, la magia, lo no científico se puede restaurar y tiene sitio en nuestras vidas.
Ni que decir tiene que el director responde con un sí rotundo.
Lo mejor: Su planteamiento nada pedante. El debate místico-científico, fabuloso. El reparto, en especial su protagonista, perfecto. Radiohead. La música de Will Bates y Phil Mossman y la espléndida fotografía de Markus Förderer.
Lo peor: Algunas incongruencias, más que salvables. El flashback de media hora. Las casualidades constantes que restan credibilidad (si bien hay que tomarlo más como una fábula). Hay momentos en los que los debates tiemblan, Ian, prociencia, de repente cree en numerología, Karen, científica también, de repente cree en la reencarnación. Los personajes femeninos tienen pocas dimensiones frente al protagonista, maravilloso.
30 de diciembre de 2014
30 de diciembre de 2014
86 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Ojo! Si es que no me entero de nada.
Creía que esta era una historia de ciencia-ficción, pero resulta que es una romántica, de esas empalagosas en la que los amantes o se besuquean mucho o no paran de decir cosas raras que ninguna pareja de personas normales en su sano juicio diría, a no ser que fuesen hasta las cejas de popper.
No tengo claro si Mike Cahill distingue la ciencia-ficción de su propio mundo de nubes de algodón. Mira que es cursi el tío este. Además, abusa de la serendipia cosa mala. Aunque, eso sí, no se le puede negar que tiene mucha imaginación y talento para rodar cositas monas, que hacen bonito.
Pero para mí lo peor de este señor es que no es nada reflexivo. Plantea situaciones que, ciencias-ficciones aparte y a poco que las pienses, en el mundo real no pueden ser así. Ninguna chica guapa va a una fiesta con una media negra tapándole la cara, por ejemplo, ya que no podría beber, ni comer, ni fumar, ni presumir, ni ligar, ni nada. No es atuendo ese de fiesta. Para eso, no vas. Pero este hombre Cahill cree que sí, y lo cuenta como lo más normal. De estas cosas está la peli llena, pero la más llamativa es:
Creía que esta era una historia de ciencia-ficción, pero resulta que es una romántica, de esas empalagosas en la que los amantes o se besuquean mucho o no paran de decir cosas raras que ninguna pareja de personas normales en su sano juicio diría, a no ser que fuesen hasta las cejas de popper.
No tengo claro si Mike Cahill distingue la ciencia-ficción de su propio mundo de nubes de algodón. Mira que es cursi el tío este. Además, abusa de la serendipia cosa mala. Aunque, eso sí, no se le puede negar que tiene mucha imaginación y talento para rodar cositas monas, que hacen bonito.
Pero para mí lo peor de este señor es que no es nada reflexivo. Plantea situaciones que, ciencias-ficciones aparte y a poco que las pienses, en el mundo real no pueden ser así. Ninguna chica guapa va a una fiesta con una media negra tapándole la cara, por ejemplo, ya que no podría beber, ni comer, ni fumar, ni presumir, ni ligar, ni nada. No es atuendo ese de fiesta. Para eso, no vas. Pero este hombre Cahill cree que sí, y lo cuenta como lo más normal. De estas cosas está la peli llena, pero la más llamativa es:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Michael Pitt está en la India. Se acerca a una niña en plena calle. Le ofrece comida a cambio de que se vaya con él. La niña acepta. Él es muy rubito y ella muy hindú; no parecen de la familia. No obstante, el tío la coge de la mano, la mete en un taxi, la lleva a su hotel y la sube a su habitación. ¡Por todo el morro! ¡¡¿Y NADIE LE DICE NADA?!! Ains, si es que da repelús.
Si, ya. Todos sabemos que Pitt no es un degenerado, sino un científico, pero joder. En el mundo real alguien en la calle le hubiese dado un toque. O los de recepción hubiesen llamado a la poli, o algo. Pero en el puto mundo del moñas éste, todo vale. Pues vale.
Aunque qué se puede esperar de un tío que escribe una historia en la que la ciencia termina demostrando que la reencarnación existe. Desde luego, Cahill es de lo más Original.
Si, ya. Todos sabemos que Pitt no es un degenerado, sino un científico, pero joder. En el mundo real alguien en la calle le hubiese dado un toque. O los de recepción hubiesen llamado a la poli, o algo. Pero en el puto mundo del moñas éste, todo vale. Pues vale.
Aunque qué se puede esperar de un tío que escribe una historia en la que la ciencia termina demostrando que la reencarnación existe. Desde luego, Cahill es de lo más Original.
16 de marzo de 2015
16 de marzo de 2015
32 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
A partir de un gran macguffin - el estudio de los ojos por parte de los protagonistas - Orígenes nos obsequia con una reflexión sobre un aspecto de determinadas creencias religiosas que desarrollo en el spoiler. Película tramposa e inteligente donde las haya, magníficamente construida, elegantemente rodada y fotografiada y convincentemente interpretada, está diseñada para espectadores seguidores de "Cuarto Milenio" y del revistas de paraciencia, con una presunta pátina de verosimilitud, lo que la hace si cabe, más creíble o realista.
En el spoiler desarrollo la crítica con los aspectos más importantes de la película.
Buen filme para espíritus inquietos.
En el spoiler desarrollo la crítica con los aspectos más importantes de la película.
Buen filme para espíritus inquietos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Orígenes nos obsequia con una reflexión sobre la posibilidad de la reencarnación, algo aceptado por el brahmanismo y el budismo, pero que en el mundo occidental, de base judeocristiana, ve como algo extraordinario.
El gran macguffin permite la conexión entre todos los personajes, relacionados o no con es estudio de los protagonistas. La aficción por los ojos permite al protagonista conocer a su trágico amor, justo cuando pierde emporalmente la visión de sus ojos, como si perdiese su conexión espiritual. De la misma maner, ojos que no ven, corazón que no siete, entabla una nueva relación, a la postre definitiva. Y el estudio de los ojos en otra persona le conecta con la idea de fondo de la película: la reencarnación. y que propio que la reencarnación la estudie en la India, donde está a la orden del día. Y el registro de los ojos se extiende a todo el planeta, algo que resulta muy dificil de creer, pero que cuela en el contexto del filme.
La presunta pátina de verosimilitud entronca con hechos reales, como los experimentos y tests de Ian Stevenson y los recientes casos publicitados en "Cuarto Milenio" o en publicaciones del género. Pero ello no resulta novedoso en las tradiciones y religiones humanas, baste recordar como identifican a la reencarnación de los lamas: con el reconocimiento de los objetos por parte del niño que poseyó en otra vida. La película lo viste de otra manera, pero es lo mismo.
Ojo a la escena post-créditos, donde descubrimos que no todos los personajes se reencarnan, al menos en humanos, así vemos las parejas de fotos de ojos en ocasiones duplicadas en otras personas y en ocasiones no, coincidentes con tiranos y dictadores.
El gran macguffin permite la conexión entre todos los personajes, relacionados o no con es estudio de los protagonistas. La aficción por los ojos permite al protagonista conocer a su trágico amor, justo cuando pierde emporalmente la visión de sus ojos, como si perdiese su conexión espiritual. De la misma maner, ojos que no ven, corazón que no siete, entabla una nueva relación, a la postre definitiva. Y el estudio de los ojos en otra persona le conecta con la idea de fondo de la película: la reencarnación. y que propio que la reencarnación la estudie en la India, donde está a la orden del día. Y el registro de los ojos se extiende a todo el planeta, algo que resulta muy dificil de creer, pero que cuela en el contexto del filme.
La presunta pátina de verosimilitud entronca con hechos reales, como los experimentos y tests de Ian Stevenson y los recientes casos publicitados en "Cuarto Milenio" o en publicaciones del género. Pero ello no resulta novedoso en las tradiciones y religiones humanas, baste recordar como identifican a la reencarnación de los lamas: con el reconocimiento de los objetos por parte del niño que poseyó en otra vida. La película lo viste de otra manera, pero es lo mismo.
Ojo a la escena post-créditos, donde descubrimos que no todos los personajes se reencarnan, al menos en humanos, así vemos las parejas de fotos de ojos en ocasiones duplicadas en otras personas y en ocasiones no, coincidentes con tiranos y dictadores.
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