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Voto de Miquel:
9

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8,2
13.338
Drama
Una pareja de ancianos viaja a Tokio para visitar a sus hijos, pero ninguno de ellos tiene tiempo para atenderlos, por lo que deciden enviarlos a un balneario. Cuando regresan, la madre pasa una noche en la casa de una nuera, viuda de uno de sus hijos. A diferencia de sus cuñados, Noriko muestra afecto por sus suegros y conforta a la anciana. (FILMAFFINITY)
4 de abril de 2009
4 de abril de 2009
53 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los films más conocidos y acreditados del realizador japonés Yasujiro Ozu (1903-63). El guión es original y lo escribe Ozu en colaboración con Kogo Noda. Se rueda en escenarios reales de Onomichi, Atami y Tokio. Producido por Takeshi Yamamoto para Shochiku, se estrena el 3-XI-1953 (Japón).
La acción dramática tiene lugar en Onomichi, Tokio y el complejo residencial para mayores de Atami, en julio de 1953. El matrimonio formado por Shukishi (Ryu) y Tomi Hirayama (Higashiyama), mayores, jubilados, de edades próximas a los 70 años, mantienen su residencia en la pequeña ciudad portuaria de Onomichi, situada al suroeste de Japón. Con ellos vive la menor de las hijas, Kyoko (Kagawa), soltera y maestra de escuela. En Tokio residen el hijo mayor, Koichi (Yamamura), médico; la hija mayor, Sighe (Sugimura), que regenta un negocio de peluquería y belleza; y la nuera Noriko (Hara), viuda del segundo de sus hijos, Shoji, que murió hace 8 años en la IIGM. En Osaka vive el otro hijo, Keiso (Osaka). La falta de contactos personales entre padres e hijos y la añoranza que sienten los padres, sobre todo la madre, de los hijos que no ven desde hace años y de los nietos que no conocen, les mueven a viajar a Tokio. Lo harán en tren, con parada en Osaka para ver a Keiso. Inician el viaje con gran ilusión, pese al esfuerzo que les supone a su edad.
El film suma drama y crítica social. El viaje de Shukishi y Tomi a Tokio brinda al realizador la oportunidad de explorar uno de sus temas favoritas: la pérdida de los valores familiares y sociales; la destrucción de la familia tradicional japonesa a causa de la presión del trabajo y el cambio de costumbres; y la sustitución de las antiguas tradiciones inductoras de cohesión social por nuevos comportamientos que provocan dispersión.
El relato se desarrolla de un modo calmado, pausado y sereno. Se evitan los artificios, los efectismos y los subrayados. Los comportamientos personales son contenidos, sobrios y acordes con la corrección propia de los códigos sociales del Japón. La acción se mueve con parsimonia, dentro de un marco general en el que predomina el estatismo de las figuras, con frecuencia enfocadas de espaldas. La cámara observa a los protagonistas desde posiciones inmóviles. La música no se emplea para inducir o acompañar emociones. Ozu no quiere crear emociones en el espectador. Las emociones de los protagonistas, las sugiere con sutilezas. Al efecto hace uso de pequeños gestos, indicaciones tenues a través de los diálogos, sobreentendidos, elipsis y otros medios de comunicación “silenciosa”. El espectador entiende las vibraciones emocionales de los protagonistas, que hablan poco, pero insinúan muchas más cosas de las que son habituales en cine. Hacia el final de la proyección, el espectador constata que las formas comedidas y sencillas de Ozu son mucho más expresivas que formas no contenidas de otros autores.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en Onomichi, Tokio y el complejo residencial para mayores de Atami, en julio de 1953. El matrimonio formado por Shukishi (Ryu) y Tomi Hirayama (Higashiyama), mayores, jubilados, de edades próximas a los 70 años, mantienen su residencia en la pequeña ciudad portuaria de Onomichi, situada al suroeste de Japón. Con ellos vive la menor de las hijas, Kyoko (Kagawa), soltera y maestra de escuela. En Tokio residen el hijo mayor, Koichi (Yamamura), médico; la hija mayor, Sighe (Sugimura), que regenta un negocio de peluquería y belleza; y la nuera Noriko (Hara), viuda del segundo de sus hijos, Shoji, que murió hace 8 años en la IIGM. En Osaka vive el otro hijo, Keiso (Osaka). La falta de contactos personales entre padres e hijos y la añoranza que sienten los padres, sobre todo la madre, de los hijos que no ven desde hace años y de los nietos que no conocen, les mueven a viajar a Tokio. Lo harán en tren, con parada en Osaka para ver a Keiso. Inician el viaje con gran ilusión, pese al esfuerzo que les supone a su edad.
El film suma drama y crítica social. El viaje de Shukishi y Tomi a Tokio brinda al realizador la oportunidad de explorar uno de sus temas favoritas: la pérdida de los valores familiares y sociales; la destrucción de la familia tradicional japonesa a causa de la presión del trabajo y el cambio de costumbres; y la sustitución de las antiguas tradiciones inductoras de cohesión social por nuevos comportamientos que provocan dispersión.
El relato se desarrolla de un modo calmado, pausado y sereno. Se evitan los artificios, los efectismos y los subrayados. Los comportamientos personales son contenidos, sobrios y acordes con la corrección propia de los códigos sociales del Japón. La acción se mueve con parsimonia, dentro de un marco general en el que predomina el estatismo de las figuras, con frecuencia enfocadas de espaldas. La cámara observa a los protagonistas desde posiciones inmóviles. La música no se emplea para inducir o acompañar emociones. Ozu no quiere crear emociones en el espectador. Las emociones de los protagonistas, las sugiere con sutilezas. Al efecto hace uso de pequeños gestos, indicaciones tenues a través de los diálogos, sobreentendidos, elipsis y otros medios de comunicación “silenciosa”. El espectador entiende las vibraciones emocionales de los protagonistas, que hablan poco, pero insinúan muchas más cosas de las que son habituales en cine. Hacia el final de la proyección, el espectador constata que las formas comedidas y sencillas de Ozu son mucho más expresivas que formas no contenidas de otros autores.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película está impregnada de aires intimistas, contemplativos y veraces. Destila sinceridad, nostalgia y resignación. Ozu echa de menos el viejo orden, la tradición, el pasado. No entiende el frenesí, las prisas, las urgencias y las desmesuras de la vida moderna de posguerra. En sus películas prescinde de todo lo que no forma parte de su mundo. Abunda en ellas todo lo que le apasiona o, simplemente, le gusta: ventanas, cables, abanicos, teteras, trenes, nubes, ropa limpia tendida, calles vacías, porcelana, silencio, banderolas al viento, relojes de pulsera, la electricidad y el mar. La repetición al comienzo y hacia el final de las mismas imágenes sugiere la monotonía de la vida en la pequeña población pesquera de Onomichi.
Son escenas memorables la visita turística de Tokio, la borrachera con los amigos, la conversación de Noriko con su suegra Tomi, las protestas de Sighe por el alto precio de los pasteles que el marido (Nakamura) ha comprado para los padres, etc. El film reflexiona sobre la familia, el paso del tiempo, las personas mayores, la muerte, las relaciones entre padres e hijos, la soledad, las dificultades de comunicación entre la gran ciudad y las pequeñas ciudades periféricas, los inconvenientes derivados de la separación geográfica y de las distancias; y los problemas de comunicación entre generaciones.
La música, de Kojun Saito (“Otoño tardío”, Ozu, 1960), ofrece una partitura breve, de pocos cortes. Las composiciones son de gran sencillez y respiran aire folk. La fotografía, de Yoharu Atsuta (“Buenos días”, Ozu, 1959), en B/N, sitúa la cámara a medio metro de altura (la de una persona sentada sobre un tatami ante una mesa) y la mantiene sujeta y estática. Crea composiciones realistas que, a través de la estilización y depuración de formas, avanzan hacia la abstracción.
Son escenas memorables la visita turística de Tokio, la borrachera con los amigos, la conversación de Noriko con su suegra Tomi, las protestas de Sighe por el alto precio de los pasteles que el marido (Nakamura) ha comprado para los padres, etc. El film reflexiona sobre la familia, el paso del tiempo, las personas mayores, la muerte, las relaciones entre padres e hijos, la soledad, las dificultades de comunicación entre la gran ciudad y las pequeñas ciudades periféricas, los inconvenientes derivados de la separación geográfica y de las distancias; y los problemas de comunicación entre generaciones.
La música, de Kojun Saito (“Otoño tardío”, Ozu, 1960), ofrece una partitura breve, de pocos cortes. Las composiciones son de gran sencillez y respiran aire folk. La fotografía, de Yoharu Atsuta (“Buenos días”, Ozu, 1959), en B/N, sitúa la cámara a medio metro de altura (la de una persona sentada sobre un tatami ante una mesa) y la mantiene sujeta y estática. Crea composiciones realistas que, a través de la estilización y depuración de formas, avanzan hacia la abstracción.