El mayor aliciente para ver esta película es que en ella N. Night Shyamalan da el copratagonismo a uno de esos seres féericos del elemento acuático. Por desgracia, nuestro director no se inspira en nada o lo que es lo mismo, se saca su propia mitología de un bolsillo, mitología idiota que se nota más falsa que un euro de madera, de tal forma que esta joven es una "narf", figura que no existe en ningún lado y me temo que el mismo vocablo es la conjunción entre "Náyade" y "enano" en inglés, es decir, "Naiad" y "Dwarf", "N-arf". Peor aún es que la figura de la ninfa, hada o similar, según la cultura, es una fuente de atracción humana, en tanto que representación simbólica de la naturaleza femenina fértil, y en concreto de deseo erótico masculino por su belleza, gracia y misterio, no en vano muchos relatos nos hablan de amoríos de todo tipo entre unos y otras, pero lo que tenemos aquí es algo privado absolutamente de encanto, ni siquiera es guapa la actriz, que nada se parece a los seres a los que en teoría alude.

Dicho lo cual, me quedo anonadado con la película que nos sirve como director y guionista el mencionado Shyamalan, que no es que sea santo de devoción pero que tiene trabajos mejores. Aquí, los que dieron en el clavo fueron los de Touchstone Pictures que rechazaron el proyecto porque tiene tela. "La joven del agua" es un largometraje estúpido, improvisado sobre la marcha, inverosímil y ridículo por momentos. Quiere ser grandilocuente, emotivo y profundo pero lo único que consigue es producir bostezos, risa por su incipiente pensamiento woke y ganas de que acabe. La introducción con la voz en off es un gran ejemplo de lo que jamás se debe hacer porque directamente nos destripa la trama sin ninguna necesidad, aunque da igual porque la historia o más bien el relato que nos cuenta una anciana que pasa por allí y casualmente se lo sabe con pelos y detalles no tiene ni pies de cabeza. Un cuento no es una licencia para narrarme cualquier ida de olla, sino que está sometido a ciertas reglas y principios.