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6,4
37.215
Musical. Drama
En Nueva York, después de trabajar toda la semana en una tienda de pinturas de Brooklyn, Tony Manero (John Travolta) se prepara esmeradamente para disfrutar de la noche del sábado en la disco: se empapa en colonia Brut, se pone una camisa de flores ajustada, pantalones de tela de gabardina y zapatos de plataforma. En la discoteca de moda, Tony deslumbrará a todos con lo que mejor sabe hacer: bailar. (FILMAFFINITY)
29 de diciembre de 2022
29 de diciembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Saturday Night Fever" (1977). John Badham - Discotecas, alienación juvenil obrera y contrapicados en Brooklyn - Francisco Huertas Hernández
Cuando el periodista musical londinense Nick Cohn (1946) escribió "Tribal Rites of the New Saturday Night" (Ritos tribales del nuevo sábado por la noche) -publicado en 1976 en la revista "New York Magazine"- no imaginaba que sería llevado al cine, con las canciones del grupo inglés The Bee Gees, y la producción del anglo-australiano Robert Stigwood (1934-2016), convirtiéndose en un film icónico de los años 70.
Nick Cohn investigó la "subcultura" de la clase trabajadora estadounidense, centrada en los jóvenes de Bay Ridge, en Brooklyn, Nueva York, y su ocio en la discoteca "2001 Odyssey".
El director anglo-norteamericano John Badham (1939) fue el elegido para filmar la historia, con bajo presupuesto -3,5 millones de dólares-, íntegramente rodada en Nueva York, lo que le confiere un notable realismo de cinéma-vérité y un eficaz "zeitgeist". La "recepción" de esta película hoy es muy distinta de la que tuvo en su momento. Siendo una obra de cine "comercial", con una espléndida banda sonora de música disco, actualmente somos más conscientes del "valor sociológico" de su historia, y el reflejo del "espíritu de la época", en todos los detalles: vestuario (de la diseñadora de vestuario Patrizia von Brandenstein) -cazadoras de cuero, camisas estampadas desabrochadas de anchos cuellos de pico, pantalones de pernera acampanada, cadenas de oro-, peinados, forma de caminar y de hablar -blasfemias y palabras malsonantes incluidas-, tratamiento sin tabúes del sexo de fin de semana -una violación grupal en el coche, desnudos-, autos, y un persistente "vacío existencial", desprovisto de conciencia social o metas vitales. Y todo ello a pesar de la "superficialidad" en el "retrato psicológico" de los personajes o el "trasfondo social" de la época.
Tony Manero (John Travolta) es un joven de 19 años de Bay Ridge (Brooklyn, Nueva York) que camina con juvenil arrogancia por las calles del barrio. Vemos avanzar sus pies calzados con unos elegantes zapatos. No es su rostro lo que se nos presenta, sino sus pies. Pues estos han de "vivir" su "vida" de "bailarín" de "discoteca" de fin de semana, sin que su cabeza o su semblante puedan impedirlo.
Parece que las canciones de los hermanos Gibb fueron añadidas más tarde, pero el "ritmo de la noche" de las "pistas de baile" es el "nervio" del relato. Un "machito" que se gira para mirar a todas las muchachas, "conquistador" suburbial de camisa desabrochada y estrecha cintura -¡de 71 cm!-. El "contoneo" amanerado de Manero -valga el juego de palabras- indica que sus "días de labor" son solo un "ensayo" para sus "noches de fiebre".
El "cuerpo" es el "protagonista" del film. Tony Manero lo "luce" orgulloso. Es su "herramienta" de "trabajo": su estrechísima cintura, sus largas piernas, su resistencia, su flexibilidad, le hacen "invencible" en la discoteca, y "objeto de deseo" de todas las jóvenes. John Travolta, que había sido cantante y bailarín en una compañía, tuvo que ensayar durante nueve meses las coreografías de la película. Y hubo de perder nueve kilos para interpretar el rol, y que el traje blanco del baile final quedara ajustado.
El Manero "trabajador", es un eficiente aunque "pedigüeño" empleado. Y el Sr. Fusco (Sam Coppola), dueño de la tienda, un empresario precavido que no da "adelantos" los viernes para impedir que sus trabajadores dilapiden sus ingresos el fin de semana en "bebida y mujeres".
Una juventud sin perspectiva de futuro que ha sido hábilmente "desactivada" en la "alienación" del "baile", donde el "fracasado social" se transforma en "triunfador efímero".
El "drama social" continúa en la escena de la vivienda familiar. Tony vive con sus padres, su abuela italiana, y su hermana pequeña. El padre, Frank Manero, Sr. (Val Bisoglio), es un hombre sin iniciativa, en desempleo. La madre, Flo Manero (Julie Bovasso), es una mujer devota, que minusvalora continuamente a Tony, al que compara con su hermano mayor, que es sacerdote.
Tony Manero marcha a la discoteca, tras un desfile de sus iconos de la subcultura popular en las paredes de su cuarto: Bruce Lee, Farrah Fawcett, Al Pacino, o Rocky. Los preparativos para la "disco" incluyen varios planos contrapicados del cuerpo de Travolta de alto voltaje erótico.
El grupo de amigos es una colección de "descerebrados", que no pueden dejar de seguir a su líder, el hermano del cura: Joey (Joseph Cali), Double J (Paul Pape), Gus (Bruce Ornstein), y el pequeño Bobby C. (Barry Miller). Manejan un coche viejo, y se pasan el tiempo ingiriendo drogas "estimulantes", buscando chicas para chingar, y tomando "Seven & Seven" (...)
"Saturday Night Fever" ha "envejecido" bien. Más allá de una "película musical" -que no es, es solo una película con buenas canciones-, asistimos a un documento "sociológico" de una época: el triunfo de las discotecas en un ambiente obrero estancado, y sin movilidad social, y el acerbo "retrato" de unos jóvenes de clase trabajadora en Nueva York -con su machismo, homofobia, racismo, incultura, marginación, incapacidad de amar y violencia-, y la más sugestiva prospección del punto de vista femenino, con una Stephanie ambiciosa, o una Annette, que ama desinteresadamente, apuntando a nuevas formas de "liberación femenina".
Otro logro de la película -o más bien de su Banda Sonora, con 40 millones de discos vendidos- fue imponer una "descafeinada" música "disco" para blancos, heterosexuales de clase media, que "edulcoraba" la más incómoda música disco funk negra vinculada a ambientes gay y queer, con artistas como el andrógino Sylvester, con su voz de falsete, o Village People, con sus atuendos gays.
Es cierto que en el largometraje la acumulación de temas sociales y psicológicos no está desarrollada ni los personajes tienen demasiada profundidad, pero eso es coherente con la vaciedad y superficialidad de la vida norteamericana
Cuando el periodista musical londinense Nick Cohn (1946) escribió "Tribal Rites of the New Saturday Night" (Ritos tribales del nuevo sábado por la noche) -publicado en 1976 en la revista "New York Magazine"- no imaginaba que sería llevado al cine, con las canciones del grupo inglés The Bee Gees, y la producción del anglo-australiano Robert Stigwood (1934-2016), convirtiéndose en un film icónico de los años 70.
Nick Cohn investigó la "subcultura" de la clase trabajadora estadounidense, centrada en los jóvenes de Bay Ridge, en Brooklyn, Nueva York, y su ocio en la discoteca "2001 Odyssey".
El director anglo-norteamericano John Badham (1939) fue el elegido para filmar la historia, con bajo presupuesto -3,5 millones de dólares-, íntegramente rodada en Nueva York, lo que le confiere un notable realismo de cinéma-vérité y un eficaz "zeitgeist". La "recepción" de esta película hoy es muy distinta de la que tuvo en su momento. Siendo una obra de cine "comercial", con una espléndida banda sonora de música disco, actualmente somos más conscientes del "valor sociológico" de su historia, y el reflejo del "espíritu de la época", en todos los detalles: vestuario (de la diseñadora de vestuario Patrizia von Brandenstein) -cazadoras de cuero, camisas estampadas desabrochadas de anchos cuellos de pico, pantalones de pernera acampanada, cadenas de oro-, peinados, forma de caminar y de hablar -blasfemias y palabras malsonantes incluidas-, tratamiento sin tabúes del sexo de fin de semana -una violación grupal en el coche, desnudos-, autos, y un persistente "vacío existencial", desprovisto de conciencia social o metas vitales. Y todo ello a pesar de la "superficialidad" en el "retrato psicológico" de los personajes o el "trasfondo social" de la época.
Tony Manero (John Travolta) es un joven de 19 años de Bay Ridge (Brooklyn, Nueva York) que camina con juvenil arrogancia por las calles del barrio. Vemos avanzar sus pies calzados con unos elegantes zapatos. No es su rostro lo que se nos presenta, sino sus pies. Pues estos han de "vivir" su "vida" de "bailarín" de "discoteca" de fin de semana, sin que su cabeza o su semblante puedan impedirlo.
Parece que las canciones de los hermanos Gibb fueron añadidas más tarde, pero el "ritmo de la noche" de las "pistas de baile" es el "nervio" del relato. Un "machito" que se gira para mirar a todas las muchachas, "conquistador" suburbial de camisa desabrochada y estrecha cintura -¡de 71 cm!-. El "contoneo" amanerado de Manero -valga el juego de palabras- indica que sus "días de labor" son solo un "ensayo" para sus "noches de fiebre".
El "cuerpo" es el "protagonista" del film. Tony Manero lo "luce" orgulloso. Es su "herramienta" de "trabajo": su estrechísima cintura, sus largas piernas, su resistencia, su flexibilidad, le hacen "invencible" en la discoteca, y "objeto de deseo" de todas las jóvenes. John Travolta, que había sido cantante y bailarín en una compañía, tuvo que ensayar durante nueve meses las coreografías de la película. Y hubo de perder nueve kilos para interpretar el rol, y que el traje blanco del baile final quedara ajustado.
El Manero "trabajador", es un eficiente aunque "pedigüeño" empleado. Y el Sr. Fusco (Sam Coppola), dueño de la tienda, un empresario precavido que no da "adelantos" los viernes para impedir que sus trabajadores dilapiden sus ingresos el fin de semana en "bebida y mujeres".
Una juventud sin perspectiva de futuro que ha sido hábilmente "desactivada" en la "alienación" del "baile", donde el "fracasado social" se transforma en "triunfador efímero".
El "drama social" continúa en la escena de la vivienda familiar. Tony vive con sus padres, su abuela italiana, y su hermana pequeña. El padre, Frank Manero, Sr. (Val Bisoglio), es un hombre sin iniciativa, en desempleo. La madre, Flo Manero (Julie Bovasso), es una mujer devota, que minusvalora continuamente a Tony, al que compara con su hermano mayor, que es sacerdote.
Tony Manero marcha a la discoteca, tras un desfile de sus iconos de la subcultura popular en las paredes de su cuarto: Bruce Lee, Farrah Fawcett, Al Pacino, o Rocky. Los preparativos para la "disco" incluyen varios planos contrapicados del cuerpo de Travolta de alto voltaje erótico.
El grupo de amigos es una colección de "descerebrados", que no pueden dejar de seguir a su líder, el hermano del cura: Joey (Joseph Cali), Double J (Paul Pape), Gus (Bruce Ornstein), y el pequeño Bobby C. (Barry Miller). Manejan un coche viejo, y se pasan el tiempo ingiriendo drogas "estimulantes", buscando chicas para chingar, y tomando "Seven & Seven" (...)
"Saturday Night Fever" ha "envejecido" bien. Más allá de una "película musical" -que no es, es solo una película con buenas canciones-, asistimos a un documento "sociológico" de una época: el triunfo de las discotecas en un ambiente obrero estancado, y sin movilidad social, y el acerbo "retrato" de unos jóvenes de clase trabajadora en Nueva York -con su machismo, homofobia, racismo, incultura, marginación, incapacidad de amar y violencia-, y la más sugestiva prospección del punto de vista femenino, con una Stephanie ambiciosa, o una Annette, que ama desinteresadamente, apuntando a nuevas formas de "liberación femenina".
Otro logro de la película -o más bien de su Banda Sonora, con 40 millones de discos vendidos- fue imponer una "descafeinada" música "disco" para blancos, heterosexuales de clase media, que "edulcoraba" la más incómoda música disco funk negra vinculada a ambientes gay y queer, con artistas como el andrógino Sylvester, con su voz de falsete, o Village People, con sus atuendos gays.
Es cierto que en el largometraje la acumulación de temas sociales y psicológicos no está desarrollada ni los personajes tienen demasiada profundidad, pero eso es coherente con la vaciedad y superficialidad de la vida norteamericana