Imaginemos una enorme bandeja llena de platos como pechuga de pollo, yogur natural, arroz blanco, queso philadelphia bajo en grasas, lechuga sin aderezo, jamón york... Todo sin sal, sin salsas, sin azúcar, sin sabor... Bueno, pues eso es el equivalente gastronómico de la música de esta muchacha, incomprensiblemente capaz de levantar pasiones entre jóvenes de oído limitado con sus canciones con sabor a harina cruda.
Ahora imaginemos todos esos platos metidos a la fuerza en nuestro estómago, como si fuéramos patos forzados a producir foie gras. Bueno, pues eso es el equivalente de ver una de las canciones de esta muchacha convertida en un videoclip de 14 minutos.
Y tiene un 7,0 de media. Los swifties pegan fuerte, desde luego.