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JulesVincent rating:
6

JulesVincent rating:
6
7.1
11,920
February 1, 2025
February 1, 2025
5 of 6 users found this review helpful
Cuando acaban (podríamos decir que "por fin") los 215 minutazos de esta supuesta gran obra maestra, me levanto de la butaca sin una imperiosa necesidad de marcharme de la sala de cine pero con una extraña sensación de molestia no tanto de tipo física a pesar de la duración de la película pero sí de esas de tipo intelectual que me dejan con muchas dudas y la impresión de haber presenciado una historia que no es ni mucho menos la joya que las críticas profesionales prometieron o quisieron hacernos ver. "The Brutalist" es una película bien hecha, bien elaborada, bien construida y visualmente poderosa, agradable para los ojos y para el oído pero a la que sin embargo le falta punch, le falta brío y cierto nivel de empaque en los temas que trata y en las cosas que nos cuenta. A mi juicio, va pasadísima de metraje para el contenido realmente "aprovechable" que nos brinda, y de la misma forma que uno se encuentra con limones enormes que a la hora de ser exprimidos nos decepcionan con el poco zumo que contienen en su interior y nos acaban ofreciendo una bebida de escasa cucharada y media, la historia que nos trae el bueno de Brady Corbet (sí, el mismo actor que rompía huevos en el remake de "The Funny games") se presenta ante nosotros como un mastodonte de dimensiones bíblicas pero que a la hora de desnudarse ante nosotros no la tiene tan grande como pensábamos.
Cuando se rueda una historia de 3 horas y media resulta hasta incluso exigible que esta ponga en la picota muchos temas importantes que abordar y analizar con fuerza, que tenga capacidad de sobra para profundizar y destripar a todos sus personajes, que cuente con una trama compleja y enmarañada que su director vaya desenmarañando con habilidad y paciencia, y sobre todo, que sepa llegarnos y tocarnos la patata, porque tiempo tiene de sobra para preparar el caldo de cultivo con el que conquistar nuestros paladares. Pero no, "The Brutalist" se queda corta tanto a la hora de darle fuerza y peso a los temas que trata como en su capacidad para destripar de verdad a los personajes (aún con ello las interpretaciones de Guy Pearce y Adrien Brody rayan en la perfección), otorgarle complejidad al guion y sobre todo y lo más importante, despertar en el espectador esas emociones que al fin y al cabo son las que harán que uno recuerde una película con mayor o menor agrado.
Corbet ha hecho en definitiva un producto que quiere ser un poco de "El pianista" de Roman Polanski, tocando el tema del odio y la persecución al sionismo y al judaísmo pero con un Adrien Brody que cambia el piano por la arquitectura, un poco de "Érase una vez en América" o la segunda parte de "El padrino", por aquello de la llegada a una América tierra de oportunidades para poder desarrollar todo el potencial inhibido como si de una especie de Tierra Prometida para incomprendidos y perseguidos se tratara, y quiere ser al mismo tiempo un poco del cine de Christopher Nolan, tan hambriento de ego, grandilocuencia y enormidad típicamente "Nolaniana". Pero sus tres horas y media de duración no le permiten mirar de tú a tú a la cara ni a Roman Polanski, ni a Sergio Leone, ni a Ford Coppola ni a Nolan, por nombrar a algunos de los tipos que sí me han tocado la fibra en alguna ocasión. Pero es que su duración tampoco le da derecho a competir con "La Lista de Schindler", con "Ben-Hur", la trilogía del anillo de Jackson, "El cazador" o "El lobo de Wall Street", así por citar algunos ejemplos que se me vengan a la cabeza.
Dicho todo esto, no me interpreten mal. "The Brutalist" no es una mala película, ni mucho menos. Pero está lejos de ser algo memorable. Tampoco me importaría verla otra vez de aquí a un tiempo para intentar sacar más zumo de este limón que quizá mi burricie y yo no hayamos sido capaces de exprimir demasiado bien, pero sospecho que tampoco es que haya realmente mucho más que sacar y si acaso lo sacara, su sabor puede que no sea el más intenso del mundo. Lo que tengo claro es que "The Brutalist", de título algo capcioso quizá para poder engancharnos sugiriendo derroteros por lo que pudiera ir la historia que luego no nos vamos a encontrar del todo (o sí, pero a medias), no ha sabido crear, pese a la fuerza de sus imágenes, una atmósfera que pueda realmente hacer asomar el gusanillo de las emociones que nos gusta sacar cuando vamos al cine. En ese sentido, la percibo un tanto plana (y mira que a Adrien Brody le dan por culo a base de bien y sufre de lo lindo), pero hay algo aquí que no me deja traspasar la barrera de la empatía (y no es que yo tenga nada contra los judíos), más aún cuando su director cae varias veces en esa manía que no puedo soportar de eliminar espontáneamente personajes que se antojan clave en el devenir de los acontecimientos y que por alguna extraña razón desaparecen en un momento dado sin que sepamos nada más de ellos. Esto, unido a la poca trascendencia que bajo mi punto de vista tienen en la historia global los personajes interpretados por Felicity Jones (y mira que la actriz lo hace bien) y Raffey Cassidy y al un tanto sonrojante epílogo (¿por qué nos confunden duplicando a Cassidy?), le resta gancho a un potencial poder seductor que no me aburre pero que tampoco me enamora.
Así que no, amigos. De "Brutalista" puede que sí tenga si nos ceñimos al estilo arquitectónico del que versan las habilidades laborales del señor Brody, pero de "Brutal" la película solo tiene las interpretaciones de Pearce y Brody, la fuerza de sus imágenes y la duración de la misma. Brutalmente larga, brutalmente bien presentada, pero ni es una película que muestre una especial brutalidad pese al odio a los judíos (gran manía practicada internacionalmente a lo largo de la historia) ni destila una brutal capacidad de enamoramiento. "The Brutalist" queda por lo tanto flotando en el ambiente como una agradable nube que sin embargo tiene muchos números de ser arrastrada por el viento del olvido con el paso de los años.
Cuando se rueda una historia de 3 horas y media resulta hasta incluso exigible que esta ponga en la picota muchos temas importantes que abordar y analizar con fuerza, que tenga capacidad de sobra para profundizar y destripar a todos sus personajes, que cuente con una trama compleja y enmarañada que su director vaya desenmarañando con habilidad y paciencia, y sobre todo, que sepa llegarnos y tocarnos la patata, porque tiempo tiene de sobra para preparar el caldo de cultivo con el que conquistar nuestros paladares. Pero no, "The Brutalist" se queda corta tanto a la hora de darle fuerza y peso a los temas que trata como en su capacidad para destripar de verdad a los personajes (aún con ello las interpretaciones de Guy Pearce y Adrien Brody rayan en la perfección), otorgarle complejidad al guion y sobre todo y lo más importante, despertar en el espectador esas emociones que al fin y al cabo son las que harán que uno recuerde una película con mayor o menor agrado.
Corbet ha hecho en definitiva un producto que quiere ser un poco de "El pianista" de Roman Polanski, tocando el tema del odio y la persecución al sionismo y al judaísmo pero con un Adrien Brody que cambia el piano por la arquitectura, un poco de "Érase una vez en América" o la segunda parte de "El padrino", por aquello de la llegada a una América tierra de oportunidades para poder desarrollar todo el potencial inhibido como si de una especie de Tierra Prometida para incomprendidos y perseguidos se tratara, y quiere ser al mismo tiempo un poco del cine de Christopher Nolan, tan hambriento de ego, grandilocuencia y enormidad típicamente "Nolaniana". Pero sus tres horas y media de duración no le permiten mirar de tú a tú a la cara ni a Roman Polanski, ni a Sergio Leone, ni a Ford Coppola ni a Nolan, por nombrar a algunos de los tipos que sí me han tocado la fibra en alguna ocasión. Pero es que su duración tampoco le da derecho a competir con "La Lista de Schindler", con "Ben-Hur", la trilogía del anillo de Jackson, "El cazador" o "El lobo de Wall Street", así por citar algunos ejemplos que se me vengan a la cabeza.
Dicho todo esto, no me interpreten mal. "The Brutalist" no es una mala película, ni mucho menos. Pero está lejos de ser algo memorable. Tampoco me importaría verla otra vez de aquí a un tiempo para intentar sacar más zumo de este limón que quizá mi burricie y yo no hayamos sido capaces de exprimir demasiado bien, pero sospecho que tampoco es que haya realmente mucho más que sacar y si acaso lo sacara, su sabor puede que no sea el más intenso del mundo. Lo que tengo claro es que "The Brutalist", de título algo capcioso quizá para poder engancharnos sugiriendo derroteros por lo que pudiera ir la historia que luego no nos vamos a encontrar del todo (o sí, pero a medias), no ha sabido crear, pese a la fuerza de sus imágenes, una atmósfera que pueda realmente hacer asomar el gusanillo de las emociones que nos gusta sacar cuando vamos al cine. En ese sentido, la percibo un tanto plana (y mira que a Adrien Brody le dan por culo a base de bien y sufre de lo lindo), pero hay algo aquí que no me deja traspasar la barrera de la empatía (y no es que yo tenga nada contra los judíos), más aún cuando su director cae varias veces en esa manía que no puedo soportar de eliminar espontáneamente personajes que se antojan clave en el devenir de los acontecimientos y que por alguna extraña razón desaparecen en un momento dado sin que sepamos nada más de ellos. Esto, unido a la poca trascendencia que bajo mi punto de vista tienen en la historia global los personajes interpretados por Felicity Jones (y mira que la actriz lo hace bien) y Raffey Cassidy y al un tanto sonrojante epílogo (¿por qué nos confunden duplicando a Cassidy?), le resta gancho a un potencial poder seductor que no me aburre pero que tampoco me enamora.
Así que no, amigos. De "Brutalista" puede que sí tenga si nos ceñimos al estilo arquitectónico del que versan las habilidades laborales del señor Brody, pero de "Brutal" la película solo tiene las interpretaciones de Pearce y Brody, la fuerza de sus imágenes y la duración de la misma. Brutalmente larga, brutalmente bien presentada, pero ni es una película que muestre una especial brutalidad pese al odio a los judíos (gran manía practicada internacionalmente a lo largo de la historia) ni destila una brutal capacidad de enamoramiento. "The Brutalist" queda por lo tanto flotando en el ambiente como una agradable nube que sin embargo tiene muchos números de ser arrastrada por el viento del olvido con el paso de los años.
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Spoiler:
Pese a que para mí no es la mejor película para llevarse un Óscar detrás de otro, no tengan dudas de que arrasará con toda probabilidad en la próxima ceremonia de los Óscar. Tiene todos los ingredientes para serlo: Judíos, negros, mujeres minusválidas, capacidad de superación, EEUU tierra de segundas oportunidades donde crecer y desplegar todas tus habilidadades y potenciales reprimidos, machos burgueses tan podridos de pasta como de oscuras intenciones, hombres potencialmente violadores y sin tapujos a la hora de poner los cuernos a sus mujeres...
Los Diez Mandamientos del decálogo del éxito al servicio del regocijo de la Academia de los Óscar.
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