Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with Rómulo
0
Listas
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Rómulo:
7
6,0
1.045
Drama
La película sigue los pasos de Touko Laaksonen, figura pionera de la cultura gay, que sufrió la opresión y homofobia durante su juventud. Volvió como héroe de la Segunda Guerra Mundial, pero la vida en Finlandia en tiempos de paz no fue como esperaba. Perseguido por su homosexualidad, se encontró sumergido en relaciones secretas y presionado para casarse con una mujer. Encontró una válvula de escape a través de su arte, especialmente ... [+]
11 de agosto de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom of Finland
En ocasiones cometemos el grave error de pensar que los avances de la civilización occidental son irreversibles, que las libertades y derechos -en cualquiera de sus complejas facetas- de los que hoy disfrutamos y tantos sacrificios costaron a aquellos que nos precedieron, son definitivos. E imaginamos, o más bien soñamos, que esta difundida falacia tiene carácter vitalicio sin ninguna posibilidad de desaparecer.
Finlandia es hoy unos de los países más admirados en el mundo por sus extraordinarias prestaciones sociales, nivel de vida, sistema educativo, libertad de expresión y el respeto absoluto hacia cualquier tendencia sexual. Sin embargo, no siempre fue así. A mediados del siglo pasado, después de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia era un país retrógrado, homofóbico, donde los homoxesuales eran encarnizadamente perseguidos, estrechamente vigilados, encarcelados, incluso asesinados y, en ocasiones, recluidos en sanatorios de rehabilitación como consecuencia de lo que se consideraba una enfermedad cuando no una inmoral y vergonzosa aberración. En cambio, en EE.UU., en ese mismo tiempo, los gays gozaban de absoluta libertad y se expresaban con total normalidad hasta que apareció el SIDA. Y ello bastó para que las fuerzas más oscuras y conservadoras de la Unión salieran de sus cavernas y desataran su furia incontenible contra ellos. Los acosaron y demonizaron hasta límites que tan solo unos meses antes eran inimaginables. Y es así como la veleta de la ignominia cambia de dirección según sopla el viento.
"Tom de Finland", cuya poderosa narración trata estos y otros asuntos, es un explícto biopic del director finlandés Dome Karukuski en el que su protagonista Pekka Strang, nacido en Helsinki hace 40 años, firma una soberbia actuación en su papel de Touko Valio Laaksonen -alias Tom de Finlandia- sobre la vida del famoso dibujante e ilustrador que hubo de huir a EE.UU. para que su trabajo fuera reconocido y justamente divulgado dado que, en su propia Finlandia, tan admirable ejemplo hoy, la caza de brujas apuntaba rabiosamente contra su integridad y la de su familia como consecuencia, precisamente, de su orientación sexual.
La película atesora no pocos méritos. No cae en la tentación de un empalagoso ejercicio hagiográfico, al contrario, muestra a sus personajes sin ropajes, en carne y hueso, con sus virtudes y defectos, a seres humanos, en fin, que aman, sufren, se angustian y se defienden como pueden ante el viacrucis que supone su persecución. Y, sobre todo, es una película sumamente didáctica e ilustrativa. Contiene valores fundamentales que conviene recordar, lecciones de historia que no debemos olvidar y una profunda carga de inteligente humanismo, de ilustrada sabiduría, que ahonda con determinación en la piel del espectador para intentar despertarlo de su prolongada y nada tranquilizadora hibernación.
Emilio Castelló Barreneche
En ocasiones cometemos el grave error de pensar que los avances de la civilización occidental son irreversibles, que las libertades y derechos -en cualquiera de sus complejas facetas- de los que hoy disfrutamos y tantos sacrificios costaron a aquellos que nos precedieron, son definitivos. E imaginamos, o más bien soñamos, que esta difundida falacia tiene carácter vitalicio sin ninguna posibilidad de desaparecer.
Finlandia es hoy unos de los países más admirados en el mundo por sus extraordinarias prestaciones sociales, nivel de vida, sistema educativo, libertad de expresión y el respeto absoluto hacia cualquier tendencia sexual. Sin embargo, no siempre fue así. A mediados del siglo pasado, después de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia era un país retrógrado, homofóbico, donde los homoxesuales eran encarnizadamente perseguidos, estrechamente vigilados, encarcelados, incluso asesinados y, en ocasiones, recluidos en sanatorios de rehabilitación como consecuencia de lo que se consideraba una enfermedad cuando no una inmoral y vergonzosa aberración. En cambio, en EE.UU., en ese mismo tiempo, los gays gozaban de absoluta libertad y se expresaban con total normalidad hasta que apareció el SIDA. Y ello bastó para que las fuerzas más oscuras y conservadoras de la Unión salieran de sus cavernas y desataran su furia incontenible contra ellos. Los acosaron y demonizaron hasta límites que tan solo unos meses antes eran inimaginables. Y es así como la veleta de la ignominia cambia de dirección según sopla el viento.
"Tom de Finland", cuya poderosa narración trata estos y otros asuntos, es un explícto biopic del director finlandés Dome Karukuski en el que su protagonista Pekka Strang, nacido en Helsinki hace 40 años, firma una soberbia actuación en su papel de Touko Valio Laaksonen -alias Tom de Finlandia- sobre la vida del famoso dibujante e ilustrador que hubo de huir a EE.UU. para que su trabajo fuera reconocido y justamente divulgado dado que, en su propia Finlandia, tan admirable ejemplo hoy, la caza de brujas apuntaba rabiosamente contra su integridad y la de su familia como consecuencia, precisamente, de su orientación sexual.
La película atesora no pocos méritos. No cae en la tentación de un empalagoso ejercicio hagiográfico, al contrario, muestra a sus personajes sin ropajes, en carne y hueso, con sus virtudes y defectos, a seres humanos, en fin, que aman, sufren, se angustian y se defienden como pueden ante el viacrucis que supone su persecución. Y, sobre todo, es una película sumamente didáctica e ilustrativa. Contiene valores fundamentales que conviene recordar, lecciones de historia que no debemos olvidar y una profunda carga de inteligente humanismo, de ilustrada sabiduría, que ahonda con determinación en la piel del espectador para intentar despertarlo de su prolongada y nada tranquilizadora hibernación.
Emilio Castelló Barreneche